jueves, 28 de mayo de 2015

IV SEMANA DE LOS GEOPARQUES EUROPEOS


Del 29 de mayo al 14 de junio, se va a celebrar la IV Semana de los Geoparques Europeos, con diferentes actos en los distintos pueblos que componen el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla.

Para los aficionados, incluimos el Programa con todos los actos que se van a celebrar.






lunes, 25 de mayo de 2015

ELECCIONES MUNICIPALES EN GUADALCANAL



En Guadalcanal, como en el resto de España, se celebraron ayer día 24 las Elecciones Municipales, en un clima de total normalidad. 

En nuestro municipio se presentaban dos partidos político, el PSOE y EL PP, y dos Asociaciones de vecinos: AGRUPACIÓN MUNICIPAL INDEPENDIENTE y CIUDADANOS DE GUADALCANAL.

El total de vecinos con derecho a voto era de 2.335, de los cuales ejercieron su derecho el 76,22%.

El PSOE consiguió un total de 841 votos, el PP 458, AMI 270 y CdG 98.

Como pueden ver en la fotografía al principio, el partido ganador ha sido el PSOE, con seis concejales, seguido por el PP, con tres y AMI con dos.

Así que la nueva Corporación estará compuesta por:

PSOE

Manuel Casaus Blanco
Cristina Díaz Omenat
Manuela Cortés Cordo
Moisés Bernabé Vergara
Maribel Chaves Rubio
Esther Rivero Galván

PP

Jesús Manuel Martínez Nogales
Crotilde Sánchez Uceda
Antonio Caro Barragán

AMI

Manuela Roque Gato
José Pedro Rivero Yanes

sábado, 16 de mayo de 2015

ESPANTADA DE UN TORERO EN GUADALCANAL


ESPANTADA DE UN TORERO EN GUADALCANAL A FINALES DEL S. XIX Y ALBOROTO SUBSIGUIENTE DEL PÚBLICO QUE TUVO QUE ACABAR
 CON EL MORLACO A NAVAJAZOS

                                                                 Por José María Álvarez Blanco


A juzgar por la noticia que reproduzco al principio en facsimil de un periódico de Huesca, cuando quedaban trece años para el fin del siglo XIX, la actualidad estuvo bastante movida en el valle que forman la Sierras del Agua y la del Viento. Como recordará el posible lector que siga este blog, la villa de Guadalcanal protagonizó un acto de corrupción municipal ─tan antigua y tan vigente en nuestros días─ anticipándose en 129 años a la ciudad de Marbella de los Hohenlohe, Gil y Gil el ostentóreo, Pantoja, Muñoz y demás personajillos del papel couché y de los programas televisivos de tan alto contenido cultural (Véase mi texto Guadalcanal 1887 ─ Marbella, 2006), publicado en este blog el 27 de noviembre de 2013.

A estos hechos documentados por el BOE (entonces llamado Gaceta de Madrid) protagonizado por los impresentables políticos municipales, se sumó el mismo año 1887, el pueblo soberano asistente a una corrida de toros, en la que se armó un gran escándalo cuando el diestro[i] (a juzgar por los hechos, le vendría mejor al calificativo de siniestro) fue incapaz de matar uno de los toros que le habían cabido en suerte. La cosa llegó hasta tal punto que fue el respetable (otro adjetivo  de dudosa precisión), armado de navajas ─emulando a los "civilizados" habitantes de Tordesillas que más valientes que nuestros paisanos usan lanzas y que cada año irritan a tanta gente─  tuvo que acabar con la vida del astado.

Solo añadir que, como comprobará el lector, a finales del S. XIX no andaban muy finos los periodistas, en buscas de sinónimos para referirse al toro[ii], teniendo que recurrir al genérico término "bicho".
     
En la página 4 se puede leer el texto siguiente:

     En una corrida de toros, celebrada en Guadalcanal con motivo de la feria de aquel pueblo, se armó un alboroto mayúsculo, porque el espada encargado de dar muerte á uno de los bichos, despues de propinar al animal infinidad de estocadas y pinchazos, desapareció de la plaza, teniendo los espectadores que concluir con el toro á navajazos.




[i] Muy comedido el redactor de la noticia omite el nombre del artista.
[ii] Sin ser experto en el arte de Cúchares se me ocurren astado, morlaco, cornúpeta y bovino.  

martes, 12 de mayo de 2015

MUERTE EN ACOMA (6 de 6)

                             
                       
                                                             Jesús Rubio

 12 de febrero de 1599. Santo Domingo, Nuevo México.
Juan de Oñate dictó sentencia aquel día. Mandó llamar al capitán Alonso Gómez de Montesinos, defensor de los indios de Acoma. Como testigos fueron citados los capitanes  Alonso de Sosa y Juan Ruiz de Cabrera y Bartolomé González. Tomó nota de todo el secretario Juan Gutiérrez Bocanegra.
Y así falló Juan de Oñate:
-Fallo atento a los autos y meritos de este proceso y por la culpa que de él resulta que debo condenar y condeno a todos los indios e indias que están presos del dicho pueblo. A los indios de veinticinco años para arriba a que se les corte un pie y en veinte años de servicio personal y a los indios de veinticinco años para abajo y hasta los doce, los condeno en otros veinte años de servicio personal. A las indias de doce años para arriba a otros veinte años de servicio personal y a dos indios de la provincia de Moqui[1] que se hallaron y pelearon en el dicho pueblo de Acoma y se prendieron los condeno a que les corten las manos derechas y se envíen sueltos a que den noticia en su tierra del castigo que se ha hecho. Y a todas las niñas de menos de doce años los doy por libres y dejo a todas las niñas al amparo de fray Alonso Martínez para que las deposite y ponga en este reino y fuera de él en los monasterios y partes que le pareciere para que consigan el conocimiento de Dios Nuestro Señor y salvación de sus almas. A los niños de doce años para abajo los dejo a disposición de don Vicente Zaldívar para que consigan el propio fin. A los viejos y viejas ya decrépitos los pongo en manos de los indios de la provincia de los querechos[2] para que cuiden de ellos y no los dejen salir de sus pueblos.
Y así se ejecutó en los días siguientes.
  
EPÍLOGO
Juan de Oñate no es una figura apreciada en Nuevo México. Su gestión de lo ocurrido en Acoma ha generado una profunda antipatía hacia él. Tal es así, que en 1998, año en que se cumplió el IV Centenario de la llegada de la expedición de Oñate, la estatua erigida, con cierta oposición, en su honor en 1991, y cuyo autor fue Reynaldo Rivera, apareció con el pie derecho cortado. Había demás una nota que decía “fair is fair” (lo justo es justo)”. El pie fue refundido pero la unión es aún visible. Hay quien sugirió que se dejara mutilada  como recordatorio simbólico de lo ocurrido en Acoma. La estatura puede verse en el Centro de Visitantes del Monumento Oñate, cerca de la localidad que hoy se llama Española. En 1997, la ciudad de El Paso, en Texas, quiso erigirle otro monumento. Hubo muchas protestas. La estatua, que representa a Oñate sobre un caballo, no fue terminada hasta 2006 por el escultor John Sjherrill Houser, que dice que es la estatua ecuestre más grande del mundo. Costó dos millones de dólares, mide 10 metros y es de bronce, por lo que su peso alcanza las 18 toneladas. Fue inaugurada el 21 de abril de 2007, con la presencia de las autoridades locales, el embajador español en estados Unidos, Carlos Westendorp, y representantes de la tribu acoma, que protestaron durante el acto. Hoy día hay especialistas que, sin negar lo riguroso de la sentencia, consideran que luego las condenas, sobre todo las referidas a los confinamientos, no se llegaron a aplicar de manera efectiva. Sea como fuere, lo cierto y verdad es que ya en su día Juan de Oñate fue una figura muy controvertida. La severidad con la que se manejó no sólo con la población natural de Nuevo México, sino también con los colonos, comenzó a granjearle enemigos. Todo se precipita cuando muchos de esos colonos regresan a Nueva España y empiezan a relatar los abusos del Gobernador con ellos y con los indios.  En 1606, el rey Felipe le ordena que marche a Ciudad de México para ser investigado. Siguió en su puesto. Renuncia a su empresa pero permanece en Nuevo México hasta fundar Santa Fe. En 1608 se le ordena de nuevo que marche a Ciudad de México. No será juzgado hasta 1613. Se enfrentó a graves acusaciones, sobre todo por el episodio de Acoma. La sentencia fue rotunda: desterrado de por vida de Nuevo México y de Nueva España por cuatro años. Oñate recurrió y fue absuelto en segunda instancia. Después, Oñate fue nombrado inspector de minas.
Como el destino tiene estas cosas, y tal como reveló el investigador Eric Beerman, Oñate murió el 3 de junio de 1626 en un viaje de inspección a una de las minas cuya salvaguarda tenía encomendada. Falleció, quién lo iba a decir, en Guadalcanal, el mismo pueblo del que un día partió uno de sus capitanes, Diego Núñez de Chaves, muerto en Acoma el 4 de diciembre de 1598.
  

JESÚS RUBIO
Toledo,  5 de marzo de 2014-19 de enero de 2015.
BIBLIOGRAFÍA

BEERMAN, Eric.  La muerte de un Viejo conquistador. Nueva luz de Juan de Oñate. New México historical Review, 54: 4. 1979. Páginas 205-319. Traducción y notas de José María Álvarez Blanco. Revista de Feria 2001. Guadalcanal, Sevilla, 2001.

CHÁVEZ, Fray Angélico. Chávez, a distinctive american clan from New Mexico. Facsímil de la edición de 1989. Sunstone Press. Santa Fe, Nuevo México, Estados Unidos. 2009.
LUCERO, Donald L.. A nation of shepherds. Sunstone Press. Nuevo México, Estados Unidos. 2004.
LUMMIS, Charles F. Los exploradores españoles del Siglo XVI. Sexta edición. Casa Editorial Araluce. Barcelona, 1924.
PÉREZ DE VILLAGRÁ, Gaspar. Historia de la Nuevo México. Dastin Export Sl. Madrid, 2004.
The trial of the indians of Acoma. 1598-1599. Jerry R. Craddock y John H. Polt. Research Center for Romance Studies. University of California, Berkeley. Estados Unidos. 2008. (Texto original extraído del Archivo General de Indias, Patronato, legajo 22,  con traducción a cargo de los autores citados.
Trial of the Indians of Acoma, 1598. American Journeys Collection. Dcoument No. AJ-104. Wisconsin Historical Society. Digital libray and Archives. 2003. (Traducción inglesa. No hay datos sobre el autor de la traducción y de las notas a pie de página).





[1] Otro pueblo de nativos de Nuevo México.
[2] Otra tribu originaria de Nuevo México.

sábado, 9 de mayo de 2015

MUERTE EN ACOMA (5 de 6)


                                                                 Jesús Rubio

Todos los presentes escuchaban con gran atención:
-Si así lo hicieren, los pondréis con mucha seguridad y guarda y los traeréis todos a mi presencia para que se les oiga de justicia. Y una vez apartados los indios del pueblo, le pegaréis fuego de manera que no quede piedra sobre piedra ni los indios puedan volver a poblarle por ser fortaleza inexpugnable.
El gobernador también instruyó a Zaldívar de que si se vencía, prendiera a todos los indios que tuvieran edad de pelear y los castigare como entendiera.

PARTE III: SENTENCIA

9 de febrero de 1599. Santo Domingo[1], Nuevo México.
El lugar elegido por Oñate para juzgar a los indios de Ácoma fue otro pueblo indio, que los españoles habían ocupado y rebautizado como Santo Domingo. El gobernador Juan de Oñate nombró al capitán Alonso Gómez Montesinos como defensor de los indios de Ácoma. El capitán aceptó el encargo y juró hacerlo conforme a su mejor entender. El capitán Gaspar de Villagrá[2], dio fe de que el capitán Alonso Gómez de Montesinos era hombre de fiar y que cumpliría fielmente con el encargo de buscar la mejor justicia para sus defendidos.
A través de un intérprete llamado Juan, que era un indio bautizado, los indios fueron relatando su versión de lo ocurrido en Acoma el 4 de diciembre. El primero en ser interrogado fue un hombre llamado Caoma, que dijo que él no se encontraba en el pueblo aquel día. Caoma contó que se enteró luego de lo que pasó, y que riñó a los indios que habían sido responsables de aquello. También declaró que intentó que los indios de Acoma se rindieran cuando lo pidió Vicente Zaldívar, pero que no fue escuchado.
Tras Caoma, quien habló fue Cat Ticati. Este hombre, que aseguró que era un indio de Acoma, les dijo que él no presenció la muerte de Zaldívar y sus hombres. También dijo que cuando se les pidió que se rindieran hubo muchos que quisieron hacerlo y otros que no.
Luego fue interrogado Taxio, quien contó que él estaba en su casa cuando ocurrió todo. Escuchó un gran griterío y que cuando subió a la azotea de su vivienda, vio como mataban a algunos españoles y a otros los lanzaban, ya muertos, por el desfiladero. Taxio dijo que fueron los más mayores del pueblo y los indios más fuertes los que no quisieron hacer la paz con los españoles cuando les fue requerido por Zaldívar.
Fue Xunusta, el cuarto hombre que declaró, quien dijo que la razón de la muerte de los españoles fue que ellos mataron primero a un indio, lo que no enojó al resto, y que por ello les atacaron. Ratificó que cuando les fue pedido que se rindieran hubo división entre los indios, pero que al final, como no hubo acuerdo, se decidió no hacer caso de los requerimientos de Vicente Zaldívar. Excasi, otro  de los interrogados, dijo que la causa de la riña fue una gallina que los españoles tomaron por la fuerza. Caucachi dijo que los españoles habían herido primero a un indio.



10 de febrero de 1599. Santo Domingo, Nuevo México.
Ese día, el gobernador Juan de Oñate comenzó a llamar a todos los testigos españoles que ya habían sido interrogados. Todos se ratificaron. Ninguno cambio su versión. Ni Gaspar López de Tabora, ni Manuel Francisco, ni Francisco Sánchez, ni Juan de Olague, ni Asensio de Arechuleta. Ninguno se desdijo. Y también se ratificaron en lo declarado los testigos de la defensa: Caoma, Cat Ticati, Taxio, Xunusta, Excasi y Caucachi.
Por último, tomó la palabra el defensor Alonso Gómez de Montesinos:
-Señor gobernador, por lenguas les he hecho saber a los indios si tienen algún testigo de descargo, que señale quienes fueron los que mataron a los españoles, para que con ellos se haga lo que convenga. Me han dicho que no los tienen, que lo único que pueden decir en su descargo es que muchos de ellos no son culpables por no hallarse presentes al tiempo que mataron a los españoles ni ser sabedores del delito que los demás cometieron. Por esto y como por lo que resulta de lo de las confesiones que Vuestra Señoría tomó, algunos de los dichos indios se les deba de absolver y dar por libres y dejarlos para que libremente se vayan por donde quisieren, mandando que se les pague y restituya todo lo que les han hecho gastar por haberlos traído presos. Pido y suplico lo haya por bien usando de clemencia con los dichos indios, atento a ser bárbaros como son y pido justicia.



[1] Se trata de otro pueblo nativo, rebautizado por Oñate como Santo Domingo, y adonde había trasladado su cuartel general. Está también en el condado de Sandoval. Conserva su nombre español y está a mitad de camino, prácticamente, entre Albuquerque y Santa Fe.
[2] Gaspar Pérez de Villagrá (1555-1620) fue uno de los capitanes de Oñate en aquella expedición. Escribió, en verso, la Historia de la Nueva México, en la que se relatan todos los hechos de la expedición, incluidos los sucesos de Acoma. Curiosamente, no cita a Diego Núñez Chaves, cuya muerte allí el 4 de diciembre de 1598 está más que contrastada.

miércoles, 6 de mayo de 2015

MUERTE EN ACOMA (4 de 6)


Jesús Rubio

30 de diciembre de 1598.  San Juan Bautista, Nuevo México.
En la segunda jornada del  juicio que el gobernador Juan de Oñate abrió contra los indios de Acoma, el primero en hablar fue el capitán Rodrigo Zapata, natural de la villa de Azuaga.
-Yo había ido a las tierras que llaman de Cíbola, a ver a las vacas que llaman de Cíbola. Cuando llegué aquí no estaba el dicho gobernador, pero sí el maese de campo Zaldívar, que me enroló junto a otros treinta soldados en la expedición que había de seguir a la emprendida por el señor gobernador, que buscaba una salida a la Mar del Sur. Llegamos a Acoma y luego ocurrió lo que otros ya han relatado.  Subimos allí el día 4, que era viernes. Nos llevaron a una plaza. El maese de campo pidió la harina y ellos nos dijeron que la iban a traer, pero no lo hacían. Entonces, el maese de campo dijo que fuéramos seis a una parte del pueblo y otros seis a otra a decirles que se dieran prisa porque ya les habíamos dado los rescates. Luego empezaron los gritos. Volvimos a donde estaba el maese de campo. Los indios les estaban flechando. Vi al soldado Martín de Viveros caído en el suelo. Pero el maese de campo dijo que nadie disparara a los indios, que se tirara al aire para apaciguarlos. Entonces cayó muerto Hernando de Segura, e hirieron a otros. Empezaron a hostigar aún más y obligaron al maese de campo y a los que pudieron seguirle a retirarse hacia el desfiladero. Vi caído a Diego Núñez y a otros soldados. Los estaban golpeando con piedras en la cabeza. A mí también me hirieron y puede escapar. Pude ver a los indios, que se habían apoderado de las espadas, que lanzaban los cuerpos de los muertos por el desfiladero.
Y después de Zapata, habló Juan de Olague, que salvó su vida porque saltó desde el pueblo por el desfiladero, y vio cómo su compañero Pedro Robledo se mataba al caer; y también habló Juan de León, el malagueño, que primero se refugió en una azotea junto con Sebastián Rodríguez y después se vio obligado también a saltar; y también habló Juan Vázquez de Cabanillas, natural de Zalamea de la Serena, que fue con el capitán Diego Núñez de Chaves casa por casa en busca de harina y que contó como uno de los indios dio un alarido y de repente empezaron a tirarles piedras y flechas y que salvó su vida, después de ver cómo caían muchos de sus compañeros, porque se tiró peñas abajo. Y el último que habló ese día fue el criado mestizo Alonso González, que vio todo lo ya contado y que bajó de la roca como pudo.

23 de enero de 1599. Acoma, Nuevo México.
La batalla se reinició al amanecer. Esta vez se combatió cuerpo a cuerpo. Murieron muchos indios y el capitán Zaldívar quiso hacer saber a los asediados que era mejor que se rindieran, que ya habían muerto muchos de los suyos.
Pero la respuesta de los indios, o así quiso que constara en el informe, fue la de lanzarles más flechas y piedras. No estaban dispuestos a rendirse. Estaban determinados a morir todos allí arriba.
Poco a poco, palmo a palmo, los españoles fueron entrando en Acoma. Los arcabuces les daban una superioridad difícil de resistir. Pero la suerte de la batalla comenzó a decantarse cuando empezaron a arder las primeras casas. Los asediados ya se vieron perdidos y empezaron a rendirse.

2 de enero de 1599. San Juan Bautista, Nuevo México
El 31 de diciembre sólo declaró el jovencísimo Antonio de Sariñana, que sólo tenía 19 años, y que también subió a Acoma aquel día y que se salvó descolgándose por las peñas. Ya pasado el día de Año Nuevo, volvió Juan de Oñate a los interrogatorios. Fue el turno entonces de Francisco Sánchez, natural de Cartaya, Y después lo hizo Francisco Sánchez, de Llerena. Y después lo hizo el soldado portugués Manuel Francisco. Y Lorenzo Salado de Ribadeneira. Y Lorenzo de Muñuera. Y Francisco Robledo, hermano del desdichado Pedro Robledo.

23 de enero de 1599. Acoma, Nuevo México.
Los españoles comenzaron a encerrar a los indios que iban prendiendo en algunas de las casa, pero muchos de ellos volvían a escaparse, porque algunas de ellas están comunicadas entre sí. Y algunos indios, hizo constar en su informe el capitán Zaldívar, daban muerte a otros para evitar la traición. La expedición de Zaldívar hubo de redoblar los combates para reducirlos.
Eran las cinco de la tarde cuando Acoma cayó.
Unos quinientos asediados fueron capturados.

11 de enero de 1599. San Juan Bautista, Nuevo México.
Tras tomar declaración, el día 3 de enero a Alonso del Río, Alonso Sánchez, a los indios Bernabé Pedro, Juan Melchor, Sebastián Miguel, Juan Francisco y Jusepe, a Asensio de Arechuleta, Francisco de Olague y Juan Cortés, y a Alonso Martín Barba y Francisco de Sosa, el gobernador Juan de Oñate se dirigió a los religiosos para preguntarles qué es necesario para que una guerra sea justa. Y en los días siguientes preguntó su parecer a los soldados y oficiales. Y de todas esas consultas Juan de Oñate llegó a una conclusión: no se podía demorar más tiempo el castigo a los indios de Acoma.
Por ello, Juan de Oñate nombró como capitán general de la campaña de castigo a Vicente de Zaldívar, hermano del infortunado maese de campo, y sobrino del Gobernador. Y les dio las instrucciones que recogió su secretario Juan Gutiérrez Bocanegra:
-Iréis hasta Acoma con todos los soldados y máquinas de guerra. Por los caminos y pueblos que pasareis, haréis a los naturales muy buen tratamiento, no consintiendo que se les haga ningún agravio y para esto echaréis todos los bandos necesarios y convenientes. Llegado al pueblo de Acoma, considerareis con mucha  atención  y cordura la fuerza que tienen los dichos indios y en la parte más cómoda que pareciere, con toda diligencia plantareis la artillería y mosquetería y pondréis los capitanes y soldados en sus puestos en orden de escuadrón, sin hacer ruido ni disparar arcabuz.
De todo ello tomaba nota Juan Velarde, el secretario de cámara del Gobernador, que proseguía con sus instrucciones:

-Llamaréis de paz a los dichos indios de Acoma, requiriéndoles una y dos y tres veces que se bajen de la dicha fuerza, abatiendo las armas y sujetándose al dominio del Rey Nuestro Señor. Les pediréis que traigan a los movedores del motín y a los matadores y culpados con los que se hará justicia. Que se bajen del sitio fuerte hasta el llano, donde los ministros del Santo Evangelio que para este efecto ha enviado Su Majestad a estos reinos y provincias cómodamente los puedan enseñar las cosas tocantes a nuestra Santa Fe Católica. Que den los cuerpos de los que mataron y todos sus bienes y armas y el herraje que desenterraron tres lenguas de nuestro pueblo.

domingo, 3 de mayo de 2015

MUERTE EN ACOMA (3 de 6)

             
                                     
                                                Jesús Rubio

4 de diciembre de 1598, Acoma, Nuevo México.
Diego Núñez, como sus compañeros, se movía despacio. Era el responsable de uno de los dos grupos. No había que despertar ningún tipo de recelo. Pero tenía que tomar más provisiones. Algunos indios les seguían a cierta distancia.
Iban entrando en la planta baja de aquellas casas de adobe, que estaban dispuestas en varios pisos, con escaleras de mano para subir de una estancia a otra. Mientras uno de ellos entraba, los otros se quedaban en la puerta. No hallaron gran cosa en ninguna de ellas.
Una tras otras, fueron inspeccionadas las casas de esa parte del pueblo. Salvo un par de gallinas más, no habían conseguido reunir muchos víveres.
PARTE II: CASTIGO

29 de diciembre de 1598. San Juan Bautista[1], Nuevo México.
El capitán Jerónimo Márquez se santiguó y juró decir la verdad:
-En todo momento seguí las órdenes de Su Excelencia el Gobernador y, tal y como se nos ordenó, traté con los indios que encontramos a nuestro paso y se les trató bien.
El capitán Jerónimo Márquez era el primer testigo en el juicio que Juan de Oñate había comenzado contra los indios de Acoma, acusados de matar al maese de campo Juan de Zaldívar, a los alféreces Felipe Escalante y Diego Núñez Chaves, a ocho soldados, y a dos criados.
El capitán Jerónimo Márquez prosiguió con su relato:
-Llegamos con treinta y un soldados al pueblo de Ácoma el 1 de diciembre. Era primera hora de la tarde. Estando como a una legua del pueblo salieron a nosotros un buen número de indios. Vinieron a nosotros de manera pacífica, dando grandes muestras de alegría por encontrarse con nosotros. Fui enviado por el maese de campo Zaldívar con otros siete hombres para ver si los indios nos podían procurar agua y leña. Nos procuraron un poco, pero no era mucho. Se les pidió más y ellos dijeron que los traería al día siguiente. Nos trajeron unas cuatro fanegas de maíz y algo de harina. Pero era insuficiente. Ellos nos dijeron que había más en el pueblo de Acoma, encima de la roca que allí cerca se alzaba. El maese de campo subió allí el viernes, que era día 4. Subió con dieciocho hombres. A mí me ordenó que me quedara en el campamento con el resto de los soldados. Se llevaron hachas y otros objetos con los que intercambiar. Un poco después del anochecer, llegó a donde estábamos nosotros uno de los sirvientes de Juan del Caso. Venía con una espada en su mano. Nos dijo que los habían matado, excepto a él y a otros pocos más, que se habían arrojado desde la roca. También nos dijo que se había salvado Bernabé de las Casas, porque se había quedado con los caballos al pie de la roca. Nos dijo que los españoles habían sido atacados por los indios con flechas, piedras, garrotes y palos. A las dos horas, llegó Bernabé de las Casas con los soldados heridos y los caballos. De las Casas me dijo que desde donde él estaba pudo ver como los indios atacaron a los nuestros, y como algunos de ellos habían saltado desde la roca. Al día siguiente envié a siete soldados a dar noticia al gobernador de todo esto que había ocurrido.

21 de enero de 1599. Acoma, Nuevo México.
El capitán Vicente de Zaldívar, hermano de Juan, maese de campo que murió en Acoma, sobrinos ambos del gobernador Juan de Oñate, se dirigió a su lengua.
-Decidles que venimos en paz. Y que queremos saber la razón por la que mataron a los nuestros.
Así lo hizo el intérprete pero no hubo respuesta.
El capitán de la operación de castigo se dirigió entonces a Juan Velarde:
-Tome nota de cuanto se les ha dicho y de su respuesta. Y escriba que los indios están armados con mazas, dardos, arcos y piedras, y que algunos llevan cotas de malla cogidas a los nuestros. Y apunte que he dado orden de que no se responda a las flechas y piedras que nos han lanzado. Y apunte también que han hecho agujeros para que caigan nuestros caballos. Y apunte por último que les ha requerido una, dos y hasta tres veces que se nos entreguen a los responsables de la muerte de nuestros compañeros.
Y dicho esto, dio orden de retirarse de allí.

29 de diciembre de 1598, San Juan Bautista. Nuevo México.
-Cuando llegamos arriba de la roca, el maese de campo nos ordenó que permaneciéramos unos a la vista de otros y que no se molestara a los indios de ninguna manera.
Quien así hablaba era el capitán Gaspar López de Tabora, natural de Lisboa y alguacil real de la expedición. Había salvado su vida saltando desde arriba de la roca, a casi cien metros de altura:
-Los indios nos acompañaron hasta una estrecha plaza sobre un acantilado. Nos trajeron maíz y harina, pero no era suficiente para que nos sirviera para poder retomar nuestro camino. Entonces el maese de campo envío al alférez Diego Núñez de Chaves con seis hombres a recoger más a un lugar que nos indicaron ellos. Al rato, el maese de campo me mandó a buscarle. Diego Núñez me dijo que no le querían dar nada y que volviera a donde estaba el maese de campo a por más hombres. Quería terminar rápidamente la tarea porque se estaba haciendo tarde. Así lo hice. El maese de campo me envió con seis hombres más. Oí gritos en donde estaba el capitán Diego Núñez. Los indios comenzaron a atacarnos. Y me retiré hacia donde estaba el maese de campo. Vi al capitán Diego Núñez que corría batiéndose en retirada hacia donde estábamos nosotros.   Cuando llegué vi al capitán Diego Núñez muerto. El maese de campo estaba herido en una pierna por una flecha. Y había soldados muertos y otros heridos. Nos hacían retirarnos hacia el desfiladero. Entonces murieron el capitán Felipe Escalante y el propio maese de campo.

El siguiente en comparecer ante el gobernador Juan de Oñate fue el alférez Bernabé de las Casas. Esto fue lo que habló:
-En todo momento el maese de campo nos dijo que había que tratar bien a los indios, y que quien no lo hiciera él se lo haría pagar. El capitán Jerónimo Márquez fue, a día 1 de diciembre a por madera y agua hacia donde estaban los indios. Hubo gritos. Luego supimos que los indios no querían darlo de buena gana. Marchó el maese de campo al pueblo y les dijo que les daría rescates por la harina que trajeran de buena gana y que había dado orden de que no se les hiciera daño. Así, el día 4 de diciembre volvió el maese de campo. Yo me quedé abajo con los caballos con otros tres soldados. Luego oí gritos y vi que bajaban indios a por mí y a por los caballos. Nos defendimos. Escuché disparos de arcabuz y luego bajó uno de nuestros criados y me dijo que los habían atacado. Vi también saltar por el desfiladero a los soldados Juan de Olague y a Pedro Robledo. Robledo se hizo pedazos en la caída, pero Olague cayó de manera que se pudo levantar. Me dijo que el maese de campo, los capitanes Escalante y Núñez, el alférez Pereira y los otros soldados estaban arrinconados contra las peñas. Recogí a otros heridos que habían caído. Los monté en los caballos. Mandé a uno de los soldados a dar noticia de lo que allí había ocurrido al gobernador. Mientras huíamos de Acoma, fuimos atacados.

22 de enero 1599. Acoma, Nuevo México.
Durante toda la noche, los indios de Acoma estuvieron celebrando sus bailes y ritos. Zaldívar ordenó que se llevara a buena parte de los caballos a beber al arroyo cercano a Acoma, pero fueron atacados. Según relataron a Zaldívar, mataron a dos de los caballos.
El capitán ordenó redactar la orden de ataque. La firmó. Y también firmaron como testigos el capitán Villagrá, el capitán Marcos Farfán, el capitán Aguilar y el contador Alonso Sánchez.
La batalla comenzó a las tres de la tarde y duró hasta bien entrada la noche. La artillería de Zaldívar no consiguió hacer gran daño a los asediados, que luchaban con mucha bravura y determinación. Varias veces se intentó el asalto y otras tantas fue rechazado.
Una vez oscurecido, el capitán Zaldívar, ordenó que cesara el fuego y que se quedara cada uno en su puesto, listo para la batalla.
Acoma había resistido.



[1] En los documentos relativos a estas fechas el cuartel general de Oñate ya no aparece como San Juan de los Caballeros, sino como San Juan Bautista.