viernes, 31 de octubre de 2014

GUADALCANAL Y EL GANADO MERINO (3 DE 6)

Cayetano Yanes Durán, profesor Universidad de Sevilla

En las referidas ferias (del comercio lanar y ganadero), se intercambiaban productos del pastoreo con provisiones y productos artesanales de la época y oriundas de la región: el intercambio era a base de, lanas, quesos, aceite, vino, cereales, harinas, pan, tijeras, cencerros, calderería, caballerías, cordales para redes, y en general todos los productos que intervienen en las producciones pecuarias. Hasta hace poco, los restos de esta tradición comercial se conservaban, en alguna medida, en la feria de Zafra, donde se vendían utensilios pastoriles y de cocina rural, hasta la década de los ochenta-noventa. Hoy, en las ferias, todo está desvirtuado por la presencia de la economía global y la entrada de los productos procedentes de China.
Las ferias surgieron para controlar legalmente el comercio de ganados, aprovechándose de inmediato para la venta de mercancías; con dicho comercio se intentaba evitar la venta de ganado robado, ya que estaban más controladas, incluso desde el punto de vista censal y fiscal, de este modo con los controles de la trashumancia se evitaba la exportación no permitida de las merinas a otros países interesados. Las ferias en el siglo XIX cambiaron sus finalidades, y al mismo tiempo, las transacciones comerciales se efectuaban durante todo el año, no necesariamente durante las ferias. Algo parecido ocurre hoy respecto a los motivos de diversión, antes cuando cambiaron las ferias desde un carácter comercial a tener un carácter festivo, era “la fiesta” del año, el gran acontecimiento de diversión, de convivencia, de música, de espectáculos. Hoy día el espectáculo y la diversión transcurren todo el año, no hay que esperar tiempos concretos para ello.
La agonía de la Mesta que fue rápida, entró en crisis por los decretos de Campomanes y Floridablanca en tiempos de laIlustración, a finales del XVIII, en la década de 1775-85, y al poco desapareció en el primer tercio del XIX, lo que supuso un declive de las ferias relacionadas con el intercambio de mercancías derivadas del movimiento de los ganados trashumantes. Pero la crisis era anterior, ya desde los años 30 del siglo XVIII, 1730, que se autorizaron las exportaciones de ganados merinos, a Suecia en 1720 y posteriormente a Francia, concretamente a Rambouillet, a Sajonia en Alemania y a Italia. Ello supuso el fin definitivo de la organización, luego vino el desastre administrativo citado de Campomanes por el cual desaparecen los privilegios. Curiosamente pocos años después y unido a la casi desaparición de la ruta del mercurio, desviada hacia el recién creado camino de Despeñaperros, muere la Feria en Guaditoca para asentarse definitivamente en el pueblo; se había tomado conciencia que la historia había cambiado el curso de los aconteceres, la vida se había vuelto más urbana y consecuentemente, también la feria que nos ocupa. Posteriormente aparece el ferrocarril, cambiándose el orden largamente establecido en los transportes.
Hemos de decir que la crisis de la Mesta lo fue también del Antiguo Régimen. Ya había sucedido la Revolución Francesa, en España la invasión napoleónica –con la llegada del ejército británico, que fue el origen del descubrimiento del “primitivo cercano” y de la facilidad del expolio del patrimonio artístico de España, ya iniciado por los franceses, y no olvidemos otro aspecto de importancia posterior para la comarca, como es, la introducción de la banca Rothschild en España, financiadora de dicha guerra de la Independencia-, y al poco de la misma, después de la gran mengua de las cabañas por la guerra, la desaparición de la Mesta fue la crónica de una muerte anunciada.
Existe la teoría de que la Mesta, además de constituir una organización de tipo que podíamos denominar económica, cubría una función de control político sobre los deseos autonomistas de las distintas regiones de España, significando un control del poder central, con su legislación, su policía, sobre los distintos territorios o reinos que constituían el reino unificado por los “reyes católicos”, lo que trajo consigo una lucha abierta entre las economías locales, los ganaderos locales o estantes y el control de los pastos con los trashumantes, controlados por la Mesta y por el “Alcalde General” que controlaba los asentamientos, suponiendo la existencia de unas “diferencias” adicionales entre agricultores cerealistas o labradores de la tierra y los ganaderos del norte. El siguiente dicho da fe de lo que relatamos:dos santas y un honrado tienen al pueblo agobiado.
Estas luchas tuvieron su mayor enfrentamiento en los levantamientos (locales y espontáneos la mayor parte de las veces) de los comuneros, en este punto, hemos de decir que Guadalcanal luchó a favor de los denominados “comuneros” perdiendo por ello sus murallas que fueron mandadas derribar en tiempos de Carlos I (V). En cierta forma, se trataba de territorio recién conquistado a los reinos islámicos sobre los cuales se erigieron tres poderes para su control: (a) el reparto de tierras a los nobles conquistadores, (b) las órdenes militares y (c) la creación de la Mesta. El conjunto de las tres, desde el punto de vista económico, suponía la existencia de controles foráneos que impedía la tradicional explotación de las tierras como se venía haciendo bajo la dominación islámica en connivencia con el control económico de los judíos. Todo cambió con la reconquista y la expulsión de los judíos y más tarde con la de los moriscos (en número de 360.000 según algunos autores, en el reinado de Felipe III, 9 de abril de 1609, ahora en 2009, cumple el cuarto centenario). Dicha expulsión tuvo relevancia en Extremadura[1] (Hornachos, Rivera del Fresno), de forma que ya en 1609 el extremeño Pedro de Valencia sugirió siete alternativas distintas aparte de la expulsión, reconociendo en los moriscos una plasticidad política y cultural, una capacidad de adaptación, que podía conjugarse con los cristianos en el marco de una España tolerante, que localmente la hubo, aunque no por el poder central.
En el siglo XIX, el antiguo régimen medieval, basado en el poder de los nobles y la iglesia, como estamentos en estrecha connivencia, pasó a ser sustituido por el poder de una clase emergente, la burguesía, comercial, industrial y que accedía con fuerza a la propiedad y a los medios de producción. Había nacido la revolución liberal. En estas circunstancias, surgió la Desamortización (que no es el caso tratarla en profundidad en este momento), la cual no dio los frutos esperados, suponiendo una acumulación de tierras en manos de los que ya las tenían y que eran, según se pensaba, quienes las podían comprar, aunque se dio la paradoja que en la mayor parte de los casos las compraron a crédito, lo que supuso la no consecución de uno de los objetivos buscados como era la obtención de afectivos económicos por parte del Estado. Otros sectores de la burguesía no los pudieron comprar al no tener acceso a los créditos, los cuales eran controlados y concedidos esencialmente con motivos políticos. La citamos porque las tierras públicas de los alrededores de Guaditoca fueron todas desamortizadas (Historia de Guadalcanal de Andrés Mirón).
En la España agraria, que era casi toda, la burguesía emergente compró tierras posteriormente, a lo largo del siglo XIX y parte del siguiente, a los nobles, que se aprovecharon en su día, de la desamortización de las tierras, y que por los demás nunca fueron explotadas bajo las directrices de la denominada revolución agraria del XIX (a la sombra de la revolución industrial, e inexistente en España, respecto a los países anglosajones y Norteamérica). Con este motivo, la no aparición de técnicas modernas de producción agraria y las existentes relaciones de poder dieron lugar al nacimiento del caciquismo y el estancamiento de la situación rural, con las consecuencias conocidas de los acontecimientos del siglo XX. Una postura de cambio supuso la de los Regeneracionistas, con Joaquín costa a su cabeza, en el primer tercio del siglo XX, orientada esencialmente a la modernización de la agricultura y la construcción de embalses para la creación de regadíos. Lo que dio lugar al “Plan Nacional de Obras Hidráulicas” promovido por el socialista Indalecio Prieto (1933), donde se incluían, entre otros, proyectos como el “Plan Badajoz” y otros en el valle del Guadalquivir (Plan de Riegos del Viar,…).



[1] Próximo a Guadalcanal existían importantes asentamientos como los citados de Hornachos y Rivera del Fresno, que fueron frutos de la expulsión, pero que algunos de ellos, conversos, se refugiaron en los alrededores, sobre todo en las regiones montañosas de Sierra Morena que a la vista estaban. Podemos comprobar cómo desde el término de Guadalcanal se ve la sierra de Hornachos, igual a la inversa. En algún lugar he leído que eran esencialmente hortelanos, por lo que es probable que llevasen su oficio a los nuevos asentamientos y también lo es, que el gran número de huertas existentes en el término de Guadalcanal tuvieran ese origen.

martes, 28 de octubre de 2014

GUADALCANAL Y EL GANADO MERINO (2 de 6)

Cayetano Yanes Durán, profesor Universidad de Sevilla

Siendo el de mayor importancia para nosotros el territorio controlado por los santiaguistas, nos limitaremos a él. Previamente, como dato curioso, haremos un inciso e indicaremos que ya en la edad media se diferenció en gran manera el consumo de carnes, de forma que en el norte se consumía más carne de cordero y en el sur más de cerdo. Ello derivaba de que el consumo de carne de cerdo alejaba la sospecha de judaísmo por un lado y de islamismo por otro, con lo cual, se alejaban las sospechas que la Inquisición podría tener sobre la religión profesada por las familias, si eran moriscos, judíos o si eran conversos, o no, en ambos casos. Esta simple orientación en las costumbres de consumo culinario, de origen religioso, ha llegado hasta nuestros días. Nos podríamos preguntar ¿por qué se consume en la actualidad más carne de ovino en el norte que en el sur, cuando éste último estuvo más tiempo bajo la ideología islámica y una mayor cabaña ovina? En lo anterior tenemos la respuesta, que extenderemos a continuación.
Los análisis de varios autores (Sánchez Albornoz) concluyen que la diferenciación del consumo de carnes tuvo su origen en orientaciones religiosas, siempre influyentes en la historia de España, de alguna u otra forma y sobre todo en la reconquista y siglos posteriores, el tema de la pureza de sangre fue una cuestión ampliamente controlada por la Inquisición. En el sur de España, donde los problemas planteados por los levantamiento de los moriscos y las sospechas sobre la población tenían mayor relevancia. La Inquisición efectuaba en el sur un mayor control que en el resto de la península, consecuentemente, el consumo de carne se instituyó como un primer control sobre la sospecha de tendencias religiosas, por tanto, la costumbre durante siglos orientó a la población hacia un tipo de consumo cárnico, al cerdo, más que al ovino.
En estrecha relación con la fecha de la feria de Guaditoca relataremos una resumida cronología del movimiento del ganado ovino. Los distintos autores nos relatan que la subida (retorno) al norte de los rebaños que bajaron para pasar el invierno hacia los Extremos, se hacía a partir de abril y esencialmente durante el mes de mayo, primero los moruecos, seguido de las hembras de parir y por último los corderos. Como decimos, antes de la vuelta se concluía el esquileo, con cuadrillas de 120-130 esquiladores que pelaban al día un millar de cabezas, fomentando paralelamente en algunos pueblos el oficio del herrero artesano que preparaba las tijeras (entre otros utensilios), caso de Guadalcanal, donde probablemente, debido a ello, se les conocía como fuelladotes (que derivó con el tiempo en folladores), denominación que deriva de la tarea del movimiento manual del fuelle de las fraguas. La lana bien preciado y principal producto del ganado lanar se vendía en las ferias, transportándose hacia mercados más importantes como el de Segovia, Medina del Campo y posteriormente Burgos, donde existía una especie de aduana de lanas, donde se cobraban los impuestos reales, se controlaba la producción y almacenándose durante los veranos grandes cantidades de lanas que posteriormente saldrían hacia Inglaterra y Flandes vía los puertos de Santander, Bilbao y San Sebastián. Posteriormente, después del descubrimiento de América, sobre el año 1505 se estableció otra aduana en Sevilla, a imitación de la de Burgos, más concretamente en la casa de Contratación de Indias, para la venta de lanas al mercado de Nueva España, por lo que el transporte de estas mercancías, y otras, sufrió un cambio de orientación, donde entran en juego los caminos de la comarca a que nos referimos.
El mercado de lanas sufrió una gran desorganización, respecto a la exportación después de la controvertida expulsión de los judíos, al ser estos los encargados, o personas expertas, de los tramites propios de la exportación. En el reinado de Carlos I, con la conflictiva llegada de expertos genoveses y flamencos, volvió a establecerse la normalidad en la exportación, no sin antes plantearse conflictos de origen económico debido al cambio comercial y que concluyó con un levantamiento popular denominado de los comuneros.
Veamos la importancia de los mercados o ferias. La vida pastoril, como sabemos, tuvo importancia en la literatura de la baja edad media, tanto en novelas como en los romances, en mayor escala en estos últimos por ser más fáciles de recitar en los momentos de descanso. Debido a motivos del movimiento económico en torno a las merinas, la industria y comercio florecieron en lugares donde tenían relevancia las estancias ganaderas, o lugares en los que se concentraban las mayores cabañas trashumantes, o donde se realizaban las transacciones –en las ferias como hemos indicado-. En la zona de influencia santiaguista las ferias más renombradas eran las de Zafra y Guadalcanal, ambas bien comunicadas entre sí por la “cañada de las merinas” que hacia el oeste, a través de las actuales fincas de Santamarina, La Torrecilla, enlazaba “la Vega” con los términos de Fuente del Arco – aproximadamente en el Pencón, a dos kilómetros de la estación de Fuente del Arco se le cruza otra cañada, que se dirige al sur hacia “sayales” y al norte por las fincasValjuncoso y Malajuncia, es inundada por el pantano de Llerena, siguiendo hacia Campillo de Llerena y posteriormente a la Serena-, el ramal del sur sigue hacia Llerena, Villagarcía de la Torre, Usagre –en su término se cruza con la Real Leonesa que baja desde Palomas por Hinojosa del Valle- y Zafra; son caminos utilizados en la actualidad para llegar a los agostaderos extremeños, caminos todos bien rectos y llanos y hoy, por desgracia, bastante decaídos e ignorados. Los caminos y cañadas que desde Guaditoca se dirigen al norte (hacia Azuaga) son menos conocidos en la actualidad, debido a los impedimentos existentes hoy en las fincas (prácticamente “cerradas”) de los aledaños para transitar por ellos.
Respecto al último párrafo que habla de las actuales restricciones al paso por los caminos que atraviesan las fincas referidas, me viene al recuerdo la teoría que escuché en una charla del catedrático de Antropología de la Universidad de Sevilla Isidoro Moreno, en la que exponía la teoría, no suya propia, pero establecida y reconocida, por la que se nos consideró al pueblo andaluz y extremeño (y en general al español) como constituyentes de una sociedad denominada por ciertos sectores europeos como El Primitivo Cercano[1] . Más adelante, en un capítulo posterior, me referiré a ella.
Otras conocidas cañadas de la zona de Guadalcanal, además de la citada “de las merinas” que desde Llerena a la vega de Guaditoca y posteriormente por la loma de “zamon” gira hacia el sur, hacia San Miguel de la Breña y más adelante baja por el nacimiento de la rivera Benalija hacia el “donadío” denominándose “cañada de las merinas”, y que comunica Guaditoca con la “senda de los sayales” (a la que nos referiremos a continuación). La conocida por la “senda de los sayales”, tal vez la más importante del término, transcurre de este a oeste por el sur del término de Guadalcanal. Se cruza con la “cañada real leonesa” en el término de Fuente de Cantos, aunque antes se le bifurca un ramal directo hacia dicho pueblo, uniéndose en el mismo casco urbano con la real leonesa, en la que se denomina calle Guadalcanal. Posteriormente dicha senda pasa junto al pueblo de Calzadilla de los Barros, cruzándose en términos de Medina de la Torres (en la finca denominadas “las Cañadas” a la que aludiremos más tarde), con otra que transcurre, paralela por el oeste a la “real leonesa” -desde Palomas, Hinojosa del Valle a Jerez de los Caballeros, cruzando la carretera nacional 432 en el denominado “cruce de Zafra”-, posteriormente, la “senda de los sayales” se dirige a Zafra, junto a los caminos vecinales de Bienvenida a Zafra y de Calzadilla a Zafra, siguiendo hacia Feria, Santa Marta, Badajoz y Portugal.
La “senda de los sayales” es de especial importancia porque da la impresión que comunica el Mediterráneo (desde Almería y Granada) con el Atlántico allá en Portugal, y se acerca desde Córdoba hasta la comarca de la que escribimos. Su nombre deriva de un tipo de vestimenta medieval elaborada con parte de lana de poca calidad, y denominado “sayal”, de ahí viene el nombre utilizado en el refrán “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”. Comunicaba de este a oeste la parte sur de la zona santiaguista, más concretamente, en lo que conozco hasta ahora, la campiña cordobesa subiendo desde los puentes sobre el Guadalquivir en Montoro (Córdoba, por él hacia el norte se dirige el camino de Toledo y el puerto del Calatraveño), o el romano de Córdoba, dirigiéndose al noroeste por Peñaflor, Palma del Río, Puebla de los Infantes, Constantina, Cazalla, Guadalcanal, Fuente del Arco, Llerena, Montemolín, Fuente de Cantos (allí cruza con la “leonesa” que bajaba desde León hasta la comarca de Aracena, la leonesa se cruza con la “Ruta de la Plata” –autovía y carretera nacional- junto a dicho pueblo), Calzadilla de los barros (donde se cruza sayales con la “Ruta de la Plata”), Medina de las Torres, Puebla de Sancho Pérez, Zafra siguiendo hasta Portugal. Dicha comunicación es paralela por el sur con la calzada romana que comunicaba Mérida con Cartagena (Cartago), puerto del Mediterráneo.



[1] Ver capítulo sobre el Primitivo Cercano

viernes, 24 de octubre de 2014

Enhorabuena al IES “SIERRA DEL AGUA” de Guadalcanal.


         El Instituto de Enseñanza Secundaria “Sierra del Agua”, de Guadalcanal, ha participado en el Programa nacional para la educación complementaria de alumnos “Rutas Científicas, Artísticas y Literarias” 2014, que realiza el Ministerio de Educación.

       El objetivo del Programa de “Rutas Científicas, Artísticas y Literarias” pretende además de dar continuación a los conocimientos recibidos por los alumnos en el aula, mejorar y presentar de forma más atractiva la formación recibida en sus respectivos centros, a través de entornos más experimentales y visuales. Esto favorecerá no sólo a su formación artística, literaria, científica, cultural, histórica, medioambiental y social, sino también a su desarrollo integral.

            En el apartado donde se presentó nuestro Instituto, habían participado un total de 235 centros de formación, de todas las Comunidades Autónomas de España, de los que sólo 16, obtendrían el premio en esta categoría.
         Realizada la selección por el Ministerio de Educación, ha resultado que el IES “Sierra del Agua” ha conseguido uno de los premios, que consistía en una visita a una de las rutas que se realizan por diferentes regiones de España.

      Tenemos que dar la enhorabuena a los alumnos que han participado, profesores, Dirección de Estudios y Director del Instituto, no sólo por el premio conseguido, sino que además, ha sido el proyecto con la mejor calificación de los 235 presentados, con una nota de 9,25 puntos.

           El viaje conseguido lo realizarán en la semana del 16 al 22 de noviembre, por la Ruta nº 3 que se desarrolla en el Principado de Asturias y Santander, donde visitarán todos los lugares que aparecen en la fotografía inferior.



GUADALCANAL Y EL GANADO MERINO (1 de 6)

Cayetano Yanes Durán, profesor Universidad de Sevilla

                         A la memoria de Pepe, amistósamente “el barba”, como representante más cercano del trashumante, típico soriano ganadero de ovejas, a quién los desatinos de “la lengua azul” se lo llevó y al que acompañé en el camino de la trashumancia parte de una jornada hasta llevar el ganado a la estación de Ferrocarril de Guadalcanal. Recuerdo lo que para mi era una balumba de ovejas, que gracias sólo a los perros pastores se podía gobernar. Con todo, en ese trayecto que recorrimos juntos se quedaron atrás algunas ovejas a las cuales no te podías dedicar ¡más tarde se recogerían!


1. La Mesta, la lana y las merinas
En otro escrito anterior, que consistía en un relato sobre el inicio del uso del vapor en las minas de plata de Guadalcanal, también se hablaba del entorno y la confluencia de caminos de herraduras y cañadas en la comarca y alrededores de la mina. Otro de los aspectos que quisiera tratar, motivo de estas letras, es la tradición que la referida comarca ha tenido en la explotación del ganado merino. Ahora, en tres breves capítulos hablaremos, sin grandes ambiciones historiográficas o literarias, de un tema económico relacionado con el ganado lanar, junto a otros aspectos de historia económica.
Después de la reconquista, la comarca sur de Extremadura y norte de Andalucía tuvo la particularidad de ser tierra de lindes, donde confluían intereses de distintas organizaciones de poder de la época, como son los obispados de Córdoba, de Sevilla, la Orden de Santiago,… La presencia de la feria de Guaditoca, y otras coincidencias nos lleva a relacionar estas vías pecuarias, hoy prácticamente perdidas, con la influencia histórica y económica de una forma de explotación agraria propia de la época, la de las ovejas merinas y paralelamente la presencia e influencia de una importante organización como fue la Mesta, exactamente denominada Honrado Consejo de la Mesta, que tuvo su nacimiento en la época de Alfonso X el sabio, prolongándose su existencia hasta los decretos de Campomanes en 1789 y su definitiva desaparición por el año de 1832.
Para una introducción en el tema, veamos los orígenes de la raza merina, base de la producción lanar para la organización de la Mesta, de gran importancia en la economía del Reino de Castilla. Asimismo de las vías pecuarias y, qué duda cabe, de la relación de ambas con la comarca que nos empeña y concretamente en el sitio donde se celebraba la feria en la denominada “vega de Guaditoca”, de enorme influencia en la economía de Guadalcanal, como se indica ampliamente en la obra “Historia de Guadalcanal” de Andrés Mirón, llegando hasta el siglo XIX en la que fue fruto de la desamortización y otros avatares.

Como opina Julius Klein, profesor en Harvard y estudioso de la Mesta, que durante los años 1912-1914 fue becado para realizar estudios en España y en otros países europeos. El tema de la Mesta, al parecer, le fue sugerido por historiadores españoles, estudiando para ello los archivos, entre otros, de la Asociación de Ganaderos del Reino. Un tema apenas tratado en el libro de Klein es cuál es el verdadero origen de la creación de la Mesta. Fruto de su trabajo de investigación fue el interesante libro La Mesta, Estudio de la Historia Económica de España1273-1838 (Alianza Editorial SA, Madrid 1990), Klein indica que la raza merina en España proviene, en la opinión más aceptable y extendida, de origen africano. Los Beni-Merines, tribu del norte de África, que se trasladaron a la península acompañando a los bereberes, como una tribu más del grupo, en el período Almohade (1146) (Pág. 19 del libro citado), las trajeron a la península, dando origen a su nombre. Antes, afirma el autor, dicha raza era desconocida en España, donde esencialmente existía la raza “churra” (dedicada esencialmente para carne). Este hecho está suficientemente argumentado por diferentes autores, por lo que no hay otras posibilidades de elección sobre su origen. Otro hecho que indica que el origen de la generalización de la raza ovina es de origen norteafricano es que muchas palabras unidas a la explotación de este ganado tiene ese origen: zagal, rabadán, rafala, morueco, cabaña, mechta (mesta), etc. Curiosamente la palabra merina, relacionada con el ganado ovino, con la lana y su comercio, no aparece en Castilla hasta mediados del siglo XV. Las citas más remotas son de 1442 (reinado de Juan II), de 1457 (reinado de Enrique IV).
Para enfocar el tema desde la óptica de la feria que se celebraba en la “Vega de Guaditoca”, resaltaremos ciertos hechos: la aparición de la Virgen de Guaditoca le aconteció a un pastor, en una calzada ganadera y en fecha de máximo auge de la Mesta, luego, por tanto, es fácil encontrar una correlación entre todo esto. Como complemento, hemos de decir que las mayores cabañas de ganado trashumante eran propiedad de la nobleza y de la Iglesia, ejemplo, el “monasterio de Guadalupe” disponía de 10.000 cabezas en 1592 y de 20.000 en 1680. Durante las circunstancias adversas de la hambruna del XVI-XVII la mayor parte de los pequeños ganaderos desaparecen, siendo los grandes ganaderos los que sobreviven, acentuándose la concentración de ganado en grandes propietarios. El número de cabezas controladas por la Mesta tuvo su número más alto a la mitad del siglo XVI y del XVIII.
Asimismo, el origen de las calzadas castellanas que dieron paso al nacimiento de las cañadas usadas en el traslado del ganado trashumante, da lugar a otra controversia. En principio estas calzadas, existentes en todas las regiones de España tienen, según algunos autores, un origen anterior a la invasión romana, siendo aprovechadas por los romanos como origen de la organización de las mismas y de sus comunicaciones; respecto a su uso para tránsito de ganado, se citan en el Fuero Juzgo, código visigodo, donde se legisla sobre ciertas calzadas destinadas al tránsito del ganado trashumante.
Posteriormente, en la edad media, establecida la situación económica de este tipo de ganadería, de notable interés para la economía de la época, que aprovechaba zonas cuya producción o recursos naturales variaban de forma muy diferente según la época del año y las condiciones meteorológicas, emigrando desde las sierras hasta las zonas más al sur denominadas extremos, como se llamaban a las dehesas y valles del mediodía, que constituían los invernaderos. Al mismo tiempo se aprovechaba una franja de terrenos entre los reinos cristianos y musulmanes, de unos 100 km, peligrosa para la utilización de cultivos, con ganados que eran móviles ante situaciones de peligro. En otras zonas rivereñas y para evitar los conflictos entre los ganaderos y las tierras cultivadas además de las lindes de las calzadas, (conflictos que existen hoy día) se fueron elaborando unas leyes que fueron el origen de la Mesta, como se llamaba a la organización que controlaba el importante sector económico ganadero-textil derivado de la explotación del ganado ovino. De esta manera se legislaron anchuras de las cañadas, cordeles, asentamientos, descansos, abrevaderos y otros pormenores de tan importante comunicación pecuaria que significaba la trashumancia.

Tres eran las principales cañadas que en la península se dirigían al sur: la del Oeste o Leonesa, la del Centro o Segoviana, y la del Este o Manchega. De alguna manera cada una de ellas se había vinculado con alguna orden religiosa. La de Alcántara se limitaba a las tierras del noroeste de Cáceres en los alrededores del Tajo, distribuida desde la zona de Alburquerque (Badajoz) hasta la zona de Coria y Plasencia, y cuya capital era Alcántara; por otro lado, disponían de invernaderos también en la comarca de la Serena Extremeña, cuyo centro era Villanueva de la Serena. La Orden de Santiago disponía de invernaderos en una región que comprendía entre las dos comarcas controladas por la orden de Alcántara y dirigiéndose al sur más próximas a Sierra Morena, la linde sur comprendía por el este desde Cantillana a Hornachuelos, al oeste sierra de Aracena y lindantes con Portugal, el Este Hornachuelos-Azuaga-la Serena y al Norte Mérida incluida. La Orden de Calatrava, más lejana en nuestro estudio, controlaba Castilla la Mancha y bajaba al sur desde Cuenca (sierra de Albarracín) por el camino de la Mancha hasta la campiña al este de Córdoba y con otro ramal hasta Murcia.

martes, 21 de octubre de 2014

MALCOCINADO (5 DE 5)


                                         Manuel Maldonado Fernández

     Pese a las quejas de Fontán, al día siguiente (12 de junio), en la plaza existente frente a la iglesia se constituyó la mesa electoral, procediendo en primer lugar a la elección de dos escrutadores y un secretario. En este proceso intervinieron 24 electores, saliendo elegidos Juan Alcántara y Pedro Grueso, como escrutadores, y Manuel Moreno como secretario de la mesa electoral.
      Acto seguido se procedió a la votación de los miembros del nuevo ayuntamiento, participando 31 malcocinenses. A resultas del proceso electoral salió elegido Juan Alcántara, como alcalde constitucional; Pedro Grueso, como primer regidor; Francisco Grueso, como segundo regidor; y Manuel Moreno, como síndico, quienes tomaron posesión de sus responsabilidades políticas, jurando sus respectivos cargos.
      Al día siguiente (13 de junio de 1842, festividad de San Antonio de Padua) se celebró el primer pleno, en cuyo desarrollo,  tras manifestar los asistentes su satisfacción por la nueva situación jurisdiccional, tomaron los siguientes acuerdos:
-  Nombrar a San Antonio de Padua por patrono tutelar, cuyo día será enteramente festivo y se publicará por bando para la común inteligencia en su víspera todos los años, y habrá función de iglesia.
- Nombrar secretario del ayuntamiento a D. Juan Santaella, voluntario nacional.
       En días sucesivos, siguiendo lo dispuesto por las leyes en vigor, empezó a funcionar el ayuntamiento con normalidad, consciente de que quedaba pendiente un problema de complicada solución: el deslinde de términos con la villa matriz, que además afectaba al deslinde de provincias entre la de Badajoz y Sevilla.            Con este último objetivo, pero 18 meses después (el 16 de diciembre de 1843), se presentaron en la nueva villa delegados de ambas diputaciones provinciales para el concretar el deslinde, pues, como hemos adelantado, afectaba igualmente a la división provincial. Para entonces ya habían citado en tiempo y forma a las partes implicadas en el deslinde (Alanís, Guadalcanal y Malcocinado), a cuyo acto asistieron sus respectivos peritos y representantes. No fue convocada para estos efectos la villa de Azuaga, entendiendo que sus límites estaban históricamente bien definidos respecto a Guadalcanal.
       Tomaron inicialmente la palabra los representantes de Alanís, manifestando no entender su citación, pues lo que allí se iba a dilucidar era un asunto que afectaba exclusivamente a Guadalcanal y Malcocinado. En definitiva, no pensaban ceder ni una cuartilla de tierra de su término.
       Por lo contrario, los de Guadalcanal entendían que la asignación de término para la nueva villa debía llevarse a cabo cediendo término Alanís, Azuaga y ellos mismo, trazando un círculo de determinado radio con centro en Malcocinado. Respecto a la no citación de Azuaga, los guadalcanalenses criticaban esta situación, máxime cuando su término llegaba hasta las últimas casas de Malcocinado.
    Oídas las partes, los representantes de ambas diputaciones provinciales determinaron asignar término a la nueva villa sólo tomándolo del de Guadalcanal, de tal manera que al día siguiente (17 de diciembre), aún sin determinar las lindes, tomaron los malcocinenses la posesión simbólica de su término, aún por determinar. Para ello, a instancia del representante de la diputación de Badajoz, escenificaron un acto protocolario a la antigua usanza, encaminándose las autoridades y el vecindario al sitio de  las Haitillas y, llegados allí, agarrados de la mano, el comisario y el síndico se pasearon por dicho predio, cogieron puñados de tierra y lanzándolos al aire, haciendo a continuación un mojón redondo; es decir, lo que se entendía como actos y señales protocolarias de posesión jurisdiccional, indicando con ello que el predio en cuestión, más los que pudieran corresponderles en el deslinde pendiente de ejecutar, quedaban quieta y pacíficamente en posesión de la nueva villa, sin contradicción alguna.
            Dadas las divergencias y contradicciones existentes, el deslinde de términos no llegó a efectuarse hasta casi una década después. En efecto, en 1851 se presentó por fin la oportunidad de repartir términos entre ambas villas, asunto bloqueado ante los numerosos recursos presentados por Guadalcanal. Para ello se siguieron disposiciones tomadas en Madrid (22 de julio de 1850), donde las instancias superiores tomaron la decisión de que el primitivo término guadalcanalense debía repartirse en función del número de vecinos de una y otra villa, situación ya estudiada por Guadalcanal, por lo que, en una junta conjunta de ambos ayuntamientos celebrada el 4 de Febrero de 1851, los munícipes guadalcanalenses estimaron que a la nueva villa le correspondía una onceava parte del término común, propuesta que, salvo algunos flecos, aceptó Malcocinado. Por ello, en días sucesivo se procedió al correspondiente amojonamiento, celebrando una concordia que más adelante (1 de agosto de 1871) fue discutida, siendo necesaria la participación y certificación de los funcionarios del Instituto Geográfico y Estadístico, prolongándose la intervención de este Instituto hasta cerrar el definitivo deslinde en 1904 (VILA SERRA, J.  Ley Provincial, Madrid, 1906).


viernes, 17 de octubre de 2014

MALCOCINADO (4 DE 5)


                        Manuel Maldonado Fernández

II.- SEGREGACIÓN DE GUADALCANAL Y ADQUISICIÓN DEL VILLAZGO

     No hemos podido localizar noticias relevantes sobre la aldea (Aldeanueva de la Victoria, que éste fue el nombre que adoptaron transitoriamente) y su relación con la villa matriz en los documentos del archivo local durante el intervalo de 1833 a 1842. Intuimos que, lejos de mejorar, se enconarían aún más, pues en esta última fecha la aldea decidió segregarse de Guadalcanal, constituyéndose en villa (Villanueva de la Victoria, que este nombre de difícil gentilicio parece que siguieron adoptando), desligándose también de la provincia de Sevilla e incorporarse a la provincia de Badajoz. Para ello, los malcocinenses darían los pasos precisos, de los cuales no tenemos referencias oportunas en el Archivo Municipal de Malcocinado, ni en el de Guadalcanal, ni en los Boletines Oficiales de las provincias de Badajoz y Sevilla, que ya se publicaban desde enero de 1835.
 Sí es conocido que el 12 de abril de 1842, los malcocinenses consiguieron su objetivo, según hemos podido recoger del blog de Rafael Candelario Repisa (http://guadalcanalpuntodeencuentro.blogspot.com. Se trata de un comunicado del jefe del gobierno político  de la provincia de Badajoz (el gobernador), quien mandó insertar en el Boletín Oficial de dicha provincia la siguiente disposición del Regente del Reino:
El Exmo. Sr. Secretario de Estado y Despacho de la Gobernación de la Península, con fecha 12 del actual, me dice lo siguiente:
“El regente del Reyno en vista del expediente remitido por V.S. el 21 de marzo último sobre separación de la Aldea de Malcocinado de la villa de Guadalcanal, se ha servido resolver que la referida en virtud de reunir las circunstancias que la ley previene, quede totalmente emancipada de la dependencia de Guadalcanal, constituyéndose su ayuntamiento por sí con arreglo a las leyes, procediéndose inmediatamente a la formación de expediente oportuno, para la división del término y aprovechamiento que hasta el día hayan sido comunes a ambas poblaciones. De orden del Regente lo digo a V.S. para cumplimiento a efectos siguientes.
Lo que traslado a V.S. para con arreglo a lo Preinscrito en el artículo 84 de la Ley 3 de Febrero sirva formar el oportuno expediente al efecto.
Dios que a V.S. m. a., en Badajoz, a 16 de Abril de 1842
Cayetano Cordero.- (Exma. Diputación de la Provincia)

       Los primeros folios del primer libro de Actas Capitulares del Ayuntamiento de Malcocinado (edición digital de la Diputación de Badajoz, ES.06077.AMMAL/11.1.01//2, fotogramas 1-90) tratan sobre el expediente generado a resultas de su emancipación.
       El primero de los documentos se refiere precisamente a la Resolución anterior, siguiéndole otro, fechado el 16 de mayo y firmado por el secretario de la Diputación de Badajoz, D. Nicolás Coronado. En el citado documento, D. Nicolás daba conocimiento de la Resolución del Regente a las autoridades de Guadalcanal, para que obrasen en consecuencia; es decir, que no pusiesen traba alguna a la emancipación de Malcocinado y se reuniesen ambos ayuntamientos para repartir el término jurisdiccional entre las dos villas.
     Continuando con el citado libro de Actas Capitulares, el 2 de junio siguiente, D. José Antonio Ortiz, diputado provincial por los distritos de Azuaga y Llerena, en nombre de dicha institución, comunicó por escrito a Manuel Moreno, uno de los malcocinenses promotores de la exención, la necesidad de que la nueva villa se organizase para elegir a los oficiales de su ayuntamiento; es decir, que se convocase y efectuase el proceso electoral oportuno para constituir el primer consistorio municipal.
   El Sr. Ortiz delegó la instrucción y el desarrollo del proceso electoral en D. Pedro María Robledo, escribano de la nación y teniente de la primera compañía de fusileros en la villa de Azuaga, quien aceptó y juró su cargo el 4 de junio siguiente. Por ello, días después (11 de junio), D. Pedro se presentó en la casa del alcalde pedáneo, Juan Ruiz, con la documentación relativa a su comisión. Éste último manifestó ser sólo alcalde pedáneo, por nombramiento y decisión del ayuntamiento de Guadalcanal y de su alcalde, D. Manuel Fontán, quien precisamente estaba ese mismo día en Malcocinado,  y a quien remitía.
     El comisionado se encaminó a la casa que Fontán tenía abierta en Malcocinado, no pudiendo abordarlo hasta las 11 de la noche. Éste, por escrito le hizo saber que no estaba de acuerdo con la exención de Malcocinado, contestándole el comisionado mediante un largo y elaborado alegato jurídico, diciéndole, en resumen, que como simple alcalde no era nadie para contradecir las disposiciones del Regente del Reino. En todo caso, continúa D. Pedro, sería la Diputación de Sevilla, o su gobernador, la institución o persona adecuada para recurrir tal disposición.

lunes, 13 de octubre de 2014

MALCOCINADO (3 DE 5)

                   

                          Manuel Maldonado Fernández

     Respecto a la división provincial establecida en 1833 a instancias de Javier de Burgos, en realidad esta redistribución ya venía proponiéndose desde fechas anteriores. En efecto, los políticos de principios del XIX habían presentado sucesivos e improvisados planes de división territorial. El primero, tras una propuesta desarrollada entre 1801 y 1805, fue abordado en 1810 bajo el reinado afrancesado de José Bonaparte, contestado a continuación por otra iniciativa del gobierno constitucional de Cádiz en 1813, ambas sin tiempo para ponerse en práctica por cuestiones militares y políticas. Tampoco llegó a cuajar el intento liberal de 1822, ni el que se propuso en 1829 al amparo del Real Acuerdo de 22 de Marzo, aunque este último sirvió de base para el definitivo reparto de 1833.
          Ahondando algo más en esta cuestión, especialmente en lo que más nos atañe, el criterio de división interprovincial que venían utilizando se fundamentaba en los accidentes geográficos más notables (cordilleras y cuencas hidrográficas), buscando, además, una distribución equilibrada en los aspectos de superficie, riqueza y población, por encima de relaciones históricas[1], por lo que en todas las propuestas citadas se establecía que Guadalcanal-Malcocinado y otros pueblos santiaguistas (Azuaga, Fuente del Arco, Puebla del Maestre, Valverde, etc.) debían pasar a Andalucía.
        La división definitiva, tal como la conocimos antes de entrar en vigor la Constitución actual y el Estado de las Autonomías, empezó a forjarse en 1829 (Real Orden de 22 de Marzo). Días después de su publicación, acompañada de unos estudios cartográficos realizados en Madrid, la Real Orden fue remitida a la Audiencia de Cáceres para su ejecución, con la advertencia de que algunos aspectos puntuales quedaban abiertos a las sugerencias o reparos que allí pudieran establecer[2]. En lo que más nos atañe, en la Real Orden se contemplaba que ciertos pueblos de la zona más meridional de Extremadura debían quedar incluidos en la nueva provincia de Sevilla, como eran los casos de Azuaga y parte de su término, Fuente del Arco, Guadalcanal, parte del término de Montemolín, Puebla del Maestre y Valverde de Llerena; es decir, el límite entre ambas regiones venía determinado por el cambio de vertientes entre el Guadiana y el Guadalquivir.  Con esta finalidad, en Cáceres se nombró a don Juan Antonio Ortiz como comisionado para presidir los deslindes con la nueva provincia de Sevilla, recibiendo órdenes expresas de recoger la opinión de los pueblos extremeños que pusiesen algún reparo por pasar a depender de Andalucía.
     Según los datos recogidos por el Sr. Ortiz, los pueblos extremeños afectados por el cambio de provincia, salvo Guadalcanal, manifestaron su disconformidad, redactando el oportuno informe y asumiendo como propias las quejas de dichos pueblos, como igualmente fueron asumidas por la Real Audiencia de Extremadura. En realidad, aunque no tengamos constatación cierta, entre las máximas autoridades extremeñas y andaluzas debieron llegar a ciertos compromisos mínimos, consistentes en que Guadalcanal y su aldea de Malcocinado pasarían a la nueva provincia de Sevilla y Fregenal y su entorno a la de Badajoz, como así ocurrió, quedando el resto del territorio en la situación anterior[3].
     En la documentación que se localiza en el Archivo Municipal de Guadalcanal, apenas se recogen datos sobre este importante asunto. Es más, las pocas referencias localizadas al respecto nos inducen a pensar que las autoridades locales le dieron poca importancia.Así, en el pleno celebra­do el 6 de febrero de 1834 los oficiales guadalcanalenses acordaron dirigirse a los subdele­gados de fomento de las provincias de Sevilla y Badajoz, pidiendo que se pronunciaran ante las noticias aparecidas en el Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, donde se daba por hecho que Guadalcanal quedaba incorporado a la provincia de Sevilla. La respuesta llegó el 3 de octubre siguiente, recibiendo un oficio del jefe del político de la provincia de Sevilla, nombrando a los nuevos oficiales del Ayuntamiento en sustitu­ción de los nominados a primero de año desde Badajoz. En Guadalca­nal, ratificando la indiferencia considerada, se obedeció tal disposición, sin ningún comentario, ni celebra­cio­nes, ni descontentos especiales, seguramente porque la mayoría del vecindario estaba de acuerdo con incorporarse a Sevilla y a Andalucía. Al menos esto es lo que se deduce de lectura de las Actas Capitulares.



[1] BURGUEÑO ÁLVAREZ, J. Política de la España constitucional. La división provincial, Madrid, 1996.
[2] AHPC, Sec. Audiencia, legs. 572 y 376/ 1 y 2.
[3] MALDONADO FERNÁNDEZ, M. La villa santiaguista…, op. cit.

viernes, 10 de octubre de 2014

MALCOCINADO (2 DE 5)

                     

                              Manuel Maldonado Fernández


       No disponemos del documento correspondiente al sorteo de las parcelas referidas en Guadalcanal, aunque sí tenemos la oportuna constatación documental en los casos de Reina y Casas de Reina. Sin embargo, por el Interrogatorio de 1802[1] comprobamos que las medidas tomadas por los ilustrados, incluida la denominada desamortización de Godoy, cambió sensiblemente la propiedad, distribución y uso de la tierra del término de Guadalcanal, alcanzando ahora la propiedad privada unas 8.000 fanegas de las 27.500 que declaraban para todo el término, asunto importante de destacar, pues, 50 años antes y según los datos del Catastro, la propiedad privada estaba representada por escasamente 1.500 fgas., una buena parte de ellas en manos de los conventos femeninos locales[2].
   Por este último interrogatorio, sabemos que en Guadalcanal se repartieron, entre otras, unas 1.100 fanegas para el cultivo de la vid y el olivo en el baldío de Malcocinado y en las sierras del Viento, del Agua y de la Jayona, reparto por sorteo que debió ser equitativo entre los vecinos censados como agricultores, ganaderos o empleados en las tareas agropecuarias[3].
    Pues bien, enlazando ya con el asunto que más nos ocupa, entendemos que el asentamiento o aldea de Malcocinado tomó cuerpo definitivo a raíz de estas disposiciones ilustradas, pues desde entonces su vecindario creció vertiginosamente, precisamente acogiendo a familias procedentes de Guadalcanal, tomando desde entonces el baldío cuerpo de aldea; es decir, un asentamiento sin término ni jurisdicción, que quedó administrado desde la villa matriz. Así, según datos recogidos del archivo municipal de Guadalcanal, la evolución del número de vecinos en la villa y su baldío-aldea responde a las cifras que siguen:
-  En 1724 existían 656 unidades familiares registradas en Guadalcanal, de las cuales 651 moraban en la villa y 5 en el baldío y caserío de Malcocinado[4].
-   En 1752, siguiendo una de las respuestas al Catastro de Ensenada, de los 1.050 vecinos o unidades familiares registradas, 1.042 moraban en la villa y 8 en Malcocinado.
-  En 1791, según otra de las respuestas al Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura, 988 vecinos moraban en la villa y 48 en el ya importante caserío instalado en Malcocinado[5].
Por lo tanto, observamos un asentamiento espectacular de vecinos de Guadalcanal en el baldío de Malcocinado, pasando en algo menos de 40 años de acoger 8 unidades familiares a 48, todas procedentes de Guadalcanal tras el reparto y sorteo de tierras citado, circunstancia que propicio la separación de familias en primer grado, quedando una parte en la villa y otra en el baldío-aldea.
Llegado a este punto, y antes de abordar las circunstancias que debieron mediar para la definitiva segregación de Malcocinado, hemos de afrontar dos cuestiones importantes que, a nuestro entender, explican el motivo de dicha separación. Me refiero, por una parte, a las tempranas desavenencias que surgieron entre los moradores de la villa y los de su ya aldea; por la otra, a las consecuencias derivadas de la división provincial propuesta por Javier de Burgos (1833), que definitivamente concluyó con la separación de Guadalcanal de Extremadura y su incorporación a Andalucía, siguiéndole Malcocinado en esta nueva situación administrativa.
Sobre las desavenencias citadas, éstas ya surgieron a finales del XVIII, precisamente a cuenta de los cerramientos de fincas llevadas a cabo en Malcocinado, circunstancia mal vista por algunos importantes ganaderos de la villa. Según hemos podido constatar en documentos de la época custodiados en el Archivo Municipal de Guadalcanal, los enfrentamientos entre los vecinos de uno y otro asentamiento del mismo pueblo fueron frecuentes, quejándose los de la aldea de tratos vejatorios, como, por ejemplo, cuando reclamaban más atención espiritual por parte de los párrocos de la villa, que ni querían desplazarse a la aldea ni tampoco que en la misma se instituyese una parroquia. Se quejaban igualmente de la insuficiente atención sanitaria y educativa.




[1] AMG, leg. 125.
[2] Conviene aclarar que la superficie del término se estimó a la baja. En efecto, siguiendo datos más precisos su superficie actual es de unas 42.100 fanegas, es decir, 27.801 hectáreas, a las que habría que sumar las que hoy pertenecen a Malcocinado.
[3] En estas decisiones radica el origen del olivar en Guadalcanal y Malcocinado. En 1752 sólo se dedicaban a este cultivo unas 200 fanegas, pese a que ya el maestre Alonso de Cárdenas defendiera su cultivo y que igualmente el emperador Carlos V se mostrase partidario del mismo. Según se desprende del interrogatorio de 1802, los guadalcanalenses encontraron un gran beneficio con el cultivo del olivar en los parajes referidos, por lo que seguían pidiendo tierras con esta finalidad.
[4] Especialistas en esta cuestión, estiman que por cada unidad familiar hemos de considerar  3.7 almas o habitantes.
[5] Más adelante, una vez independizada la aldea de Malcocinado de la villa de Guadalcanal y tras su incorporación a partir del 12 de abril de 1842 a la provincia de Badajoz, en una relación de vecindario de los pueblos del partido de Llerena aparece Malcocinado con 468 habitantes, equivalentes a 134 vecinos o unidades familiares