sábado, 10 de diciembre de 2011

Los Conventos de la Orden de San Francisco en Guadalcanal - 11

(Transcripción de las Crónicas publicadas por FRAY ANDRES DE GUADALUPE en su Historia de la Santa Provincia de los Angeles, Madrid 1662) - Edición de José Mª Alvarez Blanco

Vencía las dificultades de ser doncella principal, y dejar el encierro honesto de su casa, por asistir, y visitar los enfermos pobres, llevábalos regalos, curaba sus llagas, hacíales las camas con otras acciones caritativas, que aliviaban sus trabajos, y socorrían sus necesidades, con tal fervor, y palabras de consuelo, que hacía devoción a todos. Entrando en la Iglesia un día, vio que estaba un pobre descalzo, lastimados los pies, haciendo oración; llegose cerca, y con recato de que nadie la viera, hincada de rodilla se los besó, bañada en lágrimas devotas, considerando en él a Cristo pobre, y necesitado. Otro día en la misma Iglesia una mujer muy pobre, y desnuda, tomándola de la mano la entró en una capilla retirada, y la dió, como otro san Martín, parte de sus vestidos, con que cubriese su desnudez. Todos los Jueves Santos juntaba en su casa las mujeres pobres, que podía, de rodillas en tierra les lavaba los pies con mucha ternura de ánimo, porque lo hacía con meditación de lo que hizo Cristo la noche de la Cena con sus discípulos; después les socorría con limosnas. En estas obras de caridad discurría continuamente buscándolas, para ejercitarlas con corazón fervoroso, y pacífico: amó a sus hermanos con orden recto, y bien ordenado, y así gozaba los efectos de caridad, que por perfecta permaneció hasta la muerte, era por Dios, y tuvo permanencia, como amistad verdadera.

Abominaba el ocio contrario al espíritu, y raíz de graves daños; por esta razón, y por humildad el tiempo que quedaba de oración, y ejercicios gastaba en las acciones humildes de la casa, aunque había criadas, para ello diputadas. Pusose una noche a hacer el amasijo ordinario para la familia, por tener tiempo para sus santos ejercicios, no le dió bastante para sazonarse la masa, y encender el horno; entrose en su oratorio, salió a breve rato, y llegando a ver el pan, le sacaron cocido, y sazonado.

Aunque en vida tan ejemplar ocupada, vivía en su corazón ardiente el deseo de ser Religiosa; puso calor, no halló dificultades, porque había llegado el tiempo destinado de la divina providencia, habiéndole diferido para provecho espiritual de muchos en el siglo; recibió el hábito de este Santo Convento de San José de Guadalcanal con altos júbilos de su alma, viéndose en la posesión del tesoro de tantos años deseado; corría el año del noviciado perseverando en sus ejercicios, dándoles nuevos quilates en la ejecución y obediencia regular, y loables, y santas obras de la Religión. Llegando el tiempo de la profesión padeció gravísimas sugestiones del Demonio, persuadiéndola a que dejase el hábito, con pretexto de hacer las buenas obras en el siglo, que en la Religión no podía; afligiola este ejercicio interior notablemente, poniendo dudas en la resolución; venció al enemigo, profesando con especial aprecio estado tan alto, y devoción de corazón.

Comenzó a seguir a Cristo, como si entonces diera principio a la virtud; ansiaba guardar la primera Regla de santa Clara; con licencia del venerable Padre Fray Juan de la Palma, Provincial a la sazón, usaba sandalias con los pies descubiertos; traía el rostro cubierto con el velo a todas horas. Con ardiente espíritu multiplicaba penitencias: hallándose sola en el dormitorio se crucificaba en una grande Cruz, que tenía a la cabecera de la cama, por largas horas; dormía abrazada con otra más pequeña; era la Cruz en el padecer, y en la compañía su descanso, porque amaba padeciendo y contemplando en ella. Traía ceñidos en diversas partes del cuerpo tres ásperos cilicios, hacía todos los días una áspera disciplina de sangre, aunque la comunidad tenía las ordinarias; casi todo el año ayunó comiendo poco pan, y agua muchos días; consiguió el espíritu gran paz interior de potencias, porque con la penitencia tenía sujeta la carne, y sus pasiones a la razón, no le hacía guerra, antes era compañera para la virtud.

Con tan áspera penitencia traía robado el color del rostro, y macilento el sujeto; siempre que comulgaba (era todos los días) se inflamaba tanto el alma con los tiernos sentimientos de la presencia real de Cristo sacramentado, que saliendo el fuego a lo exterior, aparecía en ambas mejillas una rosa colorada, tan encendida que parecía brotar la sangre viva por ellas; duraba todo el tiempo, que daba gracias.

Asistía en la oración de rodillas muchas horas; sucedió un Jueves Santo estar en esta forma desde prima noche en el Coro hasta las tres de la mañana; luego se dió larga disciplina, y volviose al puesto, donde oraba, perseverando de rodillas, hasta que se acabaron los oficios divinos, y procesión de aquel día.

Mereció de la divina misericordia tal pureza de alma, que en toda su vida no perdió la gracia del bautismo; testificolo su confesor Fray Francisco de Pedroche; hizo aprecio de tan gran tesoro, participación de la divina naturaleza, y vestido de los desposorios eternos de la gloria; guardole cuidadosa, y aumentole con continuación de virtudes. ¡Que dicha de la criatura, que quiere bien a su Criador, no ofenderle en cosa grave, ni perder su amistad, y servirle, desde el uso de razón con heroicas virtudes hasta la muerte! !Y que favor tan singular del Criador con su criatura¡

Otros bienes, y misericordias recibió de su mano liberal; faltó un día el Confesor, por haber ido a negocios del convento; viendo, que no había orden de comulgar, se fue al Coro a orar; estando en la oración, haciendo comunión espiritual amorosamente, ya que no podía otra cosa, vio que de un Crucifijo, que allí estaba salió una luz en forma de estrella resplandeciente, y se puso sobre sus labios; pasó al corazón su luz, y ardor, ilustrándose con la visión el entendimiento con noticias de profundos misterios, y penetrando la voluntad con amor de Dio, de modo, que en muchos días andaba como enajenada, embebida en lo mismo. Traía la causa la eficacia que su Majestad le había dado, y permanecían de espacio sus admirables efectos; tuvo también don de profecía, como se vio en algunos casos; estando en el Coro un día en oración llamó a otra Religiosa, que se hallaba en él, y la dijo: hermana encomendemos a Dios un tío mío, porque está en gravísima necesidad, no habiendo sabido antes más de que estaba enfermo; ejercitaron la caridad ambas pidiendo al Señor el socorro; enviaron luego a saber como estaba, y le hallaron agonizando en los brazos de la muerte.

Estando otro día en el Coro, y junto a ella una Monja amortajada, Vicaria del convento a la sazón; consultó la visión con su confesor, pidiendo consejo de lo que había de hacer: díjola, que la avisase con discreción para bien suyo; hízolo así; recibió el aviso como persona desengañada, que no tenía raíces en la tierra; aprovechose de él, disponiéndose más cuidadosa para la cuenta, y murió a pocos días. Había sucedido antes de esta otra muerte de una Religiosa; afligiéronse las demás, haciéndolas temor: hablando con su confesor la venerable Madre, le dijo: Mucho se admiran las siervas de mi Señor de dos muertes; pues en este verano han de morir cinco: Sucedió, como lo profetizó; murieron cuatro, y después le dió a ella la última enfermedad: fue singular el gozo de su alma; viendo se llegaba la hora de ver a Dios cara a cara en los cielos, donde en esta vida tenía su conversación continua; recogiose en lo interior; recibió devotísima los santos sacramentos con júbilos, y regalos celestiales, y divinos. Cantando el Credo con la comunidad con actos vivos de fe, esperanza, y caridad entregó a su Criador el espíritu puro, y lleno de virtudes, año 1628, día de las once mil vírgenes, para recibir la corona de la justicia, preparada por Dios para los justos, que le aman de corazón entero, y corren con fidelidad la carrera en su servicio con tal perseverancia final. Sea glorificado en sus obras con sus siervos, y amigos; a quien como fuente de todo bien, sólo sea la honra, y gloria por todos los siglos de los siglos. Amen.

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