sábado, 27 de noviembre de 2010

RETAZOS DE LA VIDA DEL GENERAL CASTELLÓ - 26


Se lo dije al señor Azaña y éste me contestó:

-"Pues entonces no me conviene, designe a otro." Nombré al Coronel Capaz y ordené al Jefe de E.M. de Ma­rruecos le mandara que se presentase en Madrid. Llegó el Coro­nel y le informé sobre el tema. Le pregunté:
-"¿Qué necesita usted, mi Coronel?"
-"Nada. Me voy a Canarias, me proporcionaré una lancha motora, un intérprete y dos ayudantes."
Desembarcó en Sidi Ifni, y era tal su prestigio que toda la región se le presentó ofreciéndole su apoyo.
El Ministro se entusiasmó y me dijo:
-"¿Cómo se le puede recompensar?"
-"Ascendiéndolo a General; además, nos podemos ahorrar el expediente de ascenso, pues de estos hechos no están entera­dos más que el señor Azaña, usted y yo, y por ello le traeré el Proyecto de Ley que haya que llevar a las Cortes."
El Proyecto de Ley que llevó el señor Lerroux a las Cortes de la República, tan desobedientes y tan heterogéneas, emocio­nó a éstas y poniéndose de pie la Cámara entera le dio al Co­ronel Capaz el empleo de General por aclamación.
Esta votación han querido sumársela los aduladores del Ge­neral Franco a los méritos por él contraídos en los asuntos de España. Pero en este hecho no ha tenido injerencia alguna. Muertos Azaña y Lerroux, de la veracidad de lo que narro res­pondo yo.
Un día se presentó en mi despacho el prestigioso médico militar Gómez Ulla:
-"Mi General, el doctor Sloker, de fama mundial, ha sido en su juventud teniente de Sanidad Militar. Este Cuerpo desea que se le conceda la gran Cruz Blanca del Mérito Militar."
Se lo propuse al Ministro Lerroux y me contestó:
-"Extienda usted el Decreto."
El día señalado por la Comisión, en el Cuartel del Conde Duque en el que estuvieron alojados durante la Monarquía los Regimientos de Húsares y Princesa y, en la República, la Aca­demia de Medicina, se efectuó el homenaje.

Asistí a aquel acto para acompañar al Ministro. Tomó la palabra y dijo:
-"Señores Generales, Jefes y Oficiales, cuando acompañado del General Subsecretario, invitado para presidir este acto, su­bía las escaleras, mi imaginación ha retrocedido sesenta años, pues hace tiempo mi hermano y yo corríamos por este viejo caserón mal vestidos y calzados. Mi padre era maestro herra­dor. Figuraos mi emoción al dirigiros la palabra como Presi­dente del Consejo y Ministro de la Guerra y poner en el pecho del doctor Sloker esta gran Cruz."
Las últimas palabras del discurso las pronunció con tanto sentimiento que levantó una tempestad de aplausos.
El diario «La Nación» publicó un artículo en el que inquiría qué había hecho el señor Azaña de los millones sobrantes de la supresión de los Cuerpos armados. Le leí el artículo a Le­rroux:
-"Señor Ministro, días antes de cesar el señor Azaña le inculqué la idea de que los diez millones de pesetas sobrantes se ingresasen en el Tribunal de Cuentas."
El Ministro me indicó:
-"Contéstele así al periódico."
Al día siguiente volvió «La Nación» a preguntar qué había hecho el señor Azaña de los fondos reservados del Ministerio. Y otra vez hablé con Lerroux:
-"Como bien sabe, señor Ministro, a usted y a los otros ministros les entregué 13.333 pesetas que es la doceava parte de lo consignado en el presupuesto para esta atención."
-"Hágaselo saber al periódico. Como usted sabe, mi Gene­ral, el señor Azaña está preso en Barcelona y ésta es una cam­paña de insidia. Me place su actitud con un caído y me consuela saber que si el día de mañana me encontrara en una situación similar sin duda usted me defendería."
-"Cuente usted con ello, pues en estos casos administrati­vos llevo yo gran parte de la responsabilidad."
Al producirse la siguiente crisis entró el General Masquelet en el Ministerio de la Guerra con un gabinete de transición. Masquelet duró un mes.
Nueva crisis y nuevo Ministro: Gil Robles. Cuando tomó posesión del cargo le presenté mi dimisión y me dijo que, en discordancia con los ministros anteriores entendía que el cargo de Subsecretario de Guerra era un cargo político y, por lo tanto, había designado en mi lugar al General Fanjul, que era miembro de la CEDA. Manifesté entonces que podía entregar mi cargo en el acto, pero me pidió que continuase en él unos quince días a los efectos de que el General Fanjul se enterase de los asuntos del despacho.
Sobrevino una nueva crisis; se hizo cargo del Gobierno Portela Valladares, y como Ministro de la Guerra asumió el cargo el General Molero, que me dio como destino Badajoz. Este go­bierno convocó a elecciones generales. Se formaron dos gran­des bloques: el Frente Popular y la CEDA, Radicales y Agrarios. Fueron elecciones muy reñidas; triunfó el Frente Popular. Es­tos sucesos ocurrieron estando yo en Badajoz y fueron el pró­logo de la guerra civil.
Respecto de la votación, tanto en Badajoz como en Madrid los simpatizantes de las derechas se abstuvieron de votar; unos lo atribuyeron a que aquel día llovía copiosamente, otros a la apatía de los votantes. Se rumoreó que la FAI le propuso a Gil Robles que si les daba tres millones de pesetas se abstendrían de votar. Según cuentan, el señor Gil Robles les contestó que a él le sobraban votos. Entonces la FAI ordenó a sus secuaces de toda España que votasen a favor del Frente Popular. Se supo luego que fueron los que decidieron la votación.
A l designar el Presidente de la República al señor Portela Valladares para formar Gobierno, el cese de Gil Robles como Ministro de la Guerra estaba implícito. En ese momento Gil Robles, Franco y Mola tuvieron una ocasión única para hacerse con el poder, pero la ceguera de Gil Robles y su creencia en el triunfo les hizo perder esa ocasión. Después del triunfo del Frente Popular, Azaña asume la Presidencia del Gobierno y nombra Ministro de la Guerra a Casares Quiroga. Inmediata­ mente depusieron del mando del Estado Mayor central a los Generales Franco y Mola.

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