sábado, 1 de agosto de 2009

Carmelo y Alfredo

De nuevo nos encontramos en Agosto, mes de vacaciones por antonomasia. Hoy al medio día tomando una copa en “La Puntilla”, hemos reparado en la fotografía que ahora están viendo. En ella podemos observar a un Alfredo Yanes -aún joven-, en el momento –suponemos- de poner un café, de los miles que debió poner en su vida.

Hay dos nombres que nos han permanecido unidos desde nuestra niñez; Alfredo “el de la Puntilla” y Carmelo “el del Coche”. Ambos madrugadores –la Puntilla abría a las cinco de la mañana- y el primer coche que subía a la estación, era a las seis de la madrugada. Por lo tanto, las veces que viajábamos a Sevilla, eran las dos primeras caras que veíamos.

Nada más entrar en el bar, percibíamos el fuerte olor a café, rastro de los muchos que a esa hora ya había servido a sus madrugadores clientes, tengan en cuenta que en las fechas que hablamos –mediados de los cincuenta- la mayor parte de los parroquianos del bar eran trabajadores del campo, que esperaban la llegada de algún hacendado que les diera trabajo para ese día. Eso sí, con el “gorrito” de aguardiente en la mano.

Diez minutos antes de la hora de salida del coche para la estación aparecía Carmelo y sin que mediara palabra, era recibido por Alfredo con un café con leche en vaso. Sobre el mostrador, algunos jeringos del puesto de Trini y las tortas de “Inés Rosales”, componían el menú principal a esa hora de la mañana.

Carmelo tenía dos coches. El titular, que el primero que recordamos era el denominado “la Fortaleza Volante”, por su estructura casi cuadrada y que más tarde fue sustituido por este que vemos en la fotografía, donde aparece retratado en la puerta de la estación, junto con dos empleados de Renfe, unos amigos y su hijo Joaquín Valverde.

Después tenía un segundo coche más pequeño, que sustituía al titular, cuando los muchos años impedían arrancar al primero. A este segundo coche se le llamaba “la Rubia”, que pueden ver en esta otra fotografía, donde aparece su hija Consuelo Valverde y Pili Hernández.

¡Vámonos! decía Carmelo nada más terminar su café, y los que esperábamos para coger el tren a Sevilla le seguíamos prestos a montarnos en el coche aparcado en la misma puerta de “La Puntilla” y pasar unos segundos de incertidumbre hasta comprobar que conseguía arrancar el motor de “la Fortaleza Volante”, una vez más.

Menos problemas teníamos a la vuelta de Sevilla, donde encontrábamos puntualmente el coche esperándonos, ya que con sólo quitar el freno de mano “la Fortaleza” iniciaba su desplazamiento con el motor en “punto muerto”, hasta que llegábamos al Coso, como dijo A. Burgos en su artículo (ABC 5-7-06) sobre el AVE, donde lo recordaba: "... Esta alta tecnología punta del ahorro energético aplicada a la Renfe ya la inventó hace muchos años Carmelo, el del Coche Correos de Guadalcanal. Con su vieja camioneta Chevrolet, Carmelo subía desde el pueblo a todos los trenes. Traía y llevaba viajeros, las sacas de Correos (que le pagaba un canon por el servicio) y el paquete del ABC a la mercería de López. Subiendo la cuesta de la estación, Carmelo gastaba mucha gasolina a la ida. Que se ahorraba íntegramente al bajar de vuelta. Arrancaba, y nada más enfilar la cuesta abajo de la estación, apagaba el motor y, ¡hala, en punto muerto hasta El Coso! Más de dos kilómetros sin gastar una gota de gasolina. Lo que ocurre es que Carmelo le echaba menos cuento a la energía cinética potencial y a las emisiones de dióxido de carbono..."

En el Guadalcanal de aquella época, existió un bulo que decía, que Carmelo nunca tuvo carné de conducir. Igual que ocurría con lo que oíamos a nuestros mayores, que nos decían que la mitad de Guadalcanal perteneció a Extremadura y la otra mitad a Sevilla, cuando lo que realmente ocurrió es que el rey vendió el cincuenta por ciento de los diezmos de la villa en 1540, al Marqués de Tarifa que procedió a construir el Hospital de la Sangre, de Sevilla. Con el carné de Carmelo Valverde ocurrió una cosa parecida y les contamos lo que su hijo Joaquín nos explicó: “… en aquella época, sólo existía un carné de conducir, no había de segunda, de primera, de primera especial… entonces salió una ley donde se establecían las nuevas normas para conducir vehículos, creándose la distinción entre carné de segunda y primera. A los que ya tenían carné, se les ofreció adaptarse a la nueva normativa –es decir, obtener el nuevo carné para conducir vehículos para el transporte de personas- sólo presentando el carné anterior, cosa que yo mismo le hice –nos dice Joaquín- por lo que él toda su vida tuvo el carné que le habilitaba para conducir el “coche correos”. Según nos decía Joaquín, -conocedor del bulo que circulaba por Guadalcanal- más de una vez le dijo a su padre que sacara una fotocopia del carné y lo pusiera en el bar de “La Puntilla”, a lo que se negó…”

Carmelo y Alfredo, dos personajes inolvidables, que hoy hemos recordado, de la Guadalcanal de los años cincuenta.

3 comentarios:

José María Álvarez Blanco dijo...

Hol Ignacio, hago constar por escrito lo que ya te he dicho verbalmente por teléfono. Algún día alguien tendrá que recopilar en un libro estas fotos comentadas, que se podría titular "La vida cotidiana en Guadalcanal, durante la segunda mitad del siglo XX". Análogamente, se podría hacer con los Recuadros que nuestro viejo amigo Antonio Burgos ha dedicado a sus vivencias veraniegas en Guadalcanal, cuando vestiamos pantalón corto. O sea hace 60 años, casi na.

Eleuterio Díaz dijo...

Hace tiempo que estoy echando de menos un libro de fotos antiguas con comentarios que pueden ser los magníficos que aparecen en el Blog.
Hace un año le sugerí a Plácido Cote-poseedor de una magnífica colección de fotos antiguas y de los acontecimientos importantes acaecidos- esta idea de la edición de un libro con comentarios a las distintas imágenes que intencionadamente escogidas podían darnos una breve y amena historia de la villa en una época reciente.
Te animo Ignacio a que te ponga a la tarea, de lo que nos congrutaremos los que apreciamos estos asuntos relativos al pueblo, que somos muchos.
Eleuterio Díaz.

Pedro Luis dijo...

En relación con el comentario de los madrugadores, refiriéndose a Alfredo, me gustaría comentar que el madrugador no era Alfredo Yanes cómo en este artículo se dice, el madrugador y el que se levantaba a las 4 de la madrugada para abrir la Puntilla y poner en marcha la máquina del café era mi padre Joaquín Yanes Chaves, sobrino de Alfredo e hijo de Joaquín Yanes Sanz.
Alfredo llegaba al bar a eso de las10:00 de la mañana.
Firmado .: Pedro Luis Yanes Jiménez.