domingo, 15 de septiembre de 2013

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 48

GUSTAVO (continuación)

—  No comprendo ese orgullo.
— Mientras lo soy de todos, me pertenezco a mí misma; el día que lo fuera de uno, ya sería ajena.
—  Debemos ahorcar a Dª Martina.
—  ¿Por qué?
  Porque para humillar nuestro orgullo, nos ha buscado muchachas que saben más que nosotros.
— Menos yo, dijo Angela.
— El mayor talento de la mujer es la belleza.
— Si no es por Ramira, me quedo sin entenderles una palabra.
— Tú, dijo Gustavo, que ya se iba acalorando, tienes el verda­dero talento de la mujer.
—  ¿Cuál?
— El de saber inspirar pensamientos…
Pero, si no los comprendo…
Y ¿qué mujer comprende los pensamientos que inspira?
— ¿Te voy gustando?
Gustavo le tomó una mano.
— Sí; tu rostro es divino ¿qué importa tu corazón?
—  Yo no soy mala.
—  ¡Cielos! dijo Gustavo para sí; ¡esta mujer ha nacido privada absolutamente del sentimiento de la virtud! ¡Qué tipo tan horrible!
Se levantó, y empezó a pasearse por la pieza inmediata.
— Si un hombre de corazón, decía el artista, paseándose, hubiera visto a esa mujer y fiado en su rostro le hubiera entregado su alma, el día que esa mujer, sin saber lo que hacía, hubiera olvidado sus deberes, ¡qué tormento tan horrible hubiera sido el suyo, al ver que ni aun tenía la esperanza de que los remordimientos vengarían su deshonor! Si Guillermo…. que, en todas las mujeres, hay algo de Angela.
— Jamás pensé, -dijo Julián a Fernanda-, que el orgullo viniera a buscar su asiento en esta casa.
— Tú has pensado muy poco, lo que yo veo. Consulta este asunto con tu amigo Guillermo.
— Fernanda tiene razón, dijo Guillermo, que los estaba escuchando. El mundo tiene sus leyes, y el orgullo no consiente ninguna; aquí es donde vive a sus anchas.
¡Tenéis razón, vive Cristo! ¡El hombre solo es verda­deramente libre, cuando está borracho! -dijo Julián, apurando una copa.
— No es eso precisamente lo que ha querido decir el amigo Guillermo.
  ¿Y quién le ha dicho a Vd. que yo no he querido decir eso?
—  La expresión literal de vuestras palabras.
—  El que solo entiende la expresión literal de una frase, no entenderá nunca lo que dicen los hombres de algún provecho. Y el que se lanza a imprudentes interpretaciones…
— ¡Haya paz!
— Entenderá siempre lo contrario de lo que se dice.
— Convengo en que los tontos hacen muy bien en no separarse del sentido literal; porque de otra suerte se verían perdidos en el hondo abismo de su ignorancia, pero…
— ¡Eso de tontos, señor mío!...
— ¡Es mucho trabajo que no he de poder nombrarlos sin que Vd. se dé por aludido!
  ¡Haya paz!
  Es que Vd. neciamente se ha empeñado...

— Yo no me he empeñado en nada, caballero. Para mí no es plato de gusto hallar un alma de topo en un cuerpo semejante al mío.

No hay comentarios: