domingo, 3 de mayo de 2015

MUERTE EN ACOMA (3 de 6)

             
                                     
                                                Jesús Rubio

4 de diciembre de 1598, Acoma, Nuevo México.
Diego Núñez, como sus compañeros, se movía despacio. Era el responsable de uno de los dos grupos. No había que despertar ningún tipo de recelo. Pero tenía que tomar más provisiones. Algunos indios les seguían a cierta distancia.
Iban entrando en la planta baja de aquellas casas de adobe, que estaban dispuestas en varios pisos, con escaleras de mano para subir de una estancia a otra. Mientras uno de ellos entraba, los otros se quedaban en la puerta. No hallaron gran cosa en ninguna de ellas.
Una tras otras, fueron inspeccionadas las casas de esa parte del pueblo. Salvo un par de gallinas más, no habían conseguido reunir muchos víveres.
PARTE II: CASTIGO

29 de diciembre de 1598. San Juan Bautista[1], Nuevo México.
El capitán Jerónimo Márquez se santiguó y juró decir la verdad:
-En todo momento seguí las órdenes de Su Excelencia el Gobernador y, tal y como se nos ordenó, traté con los indios que encontramos a nuestro paso y se les trató bien.
El capitán Jerónimo Márquez era el primer testigo en el juicio que Juan de Oñate había comenzado contra los indios de Acoma, acusados de matar al maese de campo Juan de Zaldívar, a los alféreces Felipe Escalante y Diego Núñez Chaves, a ocho soldados, y a dos criados.
El capitán Jerónimo Márquez prosiguió con su relato:
-Llegamos con treinta y un soldados al pueblo de Ácoma el 1 de diciembre. Era primera hora de la tarde. Estando como a una legua del pueblo salieron a nosotros un buen número de indios. Vinieron a nosotros de manera pacífica, dando grandes muestras de alegría por encontrarse con nosotros. Fui enviado por el maese de campo Zaldívar con otros siete hombres para ver si los indios nos podían procurar agua y leña. Nos procuraron un poco, pero no era mucho. Se les pidió más y ellos dijeron que los traería al día siguiente. Nos trajeron unas cuatro fanegas de maíz y algo de harina. Pero era insuficiente. Ellos nos dijeron que había más en el pueblo de Acoma, encima de la roca que allí cerca se alzaba. El maese de campo subió allí el viernes, que era día 4. Subió con dieciocho hombres. A mí me ordenó que me quedara en el campamento con el resto de los soldados. Se llevaron hachas y otros objetos con los que intercambiar. Un poco después del anochecer, llegó a donde estábamos nosotros uno de los sirvientes de Juan del Caso. Venía con una espada en su mano. Nos dijo que los habían matado, excepto a él y a otros pocos más, que se habían arrojado desde la roca. También nos dijo que se había salvado Bernabé de las Casas, porque se había quedado con los caballos al pie de la roca. Nos dijo que los españoles habían sido atacados por los indios con flechas, piedras, garrotes y palos. A las dos horas, llegó Bernabé de las Casas con los soldados heridos y los caballos. De las Casas me dijo que desde donde él estaba pudo ver como los indios atacaron a los nuestros, y como algunos de ellos habían saltado desde la roca. Al día siguiente envié a siete soldados a dar noticia al gobernador de todo esto que había ocurrido.

21 de enero de 1599. Acoma, Nuevo México.
El capitán Vicente de Zaldívar, hermano de Juan, maese de campo que murió en Acoma, sobrinos ambos del gobernador Juan de Oñate, se dirigió a su lengua.
-Decidles que venimos en paz. Y que queremos saber la razón por la que mataron a los nuestros.
Así lo hizo el intérprete pero no hubo respuesta.
El capitán de la operación de castigo se dirigió entonces a Juan Velarde:
-Tome nota de cuanto se les ha dicho y de su respuesta. Y escriba que los indios están armados con mazas, dardos, arcos y piedras, y que algunos llevan cotas de malla cogidas a los nuestros. Y apunte que he dado orden de que no se responda a las flechas y piedras que nos han lanzado. Y apunte también que han hecho agujeros para que caigan nuestros caballos. Y apunte por último que les ha requerido una, dos y hasta tres veces que se nos entreguen a los responsables de la muerte de nuestros compañeros.
Y dicho esto, dio orden de retirarse de allí.

29 de diciembre de 1598, San Juan Bautista. Nuevo México.
-Cuando llegamos arriba de la roca, el maese de campo nos ordenó que permaneciéramos unos a la vista de otros y que no se molestara a los indios de ninguna manera.
Quien así hablaba era el capitán Gaspar López de Tabora, natural de Lisboa y alguacil real de la expedición. Había salvado su vida saltando desde arriba de la roca, a casi cien metros de altura:
-Los indios nos acompañaron hasta una estrecha plaza sobre un acantilado. Nos trajeron maíz y harina, pero no era suficiente para que nos sirviera para poder retomar nuestro camino. Entonces el maese de campo envío al alférez Diego Núñez de Chaves con seis hombres a recoger más a un lugar que nos indicaron ellos. Al rato, el maese de campo me mandó a buscarle. Diego Núñez me dijo que no le querían dar nada y que volviera a donde estaba el maese de campo a por más hombres. Quería terminar rápidamente la tarea porque se estaba haciendo tarde. Así lo hice. El maese de campo me envió con seis hombres más. Oí gritos en donde estaba el capitán Diego Núñez. Los indios comenzaron a atacarnos. Y me retiré hacia donde estaba el maese de campo. Vi al capitán Diego Núñez que corría batiéndose en retirada hacia donde estábamos nosotros.   Cuando llegué vi al capitán Diego Núñez muerto. El maese de campo estaba herido en una pierna por una flecha. Y había soldados muertos y otros heridos. Nos hacían retirarnos hacia el desfiladero. Entonces murieron el capitán Felipe Escalante y el propio maese de campo.

El siguiente en comparecer ante el gobernador Juan de Oñate fue el alférez Bernabé de las Casas. Esto fue lo que habló:
-En todo momento el maese de campo nos dijo que había que tratar bien a los indios, y que quien no lo hiciera él se lo haría pagar. El capitán Jerónimo Márquez fue, a día 1 de diciembre a por madera y agua hacia donde estaban los indios. Hubo gritos. Luego supimos que los indios no querían darlo de buena gana. Marchó el maese de campo al pueblo y les dijo que les daría rescates por la harina que trajeran de buena gana y que había dado orden de que no se les hiciera daño. Así, el día 4 de diciembre volvió el maese de campo. Yo me quedé abajo con los caballos con otros tres soldados. Luego oí gritos y vi que bajaban indios a por mí y a por los caballos. Nos defendimos. Escuché disparos de arcabuz y luego bajó uno de nuestros criados y me dijo que los habían atacado. Vi también saltar por el desfiladero a los soldados Juan de Olague y a Pedro Robledo. Robledo se hizo pedazos en la caída, pero Olague cayó de manera que se pudo levantar. Me dijo que el maese de campo, los capitanes Escalante y Núñez, el alférez Pereira y los otros soldados estaban arrinconados contra las peñas. Recogí a otros heridos que habían caído. Los monté en los caballos. Mandé a uno de los soldados a dar noticia de lo que allí había ocurrido al gobernador. Mientras huíamos de Acoma, fuimos atacados.

22 de enero 1599. Acoma, Nuevo México.
Durante toda la noche, los indios de Acoma estuvieron celebrando sus bailes y ritos. Zaldívar ordenó que se llevara a buena parte de los caballos a beber al arroyo cercano a Acoma, pero fueron atacados. Según relataron a Zaldívar, mataron a dos de los caballos.
El capitán ordenó redactar la orden de ataque. La firmó. Y también firmaron como testigos el capitán Villagrá, el capitán Marcos Farfán, el capitán Aguilar y el contador Alonso Sánchez.
La batalla comenzó a las tres de la tarde y duró hasta bien entrada la noche. La artillería de Zaldívar no consiguió hacer gran daño a los asediados, que luchaban con mucha bravura y determinación. Varias veces se intentó el asalto y otras tantas fue rechazado.
Una vez oscurecido, el capitán Zaldívar, ordenó que cesara el fuego y que se quedara cada uno en su puesto, listo para la batalla.
Acoma había resistido.



[1] En los documentos relativos a estas fechas el cuartel general de Oñate ya no aparece como San Juan de los Caballeros, sino como San Juan Bautista. 

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