viernes, 18 de febrero de 2011

RETAZOS DE LA VIDA DEL GENERAL CASTELLÓ - 68

Casa heredada de su hermano José Castelló en Guadalcanal y que posteriormente vendió a los Urbano

«Más tarde apareció Beluca, por quien mi padre siente franca debilidad. Ella, que no visita a nadie, ha ido muchas veces a verlo a Prisiones.»
«Nuestra última visita fue a casa de los Vega. No estaban. La única que estaba en casa, además del servicio, era la madre de Hilde. Papá se la encontró en el pasillo al ir a hacer otra lla­mada telefónica y le dijo quién era, pero ella no se enteró, pues era alemana, y se limitó a sonreírle. Entonces las mucha­chas, con muchos gestos, le explicaron de quién se trataba.»
-«" ¡Ah! -dijo con fuerte acento alemán-. Una alegría, una gran alegría" -y con un limitado francés comenzó a hablar con mi padre. La cocinera se presentó a papá»:
-«"Yo lo conozco a usted, general, estaba en casa de los señores antes de la guerra".»
«Y mi padre se puso a hablar con esas buenas mujeres que lo escuchaban como en éxtasis. No tardaron en llegar Hilde y Manolo. Su alegría fue enorme.»
-«"Además, ¡hay que verte! -dijo Vega-. ¡Pareces otro vestido de persona!".»
«Al día siguiente fuimos a misa juntos, una misa de acción de gracias.»


XI

Lo peor ya había pasado. Un año tardó aún mi padre en recuperar sus bienes por habilidad de su abogado don Diego Hidalgo, que años antes se había trasladado a Sevilla para evi­tar que hicieran la pública subasta de las fincas para pagar las contribuciones atrasadas. Consiguió la devolución de sus bienes antes de que le fuese rebajada la pena de treinta años por la de doce. Tuvo que pagar una multa y los Derechos Rea­les con recargo de la herencia de su hermano.
Castejón intervino en su ayuda una vez más ante Franco:
-"Si no quiere devolverle sus bienes al General Castelló, devuélvale el usufructo a sus hijas, que ya se encargarán ellas de dárselo a su padre."
En cierta ocasión, el General Franco le preguntó a Castejón:
-"¿De qué vive el General Castelló?"
-"Pues mientras le devuelven sus haberes pasivos, en trá­mite, da clases de bridge a unas señoras."
Por lo visto, esto le hizo mucha gracia a Franco y se echó a reír.
Era verdad, una señora amiga le había buscado alumnas entre sus amistades y mi padre, con su característico sentido del humor, comentaba:
-"He logrado la ilusión de mi vida, vivir a costa de las mujeres."
Mi hermana tuvo que dejar su puesto de institutriz en Dai­miel porque su pequeño alumno, al terminar la guerra, regresó a Francia con sus padres. Más tarde consiguió una colocación en la Embajada de Francia como taquígrafa y mecanógrafa. Yo seguía dando clases a los Camino.
A fines del año 1942 mi padre tuvo que ser operado de una hernia. Fue conducido al Hospital Militar de Carabanchel. El Comandante de la Guardia Civil a quien designaron para acom­pañarlo era Camino, a quien había conocido en Marruecos. Le preguntó a mi padre qué hacíamos nosotras. Nuestro padre le comentó que nos dedicábamos a dar lecciones de francés. Ca­mino le dijo que precisamente necesitaba una profesora de francés para que sus hijos perfeccionasen el idioma que apren­dían en el Liceo Francés. No sé si realmente la necesitaban o hicieron esto para ayudarnos. Nos repartimos los alumnos, mi hermana se encargó de la hija mayor, Carmen, y yo de Nines y Miguel. Nines era encantadora, pero como alumna era un desastre. Jamás tenía tiempo para hacer los deberes que le dejaba como tarea.

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