lunes, 15 de julio de 2013

NOVELA DE LÓPEZ DE AYALA - 21

GUSTAVO (continuación)

— Un momento.
— ¿Qué me dice Vd.?
' Tengo que decirle...  se me ha olvidado, pero siéntese Vd, ¿Cuáles son sus planes?
— Dispénseme Vd. que los calle todavía. A las ocho volveré.
—  No: á las ocho no.
—  ¿Por qué motivo?
—  Porque Gustavo me ha prometido volver a esa hora.
—  Gustavo ha prometido venir a las ocho.
—  Si.
—  Sin embargo, volveré.
—  ¿Así cumple Vd. el convenio propuesto?
—  Aun no me ha dicho Vd. que está admitido: pero que tema Vd. que la interrumpa.
—  ¿Cómo?
—   Vd. a las ocho estará sola.
—  ¿Qué  fin se puede Vd. llevar en que Gustavo me visite?
—  Y ¿quién le ha dicho a Vd. que yo trato de impedirlo?
—  Entonces no comprendo…
—  Es que Gustavo se olvidó, al hacer esa promesa, de que esa es la hora en que tiene costumbre de visitar a Elena.
—  Pero una vez hecha aunque sea por olvido la cumplirá.
—  No, señora,
La condesa se mordió los labios de ira.
—  Hasta hoy, según Vd. me ha dicho Gustavo no la había declarado su amor abiertamente.
—  Dispense Conde: yo no le he dicho nada.
—  No sólo se habla con palabras, Señora.
Pues bien; al salir de aquí, quiero decir, al encontrarse libre de la fascinación que ejerce Vd. sobre él, sus remordimientos debieron ser más agudos que nunca.
—  ¡Sus remordimientos!
—  Si, por el agravio que acababa de hacer a Elena, a su hermanita como él la llama. Llegaría a su casa pesaroso y arrepentido.
—  ¿De amarme?
—  No: de haber ofendido a su hermanita. Recordará la promesa que a Vd. le ha hecho; querrá cumplirla; pero como esa es la hora en que visita a Elena, de seguro no tiene valor para hacerle tantos agravios en un día. Con que, abur, Condesa: hasta la noche.
—   Sin perjuicio de que vuelva Vd. a la noche a consolar mi soledad, bien pudiéramos hablar ahora de sus planes. Hijos de su ingenio y de. su amor, sospecho que han de ser muy entretenidos.
—  Hijos de mi despecho y de mi rabia, puede que sean…
—  ¡Cómo!
—  Hasta la noche, condesa.


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