sábado, 9 de mayo de 2009

FRANCISCO DE MENDOZA - 5

Francisco de Mendoza “El Indio”
Del libro de Francisco Javier Escudero Buendía

Parte 5

CAP. XIII. Señor de Estremera (Madrid): (1559-1563).

“Que esta villa fue de la orden de Santiago,
y que habrá veinte años pocos más o menos
que Su Magestad la desmembró de la dicha orden,
y la vendió a don Francisco de Mendoza,
administrador de las minas de Guadalcanal
y después general de las galeras de España”

Relaciones Topográficas de Felipe II Estremera. 1580. (1)

1. La compra de un señorío.

Francisco de Mendoza está continuamente en la corte solicitando mercedes, y su esfuerzo poco a poco va dando sus frutos; llevaba desde 1554 solicitando un puesto de confianza y adecuado a la su rango como caballero, así como un repartimiento en las Indias, preferiblemente en Nueva España, por los méritos y servicios, aunque le pesara, más de su padre como virrey que por los suyos propios.
Consigue que le sea concedido el de Pocona en la actual Bolivia, con 20.000 pesos de renta, a lo que habría que sumar su sueldo como Administrador de las Minas, todo ello obtenido en 1556, y al año siguiente la renta de la Encomienda de Socuéllamos, lo que podríamos entender un “regalo” inesperado por el fallecimiento de su hermano, y en 1558 consigue definitivamente un lucrativo negocio de futuro como es el comercio con la especiería americana, que en caso de salir adelante como él esperaba, le aportaría 50.000 ducados anuales si el monarca deseara recuperar para la corona el monopolio del cultivo de la pimienta, canela y clavo, así como nuevas tierras en México.
Si ya en las Indias dijo de él Diego Fernández “El Palentino” que era un hombre extremadamente honesto, algo muy raro en un hombre joven y sobre todo muy rico, entonces que sólo tenía las estancias de la Nueva España, y muchas deudas procedentes de las “aventuras” de su padre don Antonio, qué más hubiera pensado de él con tal aumento pecuniario en su vuelta a Castilla:

“Porque de tal manera y con tan duro freno resistió a su juventud, que jamás se dixo dél en el Perú (ni aún se sospechó) haber caído en alguna deshonestidad o lascivia: Cosa por cierto bien digna de ser notada, siendo como él era mozo, generoso y rico, y sin le faltar desposición y lozanía y otras gracias que en generoso cortesano se requieren, teniendo asimismo suelta libertad, que a los tales es duro freno”(2).

Pero no lo era tanto, él mismo cuando solicita en el año 1554 la concesión de una encomienda en las Indias y un cargo en España argumenta que le es necesario para pagar las deudas que su padre el virrey había hecho en servicio de Su Majestad; lo que no sabemos es si también incluía en estos “servicios” los viajes de descubrimiento que pagó de su bolsillo – más por propia vanidad que por encargo regio - y que poco tiempo después (1550) le fueron prohibidos (3).
La forma de dirigirse al rey Felipe II es realmente curiosa, anclada en la más pura tradición mendocina y nobiliaria (4), y da la impresión que es poco menos que un indigente el que lo hace, y no un alto cargo de la administración de los austrias:

“Suplico a V.M. sea servido de mandar que se me dé pues me hizo la merced en parte de salario: Yo gasto mucho, y paso necesidad, y con ella no puedo servir tan cumplidamente como deseo”(5).

Podríamos pensar que es una petición retórica, a cuenta de la cantidad de bienes y rentas que poseía, pero los acontecimientos que después vendrían nos dicen que en cierto modo la verdad está en un intervalo difuso entre la escasez real de tesorería para su frenético ritmo de vida y sus pretensiones y el fraude que acabó cometiendo con los acreedores de don Antonio de Mendoza y su hermano, porque él se quedó al completo con la herencia del virrey.(6)
Desde 1556 sus peticiones al rey son constantes para que se le entreguen las partidas que vienen a su nombre en las flotas desde la Nueva España (7); el 29 de octubre de 1557 pide cédula y sobrecédula (8); el 17 de septiembre de 1558, solicita de nuevo que el Consejo de Hacienda le desembarace – libere – el dinero que ha llegado desde las Indias (9), y de nuevo insistentemente el 8 de abril de 1559, pues tenía nada menos que 9.000 pesos embargados en la Casa de Contratación de Sevilla desde hacía dos años (10).
En el año 1552 era un criollo indiano bastante molesto y en cierto modo peligroso para los objetivos del estado, pero siete años después era un hábil administrador de minas que había demostrado su pericia adaptando nuevas técnicas para la obtención de plata, azogue – mercurio, y otros metales en las minas españolas, aumentando considerablemente las rentas de la hacienda regia.
Quizás merecía un voto de confianza y tarde o temprano le fueron entregadas estas cantidades, al menos las cédulas reales que se las conceden son de 1559 (11), con las que en ese mismo año se atrevió a llegar adonde ni su padre, ni su hermano, ni su tío, ni nadie de su entorno más cercano había podido imaginar, y es atreverse a comprar un señorío para convertirlo con el tiempo en un mayorazgo, y quién sabe si en otro condado, ducado o marquesado, creando una nueva estirpe y linaje independiente de su casa matriz, el Condado de Tendilla y Marquesado de Mondéjar (Guadalajara) (12).
Por supuesto aquí no terminó su “calvario” económico; como ya hemos indicado, Francisco de Mendoza no tenía líquido suficiente para afrontar una operación que montaba en principio 30 millones de maravedíes, es decir 80.000 ducados de a 375 maravedíes cada uno, el 6 de agosto de 1559, fecha de punto de partida de todo el proceso (13). Sin tener todavía la escritura de compra, tuvo que acudir al crédito de la época, los llamados censos, situados sobre las rentas de sus nuevas “propiedades”, es decir que éstas se ofrecían como garantía de cobro a los acreedores y a su vez servían anualmente para pagar el principal y los intereses (14).
El primero de ellos fue de 2.400 ducados Dª Leonor de Toledo, mujer de Perafán de Ribera del 18 de junio de 1560 (15). Después vino que sepamos, alrededor de otra decena, justo después de la firma de la escritura de compra en 30 de mayo de 1561, y en dos bloques o períodos muy definidos de agosto a septiembre de 1561 y enero de 1562, - las cantidades que obtuvo a finales de 1562 pueden considerarse menores y posiblemente gastos inesperados - con dos puntales fundamentales en cada uno, el Capitán Miguel de Oquendo y de Juana de Tibera de los que obtuvo las cantidades mayores y claves para poder realizar la operación. Los enumeramos en orden cronológico:

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