GUSTAVO
Novela semi-inédita de Adelardo López de Ayala, publicada
por primera vez en 1908.
Prólogo de la presente segunda edición
En
su faceta literaria Adelardo López de Ayala, es conocido como poeta y autor
dramático. Sin embargo, como saben los especialistas en literatura del siglo
XIX, en 1852, cuando solo contaba 24 años, escribió la novela que hoy
prologamos, que jamás ha sido editada como texto impreso para venta en librerías.
El motivo de ello fue que fue rechazada por la Censura , por los motivos
que aparecen debidamente explicados por el autor de la primera edición, aparecida
a principios del S. XX en el Tomo XIX de la Revue Hispanique , (1894-1933) fundada por el prestigioso hispanista francés Raymond
Fouché-Delbosc (1864-1929). El prólogo de la primera edición, de autor más
cualificado que el de la presente, es suficientemente ilustrativo del carácter
de la obra y de las circunstancias que concurrieron para el rechazo por la Censura. Comprenderá
el posible lector que, teniendo en cuenta las anteriores circunstancias, me
atreva a calificar el texto de esta novela como semi-inédito.
Quimiófilo
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Prólogo del autor de la primera edición de 1908.
GUSTAVO
Novela
inédita de Adelardo López de Ayala
En la página 310, de su traducción
castellana de la Historia de la literatura española del Sr. D. J.
FitzMaurice-Kelly[1] D. Adolfo
Bonilla y San Martín escribe: «Hay un aspecto de la personalidad literaria de
Ayala completamente desconocido: nos
referimos a Ayala considerado como novelista. Entre los papeles del insigne
dramaturgo que han llegado a mis manos, conservo una primera parte de cierta
novela inédita del mismo, titulada: Gustavo,
novela original. Son 236 cuartillas autógrafas. No creo llegase a
escribir Ayala la segunda parte, por las dificultades que hubo de hallar la
publicación de la primera. En efecto, a la vuelta de la cuartilla 256 está la
siguiente nota, de puño y letra del Censor:
Censura de novelas. — Madrid, 27 de Mayo de 1852. — Se prohíbe la publicación de esta novela. — José Antonio Muratori .La
obra se divide en diez y seis capítulos, y está escrita en estilo elegante,
severo y armonioso».
Por azares de la suerte, es hoy de mi propiedad la
novela a que se refiere la mencionada nota. Me decido a publicarla, teniendo en
cuenta, no sólo su mérito literario, sino también el hecho de que da a conocer
una fase, totalmente ignorada hasta el presente, del gran dramaturgo Adelardo
López de Ayala (1828-1869).
Consta el manuscrito de 256 cuartillas autógrafas,
que miden, por término medio, 145
mm x 211
mm , de caja de escritura. Hay algunas palabras tachadas,
que indicamos en notas. En el ángulo superior de la derecha de la 1ª cuartilla,
se leen estas líneas
Gustavo
Novela original,
Tomo primero.
Advertencia:
Donde dice: el poeta, léase el artista o el compositor.
Al respaldo de la cuartilla 236, se lee, de distinta
letra, esta nota:
«Censura de novelas.
Madrid, 27 de Mayo de 1852
Se prohíbe la publicación de esta novela.
José Antonio Muratori»
* * *
La prohibición del Censor, dado el carácter de la época,
se explica por el atrevimiento de algunas escenas de la obra. Desanimado por el
obstáculo, Ayala, probablemente, no pensó en terminarla, y más tarde, los
pudibundos editores de la colección de Obras la colección de Obra[2] del autor de Consuelo en la colección de escritores
castellanos, si de la novela tuvieron noticia no creyeron conveniente publicarla.
La corrección propuesta por Ayala, para
sustituir las palabras: el artista o el compositor, donde puso el poeta, obedeció
quizás al deseo de evitar que se tomase por autobiografía (como en parte lo
era) lo que pretendía ser únicamente narración novelesca. De todos modos, el
tono de sombrío pesimismo que en algunos momentos se advierte en la obra, acomodase
admirablemente al carácter de aquella ilustre bohemia literaria que se
distinguía en Madrid a mediados del siglo XIX. En este sentido, Gustavo es un documento
histórico del mayor interés, aparte de sus condiciones como producción literaria.
Esta obra fue presentada a la Censura en 1852. Tenía entonces
Ayala 24 años, y había dado ya a la escena, el año anterior, uno de sus más
hermosos dramas Un hombre de Estado.
En aquel famoso Parnasillo, del Café del Príncipe, donde solían ir,
entre otros, los Fernández Guerra, Bretón de los Herreros, Gil de Zárate,
Hartzenbusch, Campoamor, y Cañete (introductor de Ayala), se le auguraba al
joven poeta un porvenir envidiable.
Después del periodo de sensiblería cursi que
representa en la historia de la novela española el primer tercio del siglo XIX;
después de los imitadores de Sir Walter Scott, entre los que sobresale
indiscutiblemente Enrique Gil con su Señor
de Bembibre, había llegado
la influencia de Eugenio Sué, Jorge Sand, Víctor Hugo y Dumas (padre). Al
influjo de éstos, y especialmente de Sué, obedecen algunas obras de Antonio
Flores (uno de los contertulios del Parnasillo),
autor de Fe, Esperanza y Caridad, y de otro amigo de Ayala: Antonio Hurtado, cuya novela Cosas del
mundo se publicaba en El Español por los años de 1850.
Francisco Navarro Villoslada, que dirigió la segunda época de El Español y
que en 1854 había de colaborar con Ayala y con su amigo del alma Emilio (Juan
Pascual) Arrieta en El Padre Cobos, rivalizaba en su Doña Blanca de
Navarra con el autor de El Señor de Bembibre. Pero Ayala no
sentía inclinación a la novela histórica, a pesar de haber acudido a la
historia para su drama Un Hombre de
Estado, sino que prefería el nuevo aspecto social de la
corriente francesa. Y a esta tendencia responde, sin duda, la novela que ahora
publicamos, a pesar de la terminante y campanuda prohibición del Censor que estampó
su solemne veto al respaldo de la última cuartilla[3].
Antonio Pérez Calamarte[4].
[2] Siete tomos en 8º Madrid, 1881-1885.
[3] En la primera edición de 1908 el editor respetó la
ortografía de la época que usó L. de Ayala, en su manuscrito, si bien alteró
algo la puntuación. En la presente edición, reproducida a partir del facsímil
de la de 1908, se ha usado la ortografía actual para comodidad del lector y se
han suprimido las notas al pie de página que recogían las palabras tachadas por
L. de Ayala.
[4] Seudónimo de Adolfo Bonilla San Martín (1875-1926),
literato y filósofo, discípulo de Menéndez Pelayo. Su condición de sobrino del
compositor Emilio Arrieta, gran amigo de Ayala, explica por qué al fallecer
éste en 1869, sus papeles llegaran a sus manos.
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