domingo, 11 de octubre de 2009

Guadalcanal en el periódico La Vanguardia - 4

José Ortega Munilla (Cárdenas, Cuba, 26-10-1856 - 30-12-1922) dedicaba a nuestro paisano, este amplio artículo en la Vanguardia del viernes 12 de noviembre de 1929

LOS VIEJOS MAESTROS
D. Adelardo López de Ayala
El famoso dramaturgo López de Ayala, nacido en Guadalcanal, población, rica de la Andalucía extremeña, en el año de 1828 y muerto en Madrid en 1879, es una figura representativa de su era, así en las letras como en la política. Hijo de familia acaudalada, nunca sufrió las amarguras de la escasez. Ni su familia le puso trabas para que siguiera sus inclinaciones. Nació literato y literato fue. Siendo muy niño, escribió su primera obra dramática. Joven aún, logró en Madrid éxito clamoroso.
Apareció en los tablados de Talia entre laureles. Rosell dijo al asistir al estreno de su obra fundamental:
—Lope resucita.
En efecto, López de Ayala manejaba el verso escénico con la gallardía, la facilidad y la elegancia del monstruo, el que de sus improvisaciones dijo que «Más de ciento, en horas veinticuatro, pasaron de las Musas al Teatro». El nacido en Guadalcanal era ante todo un maravilloso rimador. Limpio de estilo, clásico sin amaneramientos, antiguo en la sabia forma, novísimo en las intenciones.
Ningún dramaturgo ha seguido como éste, en la serie de sus creaciones, la reforma impuesta por los tiempos. La ampulosidad de los ensayos iniciales, a los que Gil y Zarate llamó «ensayos de Hércules», fueron acomodándose al ansia de los hechos, y la parvedad en las palabras, que la gente pedía. Compárase la dicción de «El tanto por ciento» a «Consuelo», última obra del escritor, y se verá cómo disminuye la locución y se ajustan los decires a los sucesos.
He de declarar que yo prefiero los dramas de la época primera, «Rioja», «El tejado de vidrio», «El tanto por ciento», a la evocación postrera del numen vencido. Cierto es que hoy se parla rápido; pero el laconismo nos priva de la magnificencia del estilo castellano. ¿Qué priesa nos corre de llegar presto al fin, si en la demora, han de sernos otorgadas maravillas de ingenio?. ¿Es que vamos a suprimir los torrentes, porque la pequeñez del vaso es incapaz de recoger sino un centilitro de agua?... Vengan las inundaciones geniales, para que sacien ellas la sed de poesía que padecemos.
Para estudiar la colección pasmosa de los dramas de Ayala, sería necesario uro volumen. Aquí, en las columnas ilustres de LA VANGUARDIA, se impone la brevedad. Resignémonos a un leve expresar.
En aquellos días la literatura era el ejercicio de oposición a la política. ¿Sólo literato?... Eso era la miseria... Si el escritor era pobre, sus coincidentes en opinión te nombraban jefe de negociado en un ministerio. Si era pudiente, podía aspirar a una subsecretaría o a una cartera.
López de Ayala pudo esperar y fue ministro. Puelo de la Revolución del año 68. Lo fue en la. Restauración de don Alfonso XII. ¿Cómo estas mudanzas? Sería larga la explicación. En ese tiempo había cambiado todo. Sin viles regeneraciones, le fue dable al poeta pasar de un campo a otro. No había aquí cosa sólida. Era necesario mudar de cimas para examinar el horizonte.
El magno poeta, que había llenado las páginas de «El Padre Cobos»s órgano de la reacción, dejando en ellas señales gloriosas de un ingenio, aplicado al agravio de enemigo, fue con los más y con los mejores en este viaje, en el que acertó con el rumbo.
Llegó a ser presidente del Congreso de los diputados. Entonces era el tiempo del idilio del malogrado Señor rey Alfonso XII. Murió su esposa primera, la hermosa y tiernísima reina Mercedes. Aquella desgracia sobrecogió el ánimo de los ciudadanos...
Comenzaba yo mis labores de periodista. Asistía a la tribuna de la Prensa. En la sesión memorable ocupaba el elevado estadal, Ayala. Su hermosa cabeza adornada de negra melena y de recio bigote, destacaba entre los maceros., sobro el rojo tapete de la mesa. Vibró la campanilla de plata. «La Reina ha muerto...» — dijo Ayala-.. —Y siguió un discurso breve, sublime, tierno, admirable... Elegía nacional... Oda a la niña augusta que, había llenado de tristuras el ánimo del Monarca y a la Corte toda...Nunca sonó en el Parlamento decir tan elevado... El Presidente-poeta, había encontrado en sus sabios vocablos la fórmula definitiva de la desdicha común... La oración fúnebre de la Reina quedó en la Antología hispana corno monumento y dechado.
El orador de la elegía española hablaba poco. Guardábase de la proligidad y esperaba las ocasiones. Los discursos de López de Ayala son raros cuanto admirables.
Soltero, solitario, atento no más que al cuidado de su mente, moraba con el gran músico Arrieta, el de las bellas partituras, el del gracejo supremo. El maestro del pentagrama cuidaba del poeta, como cariñoso tutor, de glorioso pupilo, apartando de él las ingratas molestias del vivir.

Alguien se dolía de que Arrieta no diera mayor número de obras a la escena lírica. Arrieta contestaba:
—Yo escribo poco, para que mi amigo escriba más.
Fórmula de sacrificio que es una perfecta definición de la amistad.
Ayala no quería aceptar esa abnegación.
Replicaba:
—Arrieta trabaja poco porque es holgazán, y ha encontrado en mí una linda tapadera para su pereza.
Para que López de Ayala resurja, sólo falta que haya actores dignos de él.
No los hay ahora. La prosa se ha, adueñado de la escena. Vendrá un momento de restauración del arte. Entonces el poeta de Guadalcanal será dueño del aplauso popular.

J. ORTEGA MUNILLA

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