jueves, 26 de agosto de 2010

CERVANTES EN GUADALCANAL - 22


Pliego cinco

Una vez aliviado de la líquida carga que había ido acumulando, Cervantes regresó a la gran sala donde sus amigos discutían sobre el orden de las preguntas con las que abordarían a D. Miguel en la renovada sesión de tan interesante conversación.

El sol de la tarde que entraba desde el corral, rebotaba sobre las pulidas sartenes y perolas que colgaban en la cocina, haciéndoles brillar como recién compradas en los puestos que los quincalleros de Carmona ponían en la vega de Guaditoca, durante la grandiosa feria en honor de la Virgen (37). El reflejo del metal en el techo, anaranjaba los rostros y los gestos de todos los presentes.

En su camino se fijó en el bien amueblado repertorio de viandas que el mesonero tenía sobre el mostrador.

—He visto un niarro que le he dicho al mesonero que nos guarde para cenar, que de tierno que se ve, de seguro que no le habrá dado tiempo de probar las bellotas.

—Ahora que nombráis las bellotas —dijo Francisco Muñoz— me he acordado de lo que le pasó el otro día a un porquero que trabaja con mis tías. Resulta que el hombre se subió a una encina a última hora de la tarde, para varearle bellotas a los cerdos, con tan mala fortuna, que resbaló y se quedó colgado de los pantalones, de tal forma, que no fue capaz de soltarse y allí pasó gran parte de la noche, hasta que llegaron unos familiares a buscarlo, extrañados de su tardanza.

Cervantes cogió su peñola que siempre llevaba encima y tomó unas notas. (38)—Nos estaba hablando de las iglesias, continúe por favor —pidió Cervantes al joven Francisco Muñoz.

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(37) Desde tiempo inmemorial se celebraba durante tres días, en la Pascua de Pentecostés (50 días después del domingo de Resurrección), una feria de ganado, paños, telas, metales, quincalla, bujerías, vinos, licores, etc., en la vega de El Encinar. Está documentada la asistencia de más de ciento cuarenta puestos, de todas partes de Andalucía y Extremadura. (Nota del Editor)

(38) En el capítulo XXXIV de la segunda parte de El Quijote, aparece un hecho parecido, donde Sancho Panza queda enganchado en una encina, cuando huye de un jabalí. (Nota del editor)

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