jueves, 9 de septiembre de 2010

CERVANTES EN GUADALCANAL 29


El caso es que María Ramos, que así se llama pues aún vive, se fue a las Indias en busca de su marido Alonso Hernández, del que hacía un tiempo no tenía noticias. Después de buscarlo por todas partes, al final lo encontró viviendo con otra mujer, por lo que tuvo que buscar cobijo con unos amigos. María que es de una elevada virtud y piedad y además muy devota de la Santísima Virgen, cuando llegó el domingo, pidió a sus amigos un lugar y una imagen para rezar el rosario, cosas ambas, de las que en su extensa casa sus amigos carecían. Sin embargo le dijeron, que por alguna parte, debía de haber un cuadro que hacía muchos años les habían pintado de la Virgen del Rosario. María Ramos revolvió Roma con Santiago y al final, en un armario, encontró un envoltorio, donde muy difuminadas, se podían ver algunas manchas y sombras de lo que en su día pudo ser la imagen de la Virgen. Estiró la desmejorada tela con un bastidor de caña y colocó el cuadro en la habitación de paja que le habían dejado. Allí reunía desde entonces a la familia todos los días para rezar el rosario.
Sucedió que el día de San Esteban de 1586, cuando marchaba a visitar a una pobre vieja, un niño indígena les gritó: ¡Miren!; ¡Miren!. Y al volver la vista vieron que todo el cuadro estaba arrojando rayos de luz. Cuando entraron en la casa, quedaron sorprendidas al ver que habían aparecido con todo su colorido, las tres imágenes que existían originariamente en el cuadro. (58)
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(58) Efectivamente, este hecho sucedió en Chiquinquirá en el nuevo Reino de Granada en la Pascua de Navidad, el día de San Esteban (26 de diciembre) del 1586. En 1588 se formó un Tribunal Eclesiástico que examinó el Milagro. Curiosamente el poeta y sacerdote natural de Alanís, Juan de Castellanos, formó parte de este Tribunal. En 1623 María Ramos tomó el hábito de las Dominicas Terciarias, muriendo pocos años después. (Nota del Editor)

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