viernes, 4 de diciembre de 2009

LA ANGUSTIA DE LAS INMENSIDADES OCEÁNICAS - 1 DE 8

(La representación del espacio en los primeros exploradores europeos del Pacífico en los siglos XVI y XVII)

Por la Dra. Annie Baert, hispanista, profesora de español y especialista en Estudios Ibéricos en la Universidad de la Polinesia francesa, en Tahití.

(Traducción de José María Álvarez Blanco)


Un viajero actual parece tener una noción clara del espacio por el que se desplaza. Por ejemplo, quien sube a un avión en Faa’a para ir a Hawai’i, aunque ignora cuál es la distancia exacta que va a recorrer, sabe al menos que aterrizará en Honolulú unas 5 horas más tarde. Una vez sentado en su butaca, puede seguir el trayecto en una pantalla que reproduce un mapa del Pacífico, donde se ve literalmente volar hacia el norte y aproximarse poco a poco al punto de destino: hay pues una percepción inmediata del espacio y del tiempo que transcurre, adornada de una extraordinaria sensación de facilidad que le hace olvidar lo que fueron los viajes de antaño.
Pero a nuestro viajero el vocabulario le recuerda que tiene predecesores en la materia: «embarca» (del verbo «embarcar», subir a un barco) a una «aeronave» (de la palabra «nave», navire); antes de subir «a bordo» (en el barco), deja su equipaje en la «bodega» (el compartimento de la cala del barco destinado al almacenamiento de los víveres o de las velas), y confía el cuidado de su equipaje (de la antigua palabra «equipar» = proveer a una embarcación de lo necesario), al personal «navegante», técnico o comercial.
Dicho brevemente, en el curso de la travesía que se apresta a realizar, será el heredero de los viajeros de antaño, con la diferencia de que hoy día todos sus parámetros son conocidos en cada instante por el «piloto» (palabra que procede de una palabra griega que designa el timón), que decide en lugar de sufrir, como hacían los antiguos. De los sufrimientos se encontrarán mil ejemplos en los primeros exploradores europeos del Pacífico, cuando la ignorancia conducía frecuentemente a la desesperación y a la revuelta.

***
Magallanes, el pionero.
Lo único que sabía Magallanes
[i] al salir de Sevilla, el 10 de agosto de 1519, era que existía un mar entre América y Asia, el continente sobre el que se encontraban las Molucas, o «islas de las especias», puesto que Vasco Núñez de Balboa[ii] había visto dicho mar con sus propios ojos seis años antes, en las orillas del istmo de Panamá, sin siquiera navegar por él. Esto constituía un punto de partida muy débil para organizar dicha expedición, pero hubo razones para emprenderla porque se conocía el resultado: después de haber bordeado durante casi un año entero la costa de América del Sur, y penetrar en todas las bahías y en todas las desembocaduras para ver si no se encontraría allí «el paso», entró, el 28 de noviembre de 1520, en el Mar del Sur (que su cronista Pigafetta[iii] denominó el «Pacífico»). Pero se estaba impresionado por lo poco que se sabía de lo que quedaba por recorrer: de modo que, gracias a los mapas de su amigo Francisco Serrao[iv], estimaba que estas islas estaban situadas más o menos sobre el ecuador, e ignoraba totalmente su longitud.
El problema de la época era la línea de separación entre las zonas de influencia de España y Portugal: según las bulas papales y el Tratado de Tordesillas
[v], dicha línea estaba situada «a 370 leguas[vi] al oeste de cabo Verde», es decir poco más o menos sobre los que se denomina actualmente el meridiano 50 de longitud oeste, en el interior de las tierras brasileñas. Su localización no planteaba demasiados problemas y, para alcanzarla, era suficiente, si se atreve uno a decirlo, recorrer estas 370 leguas[vii] hacia el oeste navegando en latitud constante, lo cual se sabía hacer.
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[i] Véase un resumen de su viaje en http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/pacifique/baert_magellan.html
[ii] http://www.lehman.cuny.edu/ile.en.ile/pacifique/baert_balboa.html
[iii] Pigafetta, Antonio: Relation du premier tour du monde de Magellan (1519-1522), Taillandier, 1991.
[iv] Establecido en las Molucas después de la conquista portuguesa de la India, les alababa sus riquezas y les afirmaba que se encontraban en la «parte española» del planeta.
[v] Las bulas papales Intercoetera y Dudum Siquidem, de mayo y septiembre de 1493, y el Tratado de Tordesillas, de junio y septiembre de 1494, estaban destinadas a evitar un enfrentamiento entre las dos naciones rivales.
[vi] Es decir en medio del Atlántico, de la cual Colón había estimado la latitud a 750 leguas.
[vii] Una legua es una división del grado de latitud, cuyo valor variaba considerablemente según los países: para la misma distancia, se contaban 60 en Italia, 25 en Francia, 17 y media en España y en Portugal, y 15 en Alemania. En 1524, los navegantes más experimentados de la época (Portugueses — Lopes de Sequeira, conquistador de la India —,Italianos — Cabottto y Vespucci — y españoles — Hernando Colón, el hijo del Amirante, o Elcano, que terminó la vuelta al mundo comenzada por Magallanes) decidieron oficializar la práctica corriente en los marinos ibéricos: en adelante valdría 3,43 millas náuticas o 6,35 km. (J. Génova Sotil & C. Miranda Vila: « Notas sobre la náutica en los siglos XVI y XVII », en: Descubrimientos españoles en el mar del sur, Madrid, Editorial naval, 1992, I, p.71 ; Francia e Inglaterra decidieron, en el siglo XVII, contar veinte leguas marinas por grado de de latitud (Dictionnaire d’Histoire maritime, Robert Laffont, 2002, II, 857).

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