viernes, 3 de septiembre de 2010

CERVANTES EN GUADALCANAL - 26


Pliego seis

Cervantes se acercó una pequeña olla donde la mesonera había traído un líquido caliente muy aromático, apartándose con el cazo una porción se la acercó a la nariz y pudo percibir un fragante olor.

—¿Qué es? –dijo Cervantes.

—Me lo acaba de mandar mi padre de Chanchamayo (Perú). —dijo Jerónimo Ortega. Es una especie de haba gris que a instrucciones mías y dada la ocasión especial que se nos brinda hoy con su visita, acaba de tostar en el fuego el mesonero, después la ha molido y cocido en agua del Pilar de la Cava, y el líquido lo ha colado y dejado en reposo.

Cervantes se acercó el vaso con el líquido negruzco. Por fin lo probó e hizo un gesto impreciso de no saber lo que estaba bebiendo.

—Tiene un sabor amargo, no lo había bebido nunca —exclamó. (50)

—Todos lo estamos tomando por primera vez —dijo Jerónimo Ortega. Y volcó sobre su garganta el tazón de barro rojo que sostenía.

De nuevo la mesonera se acercó a la mesa, esta vez provista de un plato con dulces, que ofreció a los cuatro hombres.

—Pruebe Don Miguel estos gañotes que seguramente no lo ha hecho nunca —dijo Francisco Muñoz.

El dulce que ofrecía Francisco, era típico de la villa y aunque normalmente se hacía en la Semana Santa, últimamente la señora Angelita, que vive en la calle de los Olleros, los seguía amasando el resto del año. El apetitoso manjar estaba frito en el aceite de oliva de la villa y regado con miel recolectada en la Sierra del Viento.

—No me dejan de sorprender, en verdad que tienen un sabor exquisito, me lo apunto para recomendarlos a mis amigos de Sevilla. Me han gustado la décima y el poema, —dijo D. Miguel— estos vecinos vuestros tienen buena péndola, no como Lope, que se parece a el sastre del cantillo (51). Bien, ahora lo que hace falta es que la mesonera abra la botillería y nos traiga un chinchón.

—Calle y que no le oiga nadie —le dijo Jerónimo— estando como estáis en Guadalcanal tenéis que probar el auténtico anís Flor de la Sierra que se destila aquí. En todo caso, si no le gusta el dulce, le permitiremos que se tome un cazalla seco, de la vecina villa de Cazalla de la Sierra.

—Bene quiden (52) —respondió Cervantes— saboreando con la mirada el liquido transparente que sus amigos le servían ahora en una pequeña copa de metal.

Mientras tragaba con lentitud para retener en su boca los aromas de flores silvestres que contenía el preciado licor, exclamo como un suspiro:

—Uhmm... pienso que en esta villa tan tranquila se ha de vivir muy bien.

—No lo crea don Miguel —dijo Francisco Muñoz— por tener hemos tenido hasta batallas dentro de nuestras murallas.

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50) En este momento Cervantes está asistiendo quizás a una de las primeras degustaciones del Cafeto en España, que a partir de 1600 se difunde oficialmente por Europa, conociéndose con el nombre de Café.

(51) Aquí se vuelve a notar lo poco que le agradaba Lope de Vega, el refrán se dice del que además de trabajar sin provecho, incurre en gastos. (Nota del editor)

(52) De acuerdo. (Nota del editor)

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