jueves, 13 de septiembre de 2012

ENTREGA DEL LIBRO DE LA ENCAJERA A LA BIBLIOTECA MUNICIPAL

Rafael Rodríguez e Ignacio Gómez, hicieron entrega a la Responsable de la Biblioteca Municipal Esther Rivero, de un ejemplar del libro "LA ENCAJERA, VIVENCIAS DE SU FAMILIA", momento que recoge la fotografía.

El libro, con prólogo de José Mª Álvarez Blanco, dividido en doce capítulos, consta de un total de 120 páginas, donde Rafael Rodríguez Jiménez "El Pileta", va desgranando la historia de su familia y a la par, la de Guadalcanal.

La primera edición del libro se ha agotado y posiblemente se realice una segunda. Las personas interesadas en adquirir el libro si se vuelve a editar, pueden solicitarlo por E-mail a nuestra Asociación Cultural Benalixa: a.c.benalixa@gmail.com o en los puntos de ventas: Hros. de López, en la Plaza de España o Electrovira Regalos, en la calle Antonio Porras, de Guadalcanal.

En el caso de que no se reuniera un número suficiente de solicitudes para realizar una nueva edición, nuestra Asociación lo publicaría en varias entregas, para que todas las personas puedan leerlo.

A continuación les ofrecemos el prólogo del mismo, escrito como decimos, por nuestro amigo José Mª Álvarez Blanco.


Prólogo

Lo que vas a encontrar, probable lector, en las páginas que siguen es un texto muy singular. Una primera razón es por su autor que, estoy seguro, nunca pudo imaginar ver su nombre en la portada de un texto impreso.  El libro se origina cuando un buen día Rafael Rodríguez Jiménez, más conocido en Guadalcanal por su apodo Pileta, se presenta ante el transcriptor Ignacio Gómez y le dice que quiere que escriba un libro con la historia de su familia “Los Encajeros”, pues él, que no es un hombre ilustrado, sino uno de los últimos de una saga familiar caracterizada por su condición humilde, no está preparado para acometer dicha tarea. Como su intención era firme el transcriptor le propuso varias sesiones de grabación, en las que fue narrando, a su modo y manera, las vivencias y recuerdos que le han sido transmitidos por vía oral de sus antepasados, abuelos y padres, y los que recuerda con nitidez de su niñez y juventud, que obviamente se refieren a hechos acaecidos después de 1964, año de su nacimiento.
 Otro aspecto del texto es su orden ni cronológico, ni ordenado por temas o vivencias, sino tal como la memoria del narrador fue recordando en las quince sucesivas sesiones de grabación, un total de veinticinco horas, que el transcriptor pacientemente pasó a su ordenador. La labor del transcriptor ha sido mantener un equilibrio entre el modo natural de expresarse el Pileta y la modificación mínima aunque necesaria para evitar las reiteraciones del lenguaje coloquial, pero sin falsear la personalidad del narrador ni afectar a su contenido y su forma de ver los hechos relatados.
En esta obra se narran entremezclados hechos históricos de un dramatismo sin parangón, principalmente de la Guerra y Posguerra inciviles, junto con anécdotas infantiles y juveniles, situaciones escolares, trabajos duros y mal pagados que duran poco, viviendas paupérrimas, fabricación artesanal de carbón y cisco (que dudo que ahora haya alguien en el pueblo que sepa hacer), juegos, travesuras, forma de vivir esta familia las fiestas (Navidad, Reyes, Semana Santa, Romería, Feria), leyendas, supersticiones, remedios caseros para enfermedades, actuaciones de un santón visionario (un hombre llamado Santacruz), un sentido fatalista de la existencia (en más de una ocasión se dice “lo que tenga que pasar pasará”), acontecimientos sociales (bodas, bautizos), sucesos (incendio en Hamapega y huelga al comienzo de la Transición con final feliz) y un largo etcétera, pero sobre todo, a través de sus páginas desfilan como una maldición situaciones familiares angustiosas, en donde el HAMBRE que, cuenta que pasó la familia, fue tanta que merece ser escrita con mayúscula, aunque solo sea para representar gráficamente su magnitud. La narración destila en todo momento veracidad y sinceridad, sin poner sordina a miserias propias de sus seres queridos, hasta tal punto que llega a conmover. 
            He acabado el párrafo anterior con la palabra conmover, porque el Pileta no juzga, sino solo cuenta a su manera lo que su excelente memoria ha ido conservando, pero lo hace sin rencor ni odio de ningún tipo, ni pretende hacer proselitismo de nada. Parece como si intuyera que las ideas pueden ser discutibles, pero los hechos son contundentes. Lo más sorprendente y, a la vez, lo más digno es el sentido de la gratitud de esta familia a las personas de diferentes clases sociales que se conmovieron ante sus desgracias y les ayudaron. Estos agradecimientos se repiten a lo largo del texto como un mantra, y entreverados con tanta desgracia son los que me hacen pensar que estos Encajeros/Piletas entran en la categoría de aquellos que cantó Antonio Machado:

"Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra".
             
José Mª Álvarez Blanco
Junio 2012





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