martes, 28 de abril de 2009

FRANCISCO DE MENDOZA - 3

Francisco de Mendoza “El Indio”
Del libro de Francisco Javier Escudero Buendía

Parte 3






7. Francisco de Mendoza de nuevo en la Corte: La enfermedad de tercianas y el asunto de Zárate (1556).

Volviendo a su etapa inicial de visitador, nos quedamos en el momento en que se le concede el permiso el 23 de julio para venir a la Corte, como él había solicitado el 6 del mismo mes, a tratar de los negocios de las minas, que no son otros que las ordenanzas de personal y pensamos que algún otro asunto particular (34). Pero no pudo ir, porque en la visita que había realizado a Sevilla y Aracena, cayó enfermo de tercianas – enfermedad que le llevaría a la muerte años después -, y todavía en septiembre no se había recuperado (35).
Este es el momento que aprovechó Agustín de Zárate para quejarse contundentemente al monarca de los métodos de Francisco de Mendoza (36), y hacer la “espantada” de su cargo, haciendo oidos sordos a sus funciones y dejándole solo precisamente cuando estaba indispuesto y más daño podía hacerle. La excusa que pone es precisamente su enfermedad, y que su jefe podía sustituirle, lo que en su boca suena completamente a ironía:

“Sabe Dios la pena que yo tengo de desamparar este negocio en tiempo de tanta necesidad (...) y aunque muriera en ella no la desamparara, sino fuera estando aquí don Francisco de Mendoza, que porná en ella el remedio que conviene durante mi absencia” (37)

Como se presumíra el 8 de septiembre el rey contesta a Agustín de Zárate denegándole el permiso para abandonar el puesto de contador (38), y aunque consigue después de mucha insistencia que le den permiso el 2 de octubre, Mendoza, que ha vuelto (39) no le dejará ir (40). Tanta fue la tardanza que no llegó a ver al rey en persona, que ya había partido para Flandes, pero remitió un memorial en Valladolid por el que sabemos que había servido en Flandes e Inglaterra, a todas luces preparando su retiro (41), y aún tendrá que sufrir un tiempo más la compañía de Mendoza que había llegado a la Corte a principios de 1557 (42).
Efectivamente, el 2 de octubre se le había ordenado que una vez que llegara el alemán, partiera para la Corte y después a Flandes (43); él no quiere ir y así se lo comunica al Secretario del Rey Francisco de Eraso; al final consigue eludir el mandato real, posiblemente después de haberlo negociado personalmente en los subsiguientes dos viajes que hará a Valladolid (44). Las razones de esta negativa no pueden encontrarse en el miedo a la batalla, - dio sobradas muestras de que no lo tenía -, sino posiblemente en la cantidad de asuntos pendientes que tenía en España y en las minas, que le permitieron salirse con la suya y revertir la primera intención regia.
Porque al estar Mendoza y Zárate fuera de las minas, el negocio se iba a la deriva, lo que hará que la Princesa gobernadora no esté muy conforme (45) y envíe a nuestro personaje urgentemente a Guadalcanal, y después de una breve “puesta a punto” – del 28 de febrero al 6 de abril - volvió a partir al lunes siguiente hacia la Corte de nuevo (46), donde ya estaba para la Pascua de Resurrección (26 de abril), y el 10 de mayo comunica al rey que los del Consejo de Hacienda no se han puesto en contacto con él en ningún tipo de negocios de las minas (47).
Algo importante se estaba fraguando, y no es otra cosa que la guerra con Francia y la batalla de San Quintín, donde por lo que se ve iban a participar multitud de caballeros, entre ellos todos los Mendoza de Tendilla y Mondéjar, incluidos su hermano Íñigo y su tío Bernardino, y ahora sabemos que también él se encontraba en la lista.

8. La Batalla de San Quintín y el nombramiento como Administrador de las minas: El Muy Ilustre Señor.

En agosto de 1557 se produce un desastre para la familia, y que cambiaría el rumbo de su vida; su hermano don Íñigo, y su tío Bernardino, su padrino, ambos sus valedores como lo fueron de su padre, mueren en la batalla de San Quintín, el uno de un arcabuzazo (48),mientras que el otro murió quince días después de enfermedad, habiendo gobernado el ejército en aquella batalla (49).
La situación había cambiado de forma radical, ya que de pasar de ser un segundón, actualmente al faltar su padre don Antonio, su tío don Bernardino, su primo don Juan y su hermano don Íñigo en apenas cinco años, él es el cabeza de la estirpe, y receptor de la herencia familiar.
Inmediatamente, según deseo de su hermano, es nombrado Comendador de Socuéllamos el 8 de septiembre en el mismo San Quintín (50), y como aún no se conocía este hecho, administrador de la Encomienda el 20 de octubre por la Princesa gobernadora. No contento con esto, y basándose sin duda en que estaba en la Corte y podía reclamar para sí los servicios tan relevantes, y costosos, de todos los miembros de su linaje, consigue el ansiado ascenso en el negocio de las minería: Es nombrado Administrador General de las Minas el 30 de octubre del mismo año (51), con tratamiento de Muy Ilustre Señor, aunque muchos pensaron que lo fue desde el primer momento, nunca antes el rey se había dirigido a él como tal (52).
Todas estas rentas y asuntos le llevarán progresivamente a desocuparse del negocio de las minas para plantearse unos retos y metas mucho más elevados, y para lo que tendrá que pasar largas temporadas en la Corte y esperar a que vuelva el rey de Flandes y a solucionar todos sus contenciosos pendientes: Salvo una temporada visitando Almadén (53) y Guadalcanal a finales de 1557 y principios del ejercicio siguiente, el resto del tiempo lo pasa en la Corte hasta nada menos que el Domingo de Ramos de 1559 (54). Tanta ausencia le obligará a intentar nombrar un Teniente de Administrador, y a pesar de la opinión en contra del Consejo, acabará nombrándolo (55).
De todas formas el negocio no pasa por sus mejores momentos – ¿sabía el administrador que muy pronto debería dejarlo? – la explotación tan intensiva provocada por la avaricia regia había ya agotado la primera veta del Pozo primitivo llamado “El Rico”, y llevaba un año y medio sin dar plata; la insistencia de don Francisco para ahondarlo, a pesar de los gastos, dio su fruto en que fuera otra vez rentable, pero todo esto le sorprende, no es lo que ha visto en la Nueva España y cada día aprende algo nuevo y le hace dudar de sus predicciones iniciales sobre la riqueza de la mina (56).
Efectivamente, los pozos no serán eternos, se agotarán muy poco después, equilibrándose los gastos y rentas alrededor de 1566, y siendo abandonados definitivamente en agosto de 1576, ambas circunstancias estando ya fallecido nuestro protagonista, que no conoció el final también de esta fugaz “fiebre del oro” hispana (57).

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