viernes, 12 de octubre de 2012

ALGUNAS ANÉCDOTAS DE ADELARDO LÓPEZ DE AYALA Y ALGUNOS HECHOS ACAECIDOS EN LA ERECCIÓN DEL MONUMENTO DE LA PLAZA - 4


Por José Mª Álvarez Blanco – Revista de Guadalcanal año 2012

 II
Ideales

Sin ideal no hay arte, como no hay ni puede haber heroísmo. El ideal de Ayala, centro y alma de su poesía, es el ideal Católico, que se manifiesta con toda su grandeza los mismo en la famosa Plegaria que en el drama Rioja, donde brillan los esplendores de un alma, que sostenida por la Religión se exalta hasta la abnegación y el sacrificio.

Si hiciera falta una declaración terminante y precisa, hecha por el mismo Ayala, si no fueran suficientes sus obras, nos bastaría co­piar lo que el mismo dijo en el discurso en que defendía ante el jurado al periódico satírico El Padre Cobos: do que en España no es posible otra religión que la única verdadera y divina de nuestros abuelos>.

Junio al ideal cristiano hay que colocar en Ayala su intención moral, que campea y sobresale en todas sus obras. El programa de Ayala, si vale tal frase, en el orden moral, está contenido en aquella preciosa décima, tan conocida:

Pluma, cuando considero
los agravios y mercedes,
el mal y bien que tu puedes
causar en el mundo entero:
Que un rasgo tuyo severo,
puede matar un Tirano,
manchar puede un alma pura,
me estremezco de pavura
al alargarte la mano.
Las obras mas principales de Ayala en este orden y las que la­braron el sólido pedestal de su fama, son aquellas en que examina con escrupulosidad, fustiga con dureza y condena con energía el moderno positivismo, que como ola arrolladora envuelve a la socie­dad contemporánea. El Tejado de vidrio es una demostración de como muchas veces el vicio y el escándalo se vuelven contra el vi­cioso; El Tanto por ciento es el triunfo del amor sobre el vil interés: en El nuevo Don Juan trata Ayala de poner en ridículo el tipo del Tenorio moderno que debe de quedar en situación desairada mas bien que el marido; en Consuelo, la mujer vana y codiciosa que prefiere el lujo y la riqueza al verdadero amor, queda castigada por su egoísmo con el abandono de todos. .

III

El teatro

En Ayala se da como carácter distintivo un feliz y armónico consorcio de todas las facultades, siempre encerradas en sus justos límites y sometidas a una razón serena que las dirige y regula: hay en él algo de aquella serena belleza que tanto nos admira en la mu­sa clásica; sabia sentir y expresar lo que sentía. «Por lo que respe­ta a la forma, ha escrito Alvarez Espino, Ayala es elegante al par que contundente, altivo al par que gallardo; sus versos son fáciles, sono­ros y dulces; su lenguaje es sencillo, gracioso y discreto: dialoga con naturalidad, dibuja con maestría, pinta con riqueza; es ameno porque cambia con facilidad, varia porque es fecundo y es abun­dante porque es perspicaz y escudriñador, y sabe encontrar muchos y muy buenos materiales>.

Con Ayala, hemos dicho, resurge el antiguo teatro español, que tiene su más legitimo representante en Calderón de la Barca, a quien Ayala llamó en su discurso de recepción de la Real Academia Española, el dictador de las leyes del teatro, el ingenio milagroso que en medio de los grandes poetas de su tiempo,
... El cetro adquiere
Que aun en sus manos vigorosas dura.

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