viernes, 23 de octubre de 2009

LOS DESCUBRIDORES ESPAÑOLES DEL PACÍFICO Y LAS MUJERES INDÍGENAS - 3 DE 6

Por Annie Baert

De estos tres relatos, sólo uno (el 1-3) fue escrito por un testigo, mientras que los dos precedentes (1-1 y 1-2) son de dos personas, Catoira y Mendaña, que se quedaron a bordo de los navíos y por consiguiente sólo refieren aquí el informe que debió de hacerles el maese de campo al regresar a bordo, y/o lo que contaron algunos de los expedicionarios, con iguales detalles escabrosos sobre las averiguaciones físicas llevadas a cabo por los hombres y las mujeres salomonenses, que los dos transcriben de la misma manera, casi palabra por palabra.
El relato de Sarmiento es más escueto, y no da ejemplos concretos de dichas averiguaciones, aunque le permitieron apuntar ejemplos del vocabulario indígena: «hombre» se dice maña, y «mujer» gase -observación confirmada por Mendaña, en otra parte de su Relación (9).
2 - La segunda escena pasó en la misma isla, pocos días más tarde, el 14 ó 15 de febrero, pero a bordo de los navíos, anclados en la Bahía de la Estrella. Tenemos dos versiones :
2-1. Catoira :
«... vinieron a bordo de los navíos cuatro canaluchos de indios en los cuales traían tres mujeres; y como veían que no traíamos ninguna, nos pensaron tentar con ellas, diciéndonos si queríamos comprárselas. Dímosles a entender por señas que no las queríamos, que se las tornasen a llevar, y así se fueron luego.»(10).
2-2. Mendaña :
«... vinieron a bordo de los navíos cuatro canaluchos en los cuales traían tres mujeres y, como habían visto que no traíamos ninguna, nos pensaban tentar con ellas, diciendo si queríamos comprárselas. Yo les di a entender por señas que no, y que no las podían vender, que se las tornasen a llevar»(11).
Esta vez, los autores han presenciado los hechos que relatan y, como en 1-1 y 1­2, utilizan casi las mismas palabras.
3 - La tercera escena fue el 13 de marzo, en la misma isla, en tierra. Sólo tenemos una versión:
3-1. Catoira :
«Vinieron [a los navíos] dos canaluchos y trajeron cocos [...]. [dejaron a un indio en el navío], y pidieron al señor General un soldado para lo llevar a su señor, y [...] un mozo de un soldado que se decía Trejo se metió en un canalucho [...) y el señor General lo dejó ir, aunque porfiando que no fuese ; [...] y el mozo estuvo en el asiento de Bile este día y la noche. [Cuando regresó al navío a la mañana siguiente], el señor General le preguntó qué tratamiento le habían hecho. Dijo que si llegara a casa de su padre no se le podían hacer mejor que ellos. [...] Le enseñaban todas sus mujeres y le preguntaban si quería alguna de ellas y como les dijo que no y escupió de ellas se admiraron y le enseñaron cómo había de usar con ellas y a todo les dijo que no y que volvía el rostro por no las mirar...» (12).
Se trata de una anécdota diferente, en la que interviene un solo español, sin otros testigos que los súbditos y familiares del cacique Bile. Es atrevido (se va solo al pueblo indígena - aunque quedó un «rehén» a bordo), es joven («un mozo») y quizás por ello se muestra muy pudoroso (dice que «volvía el rostro») a la hora de contar su vivencia a sus compañeros.
Mendaña no refiere esta anécdota en su Breve Relación y, en la que dirigió al gobernador del Perú faltan varios folios, precisamente los que corresponden a los días comprendidos entre el 16 de febrero y el 18 de marzo. Es posible que dicha omisión se deba en parte a que los soldados protestaron y murmuraron, diciendo que «no había tenido razón de dejar ir el mozo», según escribió Catoira.
4 - La cuarta escena pasó el 11 de julio, en otra isla, Santa Ana, que descubrieron los hombres del bergantín Santiago.
Con este barco pequeño, se hicieron tres expediciones de exploración sistemática del archipiélago, en las que participaron 30 hombres, al mando del piloto mayor, Hernán Gallego y un capitán de soldados - Pedro de Ortega, maese de campo, en la primera, don Hernando Enríquez, alférez general, en la segunda, y el capitán Francisco Muñoz Rico en la tercera (13).
En la primera, del 7 de abril al 5 de mayo, descubrieron Malaita y Guadalcanal, amén de varias islas más pequeñas; en la segunda, del 19 de mayo al 6 de junio, San Cristóbal, mientras que en la tercera, del 6 al 14 de julio, se vieron dos islas pequeñas, Santa Catalina y Santa Ana, donde tuvo lugar la escena que relata Catoira. También sólo tenemos una versión:
4-1. Catoira :
«... procuraban con grande instancia que saltasen los nuestros en tierra, diciendo que les darían puercos, a que ellos llaman apos, y también les darían mujeres, enseñándoles como habían de usar con ellas; y como les hiciesen señas que no las querían y escupiesen de ellas, se admiraban y miraban unos a otros ... „(14).
Se trata de un relato de segunda mano, puesto que Catoira no formó parte de la tripulación del bergantín, y refiere lo que contó Francisco Muñoz Rico al regresar a bordo.
Hernán Gallego que, estando en el bergantín, seguramente presenció esta escena, no la cuenta en ninguna de sus relaciones, quizás porque no entraba en sus preocupaciones de piloto mayor.
Estas cuatro escenas presentan varios puntos comunes, no ofrecen ninguna contradicción, y sugieren varios comentarios.
1. En cada caso, la oferta de mujeres es indudable: para las escenas 1 y 2, tenemos declaraciones concordantes de varios testigos y/o actores. Se podrían, quizás, poner en tela de juicio el testimonio del joven (3-1) y el relato referido por Catoira (4-1), de los que sólo tenemos una versión, y pensar que era posible que se hubieran equivocado al interpretar palabras de un idioma desconocido, pero les dan crédito las anécdotas precedentes y el detalle recurrente de que «le enseñaron cómo había de usar con ellas».
Los relatos concuerdan en subrayar que a los indígenas les «admiró» que los españoles no trajesen ninguna mujer a bordo de sus navíos (1-1, 1-2, 2-1, 2-2), asombro que a su vez sorprendió a los forasteros, para quienes lo normal era que en ninguna jornada de descubrimiento se contemplara una participación femenina. Pero los salomonenses no pudieron intuir de qué tipo de viaje -o de viajeros- se trataba, y concluyeron de dicha ausencia que sus huéspedes no sabían qué era una mujer ni qué había que hacer con ella, por lo que se lo «enseñaron» (3-1 y 4-1).
2. Se mostraron muy perplejos frente a los navegantes, haciéndose preguntas sobre su identidad o su naturaleza:
«no sabían qué juzgar de nosotros» (1-1 y 1-2)
«como quien se imagina que no debíamos de ser hombres» (1-3)
«se miraban unos a otros» (4-1).

(9) Austrialia Franciscana, op. cit., III, p. 218.
(10) Austrialia Franciscana, op. cit., II, p. 46.
(11) Austrialia Franciscana, op.cit., III, p. 203.
(12) Austrialia Franciscana, op. cit., II, p. 64.
(13) Relaciones de los tres viajes del bergantín por Catoira, in Austrialia Franciscana, op. cit., II, pp. 80-95, 116­149, 164-175.
(14) Austrialia Franciscana, op. cit. II, p. 169.

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