domingo, 17 de marzo de 2013

IGLESIA DE SAN VICENTE (1 DE 2)



La capilla de San Vicente Ferrer de Guadalcanal y la antigua Hermandad del Rosario de la Aurora.
                             Salvador Hernández González. 
                  Revista  Guadalcanal año 2000

La antigua capilla de San Vicente, destinada hoy a usos bien distintos de su función religiosa ordinaria, es uno de los monumentos de Guadalcanal de más desconocida historia, vacío que queremos llenar aportando una serie de noticias históricas ciertamente dispersas y aisladas, pero evocadoras de su origen, sus vicisitudes y su desaparecido patrimonio artístico, todo ello bajo el denominador común del culto del Santo Rosario, añeja y olvidada devoción de otros siglos en la localidad.

                 Esta devoción, propagada por la Orden Dominicana desde la Baja Edad Media, se consolida en el siglo XVI gracias a la institución en 1573, por el Papa Pío V, de la festividad de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria de Lepanto (7 de octubre de 1571) y alcanza su mayor auge durante los siglos XVII y XVIII gracias a los numerosos Rosarios públicos que se crearon entonces, especialmente en Sevilla y su archidiócesis. En efecto la religiosidad popular adquiere en Sevilla auténtica naturaleza en torno a la segunda mitad del siglo XVII, fenómeno en el que jugó importante papel las misiones cuaresmales promovidas por las autoridades eclesiásticas, en las que el rezo del Santo Rosario, como devoción a la vez individual y comunitaria, es fomentado por los propios misioneros. De esta forma, el Rosario se convierte en signo visible y tangible de la presencia de Dios y en un auténtico medio de salvación, por lo que esta práctica piadosa se constituye en paradigma de la religiosidad popular1. Tras el fallecimiento en olor de santidad del dominico Fray Pedro de Ulloa (1690), se genera todo un movimiento fundacional de congregaciones de marcado carácter penitencial y de culto interno en relación con esta devoción del Santo Rosario. Así se inició una auténtica explosión que se expandió por las diversas parroquias, iglesias y conventos en un cortísimo espacio de tiempo2.

             En el caso de Guadalcanal, los orígenes de la Hermandad del Rosario nos son conocidos gracias a unas notas históricas elaboradas por Don Antonio Muñoz Torrado e insertas en el expediente incoado en 1925 por el Arzobispado de Sevilla sobre la venta de la ermita de San Vicente 3. Según nos relata Muñoz Torrado, las reglas de la Hermandad del Rosario de Guadalcanal fueron aprobadas el 8 de octubre de 1691 por el Prior del convento Santo Domingo de Llerena, dada la pertenencia de la localidad durante aquella época y hasta fines del siglo XIX en lo eclesiástico a la antigua Provincia de León de la Orden de Santiago. Por ello los vínculos con la citada localidad pacense, donde residían las autoridades religiosas de dicha Provincia de León, eran estrechos, no debiendo extrañar que los dominicos del convento llerenense, como el más cercano a Guadalcanal, se encargasen de fomentar en la localidad la devoción al Rosario mediante predicaciones y la fundación de una hermandad de esta advocación mariana.
A principios del siglo XVIII y como nos sigue contando Muñoz Torrado, la Hermandad, instalada desde su origen en la parroquia de Santa María, entró en decadencia, de la que salió gracias al impulso del Venerable Simón el Ermitaño, muerto en 1711 y al que se debió la edificación de la capilla de la que tratamos, dedicada a San Vicente Ferrer -y no a su homónimo mártir-, santo dominico valenciano (1350-1419) famoso por sus fervorosas y multitudinarias misiones. El Venerable Simón, que vivía retirado en la ermita de San Benito, consiguió enfervorizar de nuevo a los cofrades y devotos del Rosario mediante la salida procesional por las calles de la localidad al amanecer y para tener un templo propio donde celebrar sus cultos, poco después de su muerte la Hermandad del Rosario de la Aurora comenzó a labrar el templo de San Vicente, que vino a finalizarse en 1739. Ya a fines de siglo, el 1 de enero de 1792, la cofradía aprobó nuevas Reglas.
A lo largo del siglo XIX la cofradía permanece activa en San Vicente, aunque sufriendo diferentes altibajos y vicisitudes. En los primeros años de dicha centuria ocurrió un curioso episodio relacionado con esta iglesia, que igualmente nos es relatado por Muñoz Torrado:
"Por los años de 1818 vino a Guadalcanal a residir una ilustre dama que ocupó cargo en la corte, cerca de la Reina. Presentóse un día festivo en Santa María a la hora de la Misa Mayor, con traje poco honesto. Pasaba el tiempo y los fieles se impacientaban, acercándose alguno a la Sacristía para preguntar la causa de no celebrarse la Misa. Era Vicario D. Paulino de Caro, Caballero Santiaguista y Vicario y Juez Eclesiástico de la villa, y salió al altar y dijo que no saldría a Misa hasta que no se retirara aquella Señora que no vestía conforme a la honestidad. Salió la Señora del templo humillada en su soberbia, y retirose a su casa. Desde aquel día vistió honesta y humildemente, y asistía todos los días a Misa en la  iglesia de San Vicente, y obtuvo privilegio del Obispo-Prior (de Llerena) para que hubiese Reservado allí. Su cadáver recibió sepultura en el centro del crucero.
Dicha señora era Doña Rosa Maffeito, fallecida en 1838. Su hija, Doña Ana Espinosa de los Monteros y Morales, esposa de Don Leandro López y Ayala, ambos vecinos de Guadalcanal, consiguieron en 1851 autorización eclesiástica para que en la ermita de San Vicente se estableciese el sagrario donde rendir continuo culto al Santísimo 4. El 22 de enero de dicho año dicho matrimonio se dirigía por escrito al Gobernador Eclesiástico del Priorato de San Marcos de León ofreciéndose a mantener el culto eucarístico en dicho recinto sagrado. Tres días más tarde el citado Gobernador Eclesiástico pidió informes sobre el asunto al Párroco de Santa María de la Asunción, quien el siguiente día 27 contestó en sentido positivo a la propuesta de dichos señores, "pues además de ser bastante crecido el número de cofrades y devotos del Santo Rosario de la Aurora, sito en dicha ermita, y de concurrir diariamente a sacar por las calles y hora de la madrugada el Santo Rosario, se celebran en dicha ermita funciones de iglesia y misas rezadas en todos los días del año, a las que concurren muchos fieles, lo mismo que a recibir el Sacramento de la Penitencia, particularmente en la Cuaresma". El 1 de febrero siguiente dicho Gobernador pidió a los solicitantes que otorgasen, ante notario, escritura de obligación de sus bienes, por lo cual se comprometen al mantenimiento del culto  eucarístico en San Vicente, que en efecto, fue otorgada el 6 del propio mes ante el escribano Antonio José Calleja, siendo testigos Dionisio Palacios, Juan Pérez y Narciso Calleja. Los bienes con que se garantizaba el cumplimiento de los devotos propósitos de Don Leandro y Doña Ana eran sus casas en la calle Valencia, "que lindan a mano derecha entrando en ellas con huerto de casas de Doña Joaquina Sánchez y por la izquierda y espaldas con el mismo huerto (...) "y la finca "La Jayona". Finalmente, el 3 de marzo siguiente el Doctor Don Genaro de Alday, Provisor del Obispado -Priorato de San Marcos de León, concedió su permiso para que se estableciese sagrario con Sacramento perpetuo en San Vicente, encomendando su inspección al Párroco de Santa María, corriendo a cargo del matrimonio López de Ayala y de sus sucesores el mantenimiento de la lámpara que habría de iluminar al Santísimo, de los vasos sagrados y de otros enseres del culto. 

No hay comentarios: