viernes, 24 de abril de 2009

FRANCISCO DE MENDOZA - 10

Francisco de Mendoza “El Indio”
Del libro de Francisco Javier Escudero Buendía

Parte 10





CAP. XIV. Capitán General de las Galeras de España.
(1562-1563)

“Y así lunes a los dos de Agosto,
arribaron en Málaga, donde supieron
que Dios hauía sido seruido de lleuar
de esta vida a Don Francisco de Mendoça,
que pesó mucho a todos”

Pedro de Salazar. Hispania Victrix. 1570 (1).

1. Introducción.

La llegada, o podríamos decir mejor, la vuelta de don Francisco de Mendoza a sus orígenes marineros tuvo como prólogo una serie de desastres para la armada real española que no presagiaban la mejor fortuna para aquel que se atreviera a desafiar a la brava mar y a los corsarios turcos que la surcaban.
No por nada don García de Toledo, en su famoso discurso a su amigo... renuncia a su cargo de Capitán General de Galeras y a todos los honores y mercedes que por causa de la guerra y las batallas pudieran otorgarle, - que por ello, no lo dudemos, don Francisco aceptó volver a enfundarse su casaca guerrera -, si por estos perdía vida y hacienda:

“La descomodidad del andar en la mar, abrevia fácilmente la vida, porque el sol del día y el sereno de la noche, con muchos otros desordenes que se hacen, acaban la salud y de esto sucede la muerte y con ella se acaba el acrecentar la casa y la hacienda y tras esto viene la destrucción de vuestros hijos y entrar luego en mano de tutores y curadores, que vos sabéis bien en el término en que está, el que está en sus manos”.

2. El desastre de los Gelves (2).

El primero de los graves infortunios de la milicia española sucedió en la innombrable isla de Djerba o Yerba, llamada por los españoles “Los Gelves”, una isla situada al Sur de Túnez, en el golfo de Gabes, con una superficie de 60.000 hectáreas, lugar ideal como base de operaciones para atacar Trípoli (actual Libia). Precisamente esta ciudad había caído en manos del corsario Dragut, que entonces estaba en lucha con los berberiscos y con dificultades de intendencia, por lo que pudo el Gran Maestre de la Orden de San Juan de Malta convencer a Felipe II de que intentara recuperar Trípoli para las armas cristianas.
Se reclutó a un lucido ejército de alrededor de 5.000-10.000 hombres, la mayoría por la vía de la plata, es decir extremeños, ya que aunque la expedición estaba al mando del virrey de Sicilia, el Duque de Medinacelli, en la tierra era capitán don Álvaro de Sande, cacereño.
La expedición llegó a la isla a mediados de febrero de 1560; el siete de marzo desembarcaron sin oposición alguna, pero los turcos se aprestaron a contraatacar con 34 galeras, y sabiéndolo, los españoles comenzaron a embarcarse, pero don Álvaro de Sande decidió quedarse protegiendo la fortaleza. Cuando los turcos llegaron había un gran desconcierto, que aprovecharon para destrozar y apresar la escuadra, incluida la Galera Real, y su gente huyendo a tierra.
La fortaleza no se rindió, y cuando sólo quedaban 800 hombres salieron a la desesperada, los caudillos fueron hechos prisioneros, pero el resto fueron muertos y con sus cadáveres se formó una pirámide llamada “Bord-er Rious” o la Fortaleza de los cráneos, que no desapareció hasta el siglo XIX, retirada por los franceses (3).

3. El suceso de Málaga de 25 de mayo de 1561 (4).

El segundo, muy poco conocido, pero que en la tradición de la época dio lugar a un romance escrito por un juglar moderno, Alonso Gómez de Figueroa, da cuenta de un siniestro terrible ocurrido el 25 de mayo de 1561, en Málaga, no olvidemos una ciudad hermanada con don Francisco de Mendoza, quien debió conocerlo de primera mano. En ese infausto día, un galeón que transportaba quinientos soldados de infantería, a media legua del puerto, se “abrió”, y se fue al fondo con toda la gente que llevaba, quedando vivos tan sólo sesenta.

4. El naufragio de la Herradura (18 de octubre de 1562).

A la muerte de don Bernardino de Mendoza, padrino de don Francisco, quince días después de la victoriosa batalla de San Quintín, su hijo mayor don Juan de Mendoza, “heredó”, porque no podemos describirlo de otro modo, el preciado cargo de Capitán General de Galeras de España de su padre.
Cuando sólo lo había podido ejercer cinco años, el 18 de octubre de 1562 teniendo la flota fondeada en Málaga, comenzó a soplar mansamente de Levante, un viento para el que la playa de Málaga era peligrosa, por lo que ordenó salir de allí y fondear en la bahía de la Herradura, a cuarenta millas al oriente, un lugar que ya le había salvado en dos ocasiones anteriores y en el que tenía confianza.
Sin embargo el mar le traicionó una vez más; el lunes 19 desde las dos de la noche hasta las diez de la mañana, a pesar de haber estado las galeras amarradas doblemente, el viento comenzó a soplar del sur, y a bambolearse los barcos unos contra otros, y contra la tierra, destrozándose la mayor parte de ellos.
El bajel de don Juan de Mendoza, llamado “La Capitana”, era un soberbio barco de 28 bancos, construido hacía nada más que cinco meses en Nápoles, y por ello todos pensaron que resistiría y no le cortaron las amarras; en una de las maniobras, el golpe y las olas del mar entraron y lo tumaron, hundiéndose a continuación. Al Capitán General le dio un golpe un madero del barco, y no se salvó, al igual que a los niños mendocinos que le acompañaban aprendiendo ya el oficio, a don Francisco de Mendoza, hijo del Marqués de Mondéjar, al veedor Morillo y a otros caballeros.
De las veintiocho galeras se salvaron exclusivamente cuatro, entre ellas La Mendoza, la Soberana y San Juan, y las vidas que se perdieron fueron superiores a las 2.500 personas, salvándose de La Capitana de don Juan tan sólo el piloto, nueve marineros y trece forzados. Poco después don Íñigo, hermano de don Juan, General de las galeras de la Orden de Santiago, murió también en Génova, completándose el haciago discurso de la familia (5).
El quince de noviembre, un mes después de que sus primos murieran en la Herradura, Francisco encargó un administrador interino de las minas de Guadalcanal mientras él volvía a la Corte (6), y porque iba a hacer “ausencia de las minas”; quedaba claro que ya sabía su nuevo destino y lo había aceptado; la desgracia de los demás fue, por el momento, su camino hacia la gloria, y súbitamente, igual que había entrado, desaparecía de su vida el trabajo en las minas de Guadalcanal.
A principios de 1563 se convertía en Capitán General de Galeras de España (7), y así lo describe Pedro de Salazar, en su Hispania Victrix, dando las razones de por qué fue elegido don Francisco de Mendoza para socorrer Orán, cercado por el rey de Argel, que no son otras que era hijo del que fue virrey de Nueva España, cuñado del Conde de Alcaudete y sobrino de don Luis Hurtado de Mendoza, Marqués de Mondéjar:

“Ya que el rey Don Philippe uvo mandado proueer las cosas que hauemos dicho para el socorro de Orán, consideró a quién señalaría por General de las Galeras de España, en lugar de Don Juan de Mendoça, (...) pareciéndole para ello bastante persona Don Francisco de Mendoça, (...) hijo de Don Antonio de Mendoça, (...) cuñado del Conde de Alcaudete, y sobrino del Marqués de Mondéjar: Le señaló por capitán de las galeras, y dándole el título dello firmado de su real nombre”(8).

El cargo tuvo que ser ejercido de inmediato y posiblemente de forma interina, ya que Francisco de Mendoza tuvo como primera misión recoger los despojos del naufragio de La Herradura todavía en 1562 (9), y después socorrer a las plazas de Orán y Mazalquivir, en poder hispano, pero que estaban siendo sitiadas por el rey de Argel, envalentonado en la confianza de que los españoles con tanto desastre no podían poner en marcha flota alguna.

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