viernes, 15 de agosto de 2014

Una página negra de la historia de Guadalcanal (4 de 6)

Foto del verdugo Don Casimiro Municio Agueda, publicada en el rotativo La Unión dos días antes de su actuación, 5 de febrero 1924.  Por cierto, dada la técnica de la época, es muy buena foto.
Foto Gelán.
El caso Rabazo
                                     Por Eleuterio Díaz López
La noticia de que el Rabazo ha entrado en capilla ha producido profunda impresión en Sevilla. El médico de la Cárcel pulsó al Rabazo al entrar en capilla observando que iba tranquilo, que tenía 70 pulsaciones por minuto. Constantemente se telegrafía a Madrid, insistiendo en la petición del indulto.
En cuanto a la ejecución se da la noticia muy escueta en el ejemplar del día 8 (fechada el 7) en la 1ª pág., pues dice expresamente que la autoridad ha prohibido que se den noticias explícitas sobre la misma. Solamente resalta y hace hincapié en la tristeza de la gente y que muchas familias se han ausentado de la misma para pasar el día en los alrededores
El jueves 7 de febrero de 1924, en la página 3ª, el diario “El Noticiario Gaditano” nos relata:
Esta mañana ha sido ejecutado Antonio Martínez Hernández (a) Rabazo.
Sevilla.- Durante toda la noche el reo Antonio Martínez Hernández (a) Rabazo ha estado acompañado en su “capilla” de los Hermanos de la Paz y Caridad, del capellán de la cárcel y otros sacerdotes y religiosos de diversas órdenes.
El reo mostrabase en un estado sereno, charlando con sus acompañantes y tomando café. Solo se advertíasele nerviosidad en la frecuencia con que fumaba.
A la ocho en punto el capilla indicole al reo que había llegado la hora trágica.
“El Rabazo” se puso de pie con serenidad y dijo:
-¡Vamos!, comenzando a caminar lentamente, impedido por los grillos, dirigiéndose hacia el patio de la cárcel donde se había levantado el patíbulo. Entre las manos llevaba un pañuelo blanco, que le levantaba los grillos para facilitarle la marcha.
El reo aún cuando notábase algo nervioso daba muestra de gran resignación.
Durante la noche dijo repetidamente a sus acompañantes que no tenía esperanzas alguna de que se le concediera el indulto.
El verdugo estuvo sólo, pues nadie le ayudó a que levantara el siniestro artefacto y cavar el hoyo del palo.
Al triste acto solo asistieron, además del personal y funcionarios judiciales, los periodistas sevillanos don Antonio López, don Fernando López Grosso y don José de la Flor, como vecinos de Sevilla.
El reo sentóse, pero como el corbatín estaba muy alto, tuvieron que colocarle dos o tres almohadas para elevarle lo suficiente.
Como en la operación transcurriera algunos minutos El Rabazo dijo con voz apagada:
- ¡A ver si terminamos pronto!
El verdugo atóle tres correas: una a la cintura y las dos restantes a los brazos y pies.
A las ocho y siete minutos, el verdugo llevó a cabo su terrible tarea, encontrándose arrodillados todos los que presenciaron el fúnebre acto.
El cadáver fue retirado inmediatamente y colocado en un ataúd.
Dijeronse funerales por el alma del reo y luego condujese al cementerio.
En los alrededores de la cárcel encontrabase una enorme cantidad de público, que esperaba ver la aparición de la bandera negra, señal de que ya había sido ejecutado Antonio Martínez “El Rabazo”.
La Prensa Asturde Gijón da la noticia el 8 de febrero fechada en Madrid el 7 y el 8 de esta forma:
La pasada noche y esta madrugada quedaron terminados preparativos para la ejecución del Rabazo ya que se había recibido oficialmente la noticia de que el indulto había sido denegado.
De madrugada se dijeron dos misas en la capilla de la prisión. En la segunda de ella Rabazo recibió la comunión.
El reo se mostraba muy decaído. Los sacerdotes y Hermanos de la Paz y Caridad le prodigaban palabras de consuelo. La capilla quedó constituida en el patio chico de la cárcel.
A las ocho y diez de la mañana quedó cumplida la sentencia. Presenciaron la ejecución además de las que reglamentariamente tenía que asistir cuatro periodistas sevillanos. Una vez que el verdugo cumplió con su misión los médicos se acercaron y reconocieron el cadáver. Doce minutos después de ejecutado el Rabazo los médicos notaron que aún se sentían pulsaciones y que todavía el corazón seguía latiendo. Cuando empezaron a paralizarse los latidos del corazón descendieron el cadáver del patíbulo y lo colocaron en una caja negra con galones dorados.
Los hermanos de Paz y Caridad que lo habían auxiliado hasta los últimos momentos recogieron el cadáver y lo condujeron metido en la caja a la capilla del cementerio
A la diez de la mañana se celebró en la Iglesia de la Magdalena un funeral por el alma de Rabazo, asistiendo los sacerdotes y los hermanos de Paz y Caridad que estuvieron con él hasta el postrer momento. Mañana se le dará sepultura.
En toda Sevilla reina una profunda consternación por haberse cumplido la terrible sentencia contra el Rabazo, aunque tenían muy pocas esperanzas de que fuese concedido el indulto dada la magnitud del crimen cometido por el reo.
“Crónica de Almería” da escuetamente la noticia de su muerte diciendo que había sido ejecutado esta mañana a las a las ocho en presencia de contadísimas personas. En los alrededores se congregaron algunos grupos de curiosos. Poco después el cadáver del reo fue conducido al cementerio. Los hermanos de Paz y Caridad le hicieron unos funerales como si se tratara de un socio de la hermandad.
Previamente en días anteriores había publicado noticias sobre gestiones del Alcalde y el Señor Rodríguez Jurado encaminadas a obtener el indulto.

Los hechos.
¿Qué ocurrió para que a este hombre le fuera aplicada la pena capital?
Así lo cuenta el periódico “El Liberal” edición de Sevilla el día 4 de junio de 1920, que habían tenido noticias de que habían aparecido tres cadáveres en las inmediaciones de Cazalla, aunque no había aún informes oficiales, y sigue relatando:
Un individuo hasta ahora desconocido penetró ayer en la casilla número 91, Km. 150 de la línea férrea Sevilla a Mérida, y como unos 4 Km. de Cazalla de la Sierra, dio bárbara muerte a la guardabarrera Carolina Cortés Merchán, de 31 años de edad, y a sus dos hijas, Carmen y Antonia, de 5 y 3 años. Carolina estaba casada con José Romero Martínez, que como obrero de la vía trabajaba en las obras de un túnel, distante a unos dos kilómetros del lugar del suceso.
El criminal se ensañó con las víctimas, apuñaló repetidamente a Carolina a la que le produjo una tremenda herida en el cuello, golpeándole la cabeza con una piedra de gran tamaño, y luego para escapar de una posible delación asesinó también a las dos niñas.
El móvil del crimen parece ser que es el robo porque se ha echado de menos un dinerillo que tenía ahorrado.
En este mismo día del crimen la madre de Carolina, natural y vecina de Guadalcanal, decidió ir a visitar a su hija como hacía con frecuencia y se apeó del tren de Mérida a la salida del túnel. Como no hubiera salido al paso del tren, la llenó de inquietud que aumentó al comprobar que su hija no salía a la puerta de la casilla a recibirla, así que fue en busca de su yerno, José Romero y otro obrero que le acompañaba. Fueron diligentes a la casilla donde encontraron un cuadro dantesco.
En primer término encontraron el cadáver de la niña Carmen, bárbaramente apuñalado el cuerpo. El cuerpecito de la infeliz criatura también había sido mutilado por cerdos que por allí merodeaban. Horrorizados se detuvieron en la puerta hasta que llegó el capataz de la sección donde trabajaba, el cual penetró en la alcoba, y contempló un cuadro aún mas desolador, la hija Antonia de 3 años también yacía en su cunita también asesinada.
Salieron fuera y junto al ramaje encontraron el cadáver de Carolina y junto a ella la piedra ensangrentada con la que le habían golpeado.
El capataz telegrafió desde la misma estación a las autoridades de Cazalla y de Alanís.
De madrugada llegó el juzgado de Alanís y actuó en las diligencias previas.
Por la mañana se hizo cargo de lo actuado el Juzgado de Cazalla, ordenando el traslado del cadáver a Cazalla en donde causó una verdadera consternación el cortejo fúnebre.

Y continúa el relato del periodista:
La circunstancia que han rodeado a este suceso, que pasará a la historia de los grandes crímenes, han hecho que el vecindario de Cazalla muestre de una manera unánime y exaltada su indignación contra el asesino que ni ante el borde de una cuna donde dormía una criaturita de 3 años, detuvo su puñal asesino.

Se descubre y detiene al asesino.

Estaba a la sazón la primavera en su cenit y las praderas amapoleaban y verdegueaban a un ritmo sincopado movidas por el aire. Las sierras lucían sus mejores vestidos de jara tomillo, romero, espliego, zumaque, esplendiendo como mocita en Domingo de Ramos. Un aroma a sierra agreste y bravía lo invadía todo. El tintineo de los rebaños, el gorjeo de alondras y jilgueros, los cantarines regatos componían la más perfecta sinfonía que ni Mozart pudiera imaginar, cuando, el último día de mayo de 1920, al terminar su trabajo, decide Antonio Martínez Hernández (a) “Rabazo”, marchar a su pueblo, Guadalcanal, ya que se encontraba en la finca arrendada por el Pimentero en el término de Constantina. Se pone en camino campo a través, por aquellos montes de Dios, y ya de noche llega a la majada del Pelao, donde decide pernoctar. A la mañana siguiente, uno de junio, después de tomar café, se dirigió a la Casilla número 91 de la línea férrea Sevilla-Cáceres, donde vivía una paisana y amiga de la infancia, Carolina Merchán Cortés con objeto de preguntarle si quería algo para su madre ya que iba para el pueblo. Permaneció charlando amigablemente con ella hasta las 12, y a esta hora Antonia le pregunta si desea ver las patatas y los ajos que tenía sembrado en la tierra colindante. Salen a verlo. Carolina va delante, lleva dos cubos para traer agua del pozo cercano. 

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