miércoles, 6 de febrero de 2013

COSAS DE LÓPEZ DE AYALA (2 DE 3)




El periodista JULIO NOMBELA, escribía de nuestro paisano poeta y político Adelardo López de Ayala, en su sesión "Retratos a la pluma", artículo aparecido en el periódico El Imparcial, año I número 131, del día 17 de agosto de 1867.

Los que asistieron a la lectura ponderaron el genio del poeta, y no se hablaba en todas partes mas que del próximo triunfo que aguardaba a Adelardo López de Ayala.
            El Comité del teatro Español se reunió para el oír el drama.
            El Sr. Gil y Zárate, presidente, tenía la costumbre de dormirse durante la lectura de las obras.
            Aquel día no se durmió, y levantándose al final y acercándose al joven poeta para estrechar su mano:
-Me vuelvo atrás, le dijo: no estudie V., y haga usted dramas.
            El éxito de esta segunda lectura, y el efecto que producía la presencia del poeta, la arrogancia de su porte, la dignidad de su actitud, la entereza de su carácter, allí donde los jueves supremos estaban acostumbrados a ver al genio hacer genuflexiones, formaron el pedestal de su reputación.
            Antes de conocer el fallo del público, le consideraban ya los autores dramáticos; y los actores y los que andaban entre bastidores.
            Ese es, ese es, decía cuando pasaba, el autor del Hombre de Estado.
            Para comprender la energía de su carácter basta citar un rasgo.
            Ensayabase su drama; asistía a los ensayos, se le ocurrió hacer una observación a un actor y la hizo.
            Valero dirigía la escena, y enérgico también y acostumbrado a dominar:
-Yo soy el director, le dijo, y estoy aquí para hacer las correcciones necesarias.
-Pues yo soy el autor –contestó Ayala-, y de desde este momento retiro el drama.
            Terciaron las circunstancias, y no sin gran trabajo lograron que continuaran los ensayos.
            El drama se representó, tuvo mal éxito, puede decirse que fue silbado, y sin embargo, dio al poeta una gran reputación.
            Este fenómeno no ha tenido ejemplo.
Hoy mismo, cuando se habla de Ayala, dicen la crítica y el público: “el distinguido autor del Hombre de Estado.”
            Como no me propongo hacer estudios, sino retratos íntimos, solo añadiré que el público y la crítica son justos.
            Adelardo López de Ayala fue desde entonces lo que debía ser, lo que es, uno de los primeros poetas dramáticos de nuestra época.
No pararon sus derrotas en El hombre de Estado,: un drama Venganza y Perdón, una zarzuela política: El Conde de Castrilla, fueron horrorosamente silbados; pero la fascinación de su genio no cesaba de influir sobre el público.
Ayala era siempre Ayala.
Estoy por asegurar que ni aun los autores dramáticos, sus compañeros, se alegraban de sus derrotas.
No me acuerdo haber oído a ninguno murmurar de Ayala; y este es otro fenómeno de su vida.
La comedia Los dos Guzmanes se representó después del Hombre de Estado y más tarde los triunfos de Rioja y de la bellísima zarzuela Guerra a Muerte, bastaron para indemnizarle de sus derrotas.
Al Tejado de vidrio, que es una de las primeras obras del teatro moderno, siguió si no recuerdo mal El curioso impertinente, comedia que escribió con Hurtado; El tanto por ciento consolidó su gloria y le hizo objeto de la ovación más entusiasta que el talento ha logrado de la admiración pública..
Se abrió una suscripción para costearle una corona de oro; los poetas le ofrecieron un álbum preciosísimo.
Ayala regaló la corona a su madre, a su adorada madre, que la conserva como una reliquia del amor filial.
El álbum es una de las prendas más queridas de su corazón.
No satisfechas sus aspiraciones con la gloria literaria, traspasó los dorados umbrales de la vida política.
Algunos creen que por ambición de mando: los que le conocen a fondo aseguran que por ambición de hacer bien.
La prueba es que ha podido ocupar altos puestos, y solo ha sido momentáneamente director del Conservatorio.
Refiérese además que propuesto para uno de los más elevados cargos de la nación:
-Reconozco su gran talento, dijo el Presidente del Consejo de Ministros a uno de sus colegas, pero no ha hecho nada que justifique lo que merece y V. me pide para él.
Cuando Ayala supo esta respuesta, agradeciendo que hubieran pensado en él para una distinción que no la había solicitado, ni la deseaba:
-Si todos los jefes de los gabinetes fueran así, exclamó, otra sería la suerte de España.

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