miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Eran « grandes ladrones » los isleños del Mar del Sur... 3 de 6



¿Eran « grandes ladrones » los isleños del Mar del Sur que acogieron a los navegantes europeos en los siglos XVI-XVIII ?

Dra Annie Baert

Mientras en su carta del 11 de julio de 1607, escrita en Manila, el capitán Luis Váez de Torres añade el siguiente detalle :
« diferentes Embarcaciones llegaron serca de las Naos hablando nos, y tomando lo que les dabamos pidiendo mas, y hurtando lo que estaba colgado de las Naos, tirandonos botes de lanzas… »
[1]

El capitán Torres es pues el único en referir robos por parte de los nativos de Rakahanga, mientras los demás cronistas se centran en la tentativa de adueñarse de los remos de la barca o, más grave, de la lancha, en lo que corría manifiesto peligro la vida de los tripulantes.

Es de notar también que hubo una isla donde no se produjo ningún latrocinio, cosa tan nueva para los navegantes que fue referida en sus relatos. Cuentan el capitán Quirós y el piloto González de Leza que, en abril de 1606, en Taumako (Islas Salomón) :
no hubo « jamás falta de cosas nuestras, con quedar en su arroyo cuando se lavó la ropa una y dos noches, las ollas y las calderas de cobre »
« ya tenían noticia de los españoles por lo que auia suçedido en Santa Cruz con el adelantado Aluaro de Mendaña. […] allando siempre en ellos mucha verdad, porque pudiéndonos vrtar alguna erramienta o ropa, que se nos olvidaua, no lo hazian, antes nos la boluian… »
[2]

Esta « verdad » que se observó en los nativos de Taumako debió de ser el fruto de la experiencia : habían sabido por sus vecinos de Santa Cruz que aquellos extraños seres tenían armas peligrosas y no querían que se les tomara nada, y obraron en consecuencia.

En las islas Tuamotu (Polinesia francesa) :
Evidentemente, no sólo los españoles fueron víctimas de robos : en 1616, el holandés Jacob Le Maire navegó por este archipiélago y, en Takaroa, los nativos
« cogieron los clavos y todos los objetos de hierro que encontraban en la cubierta …[…] trataron de sacar la barca fuera del agua y hasta se adueñaron de dos de nuestros hombres, pareciendo querer llevarlos…»
[3]

Aunque en los ejemplos precedentes, parecía que los nativos tomaban lo que tenían al alcance de la mano, cualquiera que fuera su utilidad, éste es el primer indicio de un robo preciso, el de objetos de hierro, cuyas virtudes habían descubierto, quizás, gracias al paso de los navíos del capitán Quirós, diez años antes.

en Tahití (Polinesia francesa) :
En 1767, le tocó la misma experiencia al inglés Samuel Wallis, en varias ocasiones. La primera fue el 19 de junio, al llegar :
« procuraron hurtarnos algunos de los objetos que estaban al alcance de su mano […] uno de ellos vino detrás [de uno de nuestros oficiales], le quitó el sombrero, se echó a la mar y se lo llevó nadando. »
el 21 : « los indios habían cometido tantos robos que no quise que se admitiera alguno a bordo. […] Envié las barcas a tierra a buscar agua : sólo trajeron dos barriles que llenaron los indios porque, para pagarse de su labor, habían decidido conservar todos los demás. »
el 26 : « nos hurtaron algunos baldes de cuero y un embudo »
el 27 : « los indios siempre trataban de hurtarnos alguna cosa […] uno de ellos logró cruzar un riachuelo y robar una hachuela »
[4]

Aquí se mezclan robos de artículos que podían representar una mejoría en la vida cotidiana (baldes, barriles o hachuelas) y objetos sencillamente atractivos por su aspecto estético o novedoso.

El año siguiente, Bougainville contó lo mismo. El 6 de abril de 1768,
« el alférez Suzannet notó que le habían robado una pistola, que llevaba en el bolsillo. […] Lo único que nos molestó fue que siempre teníamos que vigilar lo que llevábamos a tierra, y hasta lo que teníamos en el bolsillo, pues no hay en toda Europa ladrones más hábiles que la gente de este país. »
[5]

Si una pistola presenta un indudable interés para un ladrón de hoy día, los tahitianos de aquella época conocían sus efectos — los había usado Wallis el año precedente — pero es poco probable que el hombre que se la quitó a dicho alférez supiera usarla, ni imaginara el peligro que podía significar para él mismo.

El capitán Cook en 1769 cuenta que desde el primer día, 14 de abril :
« los invitamos a subir a bordo, porque era difícil mantenerlos alejados del navío, y más todavía impedir que robaran todo lo que estaba a su alcance, en lo que mostraban una prodigiosa destreza […]. Manifestaron una gran inclinación por robar lo que llevábamos en los bolsillos y a pesar de nuestras precauciones, nos los vaciaron : al Dr Solander le quitaron el catalejo y al Dr Munkhouse la tabaquera. »
el 15 de abril : « uno de ellos, más audaz que los demás, derribó a uno de nuestros guardias, le arrancó el mosquete de las manos y se fue huyendo… »
el 2 de mayo : « cuando el señor Green y yo quisimos preparar el cuadrante, había desaparecido, aunque nadie lo había sacado de su caja y a pesar de su peso considerable […] nos preguntamos cómo habían podido llevárselo, porque un guardia había estado toda la noche a menos de cinco metros de la tienda donde se había instalado, junto con otros instrumentos, de los que ninguno faltaba, salvo éste… »
[6]

El robo del mosquete es similar al de la pistola del ejemplo precedente. En cuanto a la tabaquera, podemos suponer que lo que atrajo al ladrón no fue su contenido, ya que el uso del tabaco era totalmente desconocido en el Tahití de entonces. Pero hay que reconocer que su utilidad de « contenedor » podía presentar algún interés. Todo lo contrario de los instrumentos científicos de náutica : si alguien había podido observar al Dr. Solander sirviéndose de su catalejo y sentir el deseo de imitarlo, ningún tahitiano podía sospechar la utilización del cuadrante, porque nadie lo había visto aún fuera de su caja. Cook añade que además era muy pesado, lo que significa que el ladrón tuvo que hacer un esfuerzo particular, no sólo para burlar la vigilancia del guardia, sino también para llevarse aquel objeto tan custodiado como si fuera un auténtico « tesoro ».


[1] Historia del descubrimiento …, op. cit., I, pp. 264-266 ; Diario de Leza, ibid., II, p. 106-108 ; Relación sumaria de Don Diego de Prado y Tovar, y carta de Luis Váez de Torres, in : New Light on the Discovery of Australia, London, 1930, Hakluyt Soc., pp. 104 y 218 ; Relaciones de Fray Munilla y Fray Torquemada, in Austrialia Franciscana, op. cit., I, pp. 44 y 123. El subrayado es mío.
[2] Historia del descubrimiento…, op. cit., I, p. 286 y II, pp. 121-129. El subrayado es mío.
[3] Jean-Jo Scemla : Le Voyage en Polynésie, Paris, 1994, Robert Laffont, pp. xxxiv-xxxv. El subrayado es mío.
[4] Relación de un viaje alrededor del mundo, in Le Voyage en Polynésie, op. cit., pp. 4-17. El subrayado es mío.
[5] Voyage autour du monde, in Le Voyage en Polynésie, op. cit., pp. 38-40. El subrayado es mío.
[6] Diarios del capitán Cook, in Le Voyage en Polynésie, op. cit., pp. 65-74. El subrayado es mío.


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