miércoles, 3 de octubre de 2012

ALGUNAS ANÉCDOTAS DE ADELARDO LÓPEZ DE AYALA Y ALGUNOS HECHOS ACAECIDOS EN LA ERECCIÓN DEL MONUMENTO DE LA PLAZA - 1

Por José Mª Álvarez Blanco - Revista Guadalcanal año 2012

Del escritor guadalcanalense del que hay más bibliografía es la del dramaturgo, poeta y político cuya estatua preside la plaza de nuestro pueblo, razón por la que no solo tenemos acceso a su obra y avatares políticos, sino a también a detalles anecdóticos de su vida. Como es bien sabido este autor que dijo, quizás en más de una ocasión, que “temía más al olvido que a la muerte” iba de sobrado[1] por la vida – (valga la expresión que ha hecho fortuna en nuestro días) – como revelan las tres anécdotas siguientes:

“Ha saltado la anécdota y hay que cobrarla. En el saloncillo del [Teatro] Español se encontraban López de Ayala y Juan Eugenio Hartzenbush, pomposo aquél y arrugadito este. El autor de Los Amantes de Teruel, tan escuchimizado como modesto, cedió la presidencia del auditorio, -retirándose discretamente- al autor de ·Un hombre de Estado”. Y cogiendo una chistera que no era la suya se la puso... hasta el cuello. ¡Se había equivocado Hartzenbuch con la chistera de Ayala! Hubo las risas consiguientes, que Ayala quiso convertir en homenaje a su persona, gritando con aquel vozarrón que poseía: “Don Juan Eugenio, tengo más cabeza que usted”. A lo que Hartzenbush replicó, irguiendo su vocecita como un áspid que se levanta para picar: “Más sombrero, don Adelardo, más sombrero”. Con lo que puso las cosas en su sitio.”
Fuente: López de Ayala o el figurón político-literario, de Luis de Oteyza, Espasa-Calpe, Madrid, 1932, pp. 8-9.

Otras dos muestras de sus arrebatos de autoestima se refieren no al alto concepto que tenía de su inteligencia, sino a la exhibición de su fortaleza física, pues, aun siendo bastante chaparrito, parece que era bastante fuerte, o como se dice ahora, cachas.

La primera ocurrió en el Café Suizo[2] y fue así:

“Discutía cortésmente con alguien que dejándose llevar del calor del debate, le lanzó una palabra injuriosa. Ayala, agarrando el mármol de la mesa, lo alzó sobre la cabeza de su injuriador. E inmediatamente, arrojándolo a un lado, lo partió en pedazos contra el suelo. Pudo haber aplastado al impertinente y no lo hizo. Pero demostró que, a querer, le hubiera sido fácil hacerlo.”
(Luis de Oteyza, obra citada, p. 38).

Finalmente la tercera de la que fue protagonista, está relacionada con el mundo de la farándula, o como le gustaba decir al inolvidable F. Fernán Gómez, de los cómicos, con el que por su condición de autor teatral tenía tanta relación. Ocurrió así:

Una noche salían del Teatro Español dos actrices, que subieron a un coche tirado por vigoroso tronco. Ayala les rogaba que no partiesen; ellas alegaban tener mucha prisa y dieron orden al cochero que hiciese caminar los caballos, ―Los caballos no se moverán sin mi permiso― dijo Ayala. Y, en efecto, aunque el auriga les mandase con la voz, les incitase con las riendas y le castigase con el látigo, los caballos no se movieron. Era que el nuevo Hércules extremeño, agarrado con ambas manos a los radios de una rueda,
contrarrestaba los esfuerzos del tiro”.
(Luis de Oteyza, obra citada, p. 38-39).

No protagonizado por nuestro autor, sino por la mala fama de su caligrafía, he encontrado en un periódico del S. XIX, el relato de lo que sucedió con su maestro en Guadalcanal, que transcribo textualmente.

“Cuando se estrenó “El Tanto por ciento”, de don Adelardo López de Ayala, sus compañeros poetas le regalaron un álbum de poesías y una corona de oro. Llegó la noticia del éxito de la obra y de este homenaje al maestro de Guadalcanal, que había enseñado a Ayala en su niñez, por lo que le dijo un amigo. Ya estará usted satisfecho, ¿eh?: ¡Ya sabrá que Ayala ha resultado un gran escritor!
Y lleno de asombro respondió el maestro: ¿Un gran escritor? ¡Pues mira que ya habrá tenido que reformar la letra!
Fuente: Revista “Muchas gracias”, página 7, Número 397, Año VIII, Madrid, 10 de octubre de 1931

Decía Pessoa que el poeta es un fingidor, y para corroborarlo, en el caso de Ayala, repare el lector en el primer terceto de su conocido soneto titulado Al oído:

Déjame penetrar por este oído,
camino de mi bien el más derecho,
y en el rincón más hondo de tu pecho
deja que labre mi amoroso nido.
Feliz eternamente y escondido,
viviré de ocuparlo satisfecho...
¡De tantos mundos como Dios ha hecho,
este espacio no más a Dios le pido!
Yo no codicio fama dilatada,
ni el aplauso que sigue a la victoria,
ni la gloria de tantos codiciada...
Quiero cifrar mi fama en tu memoria;
quiero encontrar mi aplauso en tu mirada;
y en tus brazos de amor toda mi gloria.





[1] Nuestra lengua tan rica en sinónimos ha venido a consagrar hace unos años este término como sinónimo de persona engreída, vanidosa, presuntuosa etc. Por una rutina consuetudinaria, en estos tiempos tan precarios en rigor y auto-exigencia, se siguen aplicando a instituciones o cargos calificativos enaltecedores por el mero hecho de existir u ostentarlos, y uno se pregunta hasta que punto merecen algunos Rectores de Universidad ser Magníficos; ciertos Diputados y Jueces, Señorías; Ayuntamientos despilfarradores, Excmos; algunas ciudades Muy noble y muy leal,... etc.

[2] Famoso café madrileño del S.XIX que estuvo situado en la confluencia de las calles Alcalá y Sevilla (entonces llamada Ancha de Peligros) en las inmediaciones del actual Teatro Alcázar.

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