jueves, 11 de abril de 2013

El patrimonio monumental de Guadalcanal - 5


a través de la Historiografía artística: Aproximación bibliográfica
                            Salvador Hernández González 
                            Revista de Guadalcanal año 2004

                      Abriendo esta corriente de encargos en el Quinientos, Gestoso refiere como en 1515 el escultor Jorge Fernández concierta la ejecución de un Crucifijo para Pedro Ramírez, vecino de Guadalcanal, obra hasta ahora no identificada.

            A mediados de la centuria, concretamente en 1564, el pintor Antón Pérez se compromete a ejecutar las labores de pintura y dorado del retablo que el entallador Francisco de Vega había realizado para una capilla “ que está en la iglesia de la villa de Guadalcanal “, templo que debe ser el de Santa María. El retablo en cuestión, de estilo renacentista, contaba con seis registros u hornacinas separadas por balaustres, por las que se repartían, en el primer cuerpo, las pinturas de San Juan Bautista acompañado por dos donantes, San Andrés y Santa Ana con la Virgen y el Niño, mientras que en el segundo figuraba el Calvario al centro y a los lados Santa Catalina y el apóstol Santiago.
            Dos décadas después, en 1584, el escultor Juan de Salcedo contrata la hechura de una Virgen con el Niño para la cofradía de la Vera – Cruz, que tampoco se ha identificado .
Al año siguiente Antonio Rodríguez de Cabrera concertaba con el renombrado escultor Juan Bautista Vázquez el Viejo la ejecución de un retablo destinado a la iglesia de Santa María compuesto por banco, un cuerpo articulado por pilares de orden corintio y ático. La hornacina del único cuerpo albergaría una pintura de la Anunciación, mientras que el ático estaría presidido por la figura de Dios Padre.
            El hijo y homónimo del citado escultor, denominado “ el Mozo “ para distinguirlo de su progenitor, recibe en 1587 por parte de Alonso de Ramos, en representación del difunto Fernando de Ramos, el encargo de otro retablo, destinado para la capilla funeraria donde reposaban los restos del finado en la iglesia de San Sebastián, conjunto compuesto por banco, un cuerpo y ático, presidido por un grupo escultórico del Calvario acompañado, en las calles laterales, por las efigies de San Juan Bautista y San Benito . En opinión de Palomero Páramo, los únicos elementos conservados de este retablo son dos relieves con las figuras de los santos citados y un Crucificado, que hoy día forman parte de un retablo recompuesto con piezas de acarreo y conservado a los pies de la nave de la parroquia de Santiago en la vecina localidad de Llerena.
            Y cerrando este ciclo retablístico quinientista, en 1591 Luis de Porres, Abogado de la Real Audiencia de Sevilla y tutor de García Díaz de Villarrubia de Ortega, concertaba con Diego López Bueno y Francisco Pacheco, quienes se ocuparían de la parte arquitectónica y escultórica respectivamente, un retablo compuesto por banco, un cuerpo compuesto por banco, un cuerpo articulado en tres calles por columnas y pilastras estriadas, y ático. En el banco se representaba a los Evangelistas, flanqueando el tema de la Sagrada Cena, mientras que en la hornacina central figuraba la Asunción de la Virgen, acompañada en las hornacinas de las calles laterales por Santo Domingo y San Francisco, cuyas efigies eran rematadas por los bustos de la Magdalena Penitente y Santa Catalina Mártir, apareciendo la Trinidad en el ático y la figura de Jesús en el remate del retablo.
            Otro importante retablo documentado por estos investigadores sevillanos de comienzos del siglo XX e igualmente desaparecido fue el mayor del convento de Nuestra Señora de la Piedad o de San Francisco, contratado en 1702 con el ensamblador Cristóbal de Guadix y que articulado por columnas salomónicas, albergaría en sus hornacinas las imágenes de San Buenaventura, San Francisco, Nuestra Señora de la Piedad, el Ecce Homo y Cristo Crucificado. El artista se comprometía además a realizar otro retablo lateral en el que se colocaría la imagen del Santo Cristo Crucificado procedente de la ermita de San Benito.
            Siguiendo esta línea de investigación archivística, en la pasada década de los noventa la colección de Fuentes para la Historia del arte andaluz, retomando la tradición documentalista del universitario Laboratorio de Arte, ahora convertido en departamento de la Facultad de Geografía e Historia, no ha dejado de brindar referencias sobre intervenciones en el patrimonio monumental de Guadalcanal. Así, podemos citar el dorado del primitivo retablo mayor de Santa María entre 1703 y 1707 por Antonio Gallardo, maestro dorador vecino de Sevilla . En la misma tónica de exhumación documental, los Documentos inéditos para la Historia del Arte en la provincia de Sevilla publicados en 1993 por Fernando de la Villa Nogales y Esteban Mira Caballos aportan algunas noticia documental sobre el patrimonio de nuestra localidad, a saber: el retablo mayor de la ermita de Nuestra Señora de Guaditoca, obra realizada en 1675 por los maestros Francisco de Saavedra Roldán y Juan de Vargas, vecinos de Zafra; la pintura y dorado del mismo retablo por parte del pintor y dorador Antonio de Granada en 1678; el dorado del retablo mayor de Santa María, que como ya vimos se encomendó a Antonio Gallardo en 1703; otro retablo para la capilla de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario en Santa María, concertado en 1712 con José García Zambrano, maestro escultor vecino de Llerena; las reparaciones emprendidas en 1719 en la parroquia de Santa María por los también llerenenses Francisco del Toro y Antonio Gonzalez, maestros de albañilería y de carpintería, respectivamente; y el arreglo del artesonado y unas puertas nuevas para la capilla del bautismo de la iglesia de San Sebastián, tarea que se encomienda al maestro carpintero local Jerónimo Espino en 1778, emprendiéndose en el mismo año y para el mismo templo la reparación de la bóveda del baptisterio y otras obras menores por parte del alarife Francisco de Ávila. 

No hay comentarios: