martes, 30 de abril de 2013

Notas histórico – artísticas en torno a la ermita de San Benito - 1

                                                      

                                                       Salvador Hernández González 
                                                       Revista Guadalcanal año 2005
1. Introducción.


Hace justamente una década y en esta misma publicación Don Antonio Gordón Bernabé nos brindaba una serie de noticias documentales sobre la ermita de San Benito, extraídas fundamentalmente de los Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Ahora nosotros queremos volver sobre este edificio trazando una semblanza de su devenir histórico sistematizando los datos conocidos y completándolos con otros dispersos en diversos archivos y publicaciones, sin olvidarnos de la descripción de los valores artísticos del edificio, que constituye una interesante muestra de la arquitectura religiosa de Guadalcanal por la combinación de estilos que en él se dan cita, aunque los avatares históricos han privado a este antiguo templo del patrimonio artístico mueble que se contuvo entre sus muros y que sólo podemos evocar a través de las fuentes documentales.

2. Orígenes y vicisitudes de la ermita de San Benito: de los orígenes bajomedievales a los expolios de la Edad Contemporánea.

Los orígenes de la ermita de San Benito, al igual que los de otros ejemplos de esta tipología de arquitectura religiosa rural, no son fáciles de precisar ante la ausencia de fuentes documentales que nos arrojen luz sobre su génesis. Como señala el profesor Rodríguez Becerra, “ las ermitas surgieron, en su inmensa mayoría, en momentos inciertos sin que dejaran testimonio de ello, sin duda por su carácter marginal y ajeno al interés eclesiástico, y como resultado de decisiones individuales de ascetas, eremitas o devotos de una imagen determinada “  . Su carácter aislado, solitarias en medio del campo, en lugares apartados de la vida urbana, rodea de mayor misterio sus orígenes, haciéndolas lugares muy apropiados para personas que quieren retirarse del mundo, viviendo al servicio de Dios como “ eremitas “ o “ ermitaños “. Como decimos los orígenes reales de nuestras ermitas son imprecisos, aunque generalmente se ponen en relación con la Reconquista de estas tierras a los musulmanes y la consiguiente repoblación cristiana. El proceso reconquistador, que como sabemos avanzó de Norte a Sur, extendió el movimiento eremítico, unido a las devociones y advocaciones marianas traídas por los conquistadores.
Sin embargo, a pesar de esta nebulosa contamos con un valioso testimonio documental que, por su cercanía a los hipotéticos orígenes de este templo, resulta muy ilustrativo no sólo de las características de este patrimonio artístico, sino del desarrollo de la religiosidad popular en Guadalcanal a fines del Medievo y comienzos de la Edad Moderna. Nos estamos refiriendo a los Libros de Visitas de la Orden de Santiago, que como ya expusimos el año pasado en esta misma publicación, constituyen una auténtica radiografía de la localidad, ya que se atiende a aspectos tan variados como efectivos poblacionales, aspectos socio – económicos e institucionales, y muy especialmente a la vida religiosa, tanto a través de las instituciones eclesiásticas como de los edificios que le servían de sede, minuciosamente descritos en estos informes.
En efecto, el informe de la Visita más antigua conservada, que es la de 1494, refiere que la ermita de San Benito de Guadalcanal está situada en el camino de Alanís y que gozaba de gran devoción entre los vecinos de la localidad. El templo constaba de una sola nave cubierta con techumbre “de madera tosca y de jara y encima barro y teja “, siendo el suelo de ladrillo. El espacio de esta nave quedaba fraccionado por medio de cuatro arcos “de cal y ladrillo “, al tiempo que otro arco enlazaba esta nave con el presbiterio o capilla mayor. En definitiva, el esquema del templo era el que el profesor Angulo Iñiguez denomino “iglesias de arcos transversales de la Sierra, extendido no sólo por nuestra comarca, sino también por la onubense Sierra de Aracena  y norte de la provincia de Córdoba. Este tipo de templo se caracteriza por ser de nave única, dividida en tramos por medio de arcos apuntados (que se convierten en de medio punto en los ejemplos más tardíos) y cubierta con techumbre de madera. Un modelo arquitectónico, en suma, sencillo, barato y de fácil construcción en virtud de la ligereza y economía de los materiales empleados, tales como el ladrillo, la madera, etc., lo que hacía que este tipo de iglesia rural fuese muy a propósito para atender las necesidades espirituales de estos modestos ermitaños y de los fieles que en torno a ellos se daban cita. En definitiva, el propio estilo arquitectónico de estas ermitas, fechables por lo general entre los siglos XIV y XV, nos está hablando del arranque de esta vida eremítica.

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