viernes, 29 de octubre de 2010

RETAZOS DE LA VIDA DEL GENERAL CASTELLÓ - 12

Paisaje de la zona de Auvernia, donde nació Margarita Gauthier, esposa del General Castelló

.......... III ...........

... Se llamaba Margarita Gauthier... como la Dama de las camelias, si bien su vida y su carácter no tenía semejanza algu­na con la heroína romántica.
Nació en 1884 en un pueblecito de Auvernia y era hija de unos campesinos acomodados. Tierra dura y clima no menos duro, de hombres recios, curtidos por los vientos y las nieves. Región montañosa y lacustre, no carente de belleza ni de dulzura en sus paisajes. He visitado algunos de esos lagos rodea­dos de pinares y hasta he trepado por las faldas llenas de matas y zarzas de algún montecito, simplemente por visitar las ruinas de un pequeño castillo. Clermont-Ferrand, la capital, es la un­décima población de Francia. Tiene un barrio antiguo muy in­teresante y una catedral un tanto austera, con hermosas vidrie­ras góticas. Pero lo que tiene más interés, arquitectónicamente hablando, es el románico regional que tiene su sello propio, como la Basílica de Notre Dame du Port, que data de los si­glos XI y XII. Como todos los edificios de la ciudad, está cons­truida con una piedra oscura y gris de origen volcánico. La parte del ábside, vista por fuera, reproduce la forma de cruz del interior cuyos brazos tienen las extremidades redondeadas. Los tejados que las coronan, a juzgar por su color, son de pizarra. En su interior abundan pequeñas columnas que dan a la igle­sia un vago aspecto de mezquita islámica. Por lo demás, Cler­mont-Ferrand es una ciudad industrial con un aire de cierta tristeza.
Fue la patria del primer héroe de Francia: Vercingetorix. En lo alto del Puy-de Dóme pueden verse aún las ruinas de un templo romano que está dedicado a Mercurio. En la cima de dicha montaña Pascal realizó sus descubrimientos sobre la pre­sión atmosférica.
Cerca de Clermont-Ferrand se halla una pequeña ciudad muy agradable y mucho más risueña: Royat; y cerca, también, dos estaciones de reposo para enfermos de vías respiratorias: la Bourboule y Mont-Doré. Estas ciudades aprovecharon unas antiguas termas romanas para instalar sus establecimientos cu­rativos. Por lo visto, los romanos habían descubierto el poder de aquellas aguas y lodos para las enfermedades de pulmón. Actualmente les hacen respirar a los enfermos, además, gases un tanto salubres en una especie de lavabos especialmente ins­talados para las inhalaciones. Las salas se llenan de vapores y los enfermos, cobrando un vago aspecto fantasmal, se pasean casi sin verse, vestidos con unos grotescos pijamas.
Mi madre no nació en Clermont, sino en un pueblecito cercano llamado Vic-le-Comte, que posee un pequeño castillo, una calle medieval con sus fachadas de madera y sus pisos altos sobresaliendo de los bajos y una iglesia románica cuyo ábside fue declarado monumento nacional. El pueblo, en general, ca­rece de interés y de belleza. Las casas son de piedra menos oscuras que las de Clermont y su arquitectura carece de ima­ginación.
A mi abuelo, Françoise Gauthier, no llegué a conocerlo. Murió en 1911. De él poco se hablaba en la familia; no debió dejar muy grata memoria. Como buen auvernés, era aficionado a empinar el codo. Recuerdo vagamente haber visto de niña una foto suya; tenía el típico rostro de la región: ancho, con las mejillas bien coloreadas, carilleno, ruda expresión y hermosos mostachos.
Mi abuela era una mujer más bien bajita, de rostro y ojos redondos y nariz un tanto respingona, nariz que, aunque algo más estilizada, heredó mi madre y su hermana menor, mi prima y mi hermana... «Le nez á la Mallye», como acostumbrábamos decir en la familia, pues Marie Mallye era el nombre de la abuela.
Entre sus conciudadanos tenía fama de ser inteligente y «entender mucho de política»... Yo me pregunto hasta dónde podían llegar los conocimientos políticos de una mujer sin gran cultura, de familia modesta y que prácticamente no había sa­lido del pueblo. Era, según cuenta mi prima Guite, una mujer de carácter autoritario, lo que en Francia se llama «une maitres­se femme». A su hija menor, Marie, que quedó viuda muy joven con dos niños durante la guerra del 14, la tuvo bajo su protec­ción hasta su muerte. La pobre tía Marie parece ser que tenía una manera de ser muy difícil; carecía de personalidad y vivió una existencia gris hasta que falleció la autoritaria «grand mére».

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